Foto: Referencial
Ciento de mujeres han caído al convertirse en narcomula, victimas de la ambición de carteles de la droga ubicados en la frontera colombo-venezolana.
Su defensa no logró conseguir la liberación cuando estaba encinta. La medida de casa por cárcel se la dieron después de abortar.
Sur del Lago — La cruenta e indescriptible historia de Angélica María Cuello Ávila, de 39 años, no tiene comparación. Vivió una tortura porque decidió obtener dinero del narcotráfico, con el que aspiraba mantener a sus hijas. Se convirtió en una mula y peor aún, sabiendo que estaba preñada.
Para colmo de males, su embarazo fue de alto riesgo y le hizo creer sus cuatro hijas, que el tiempo que estuvo fuera de casa, obedeció a una hospitalización. Era falso.
En esos momentos de dolor y sufrimiento confesó que le daba temor hablarles al teléfono. De hecho rompió en llanto ante el equipo reporteril de QUÉ PASA, con los labios temblorosos: «Esto no tiene palabras con qué describirse, es un sentimiento muy fuerte».
Tortuoso
Desde el momento en que aceptó llevar en su bolso algo más de un kilo 400 kilogramos de base para cocaína, cuando se aproximaba a la Redoma El Conuco, parroquia Santa Cruz, del municipio Colón, al Sur del Lago, el 12 de febrero, su vida cambió por completo.
El hambre y la necesidad, la condujeron a aceptar la oferta que saldría al paso a sus problemas financieros. Alguien —que se negó revelar— le ofreció 7.500 bolívares para transportar el alijo. Le advirtieron que no pasaría nada. Pero el peso de su decisión fue mayor al del paquete alcaloide.
Recordó que en el punto de control de la Guardia Nacional Bolivariana, la duda la invadió. Los oficiales revisaron entre los pasajeros cada empaque, maleta y cartera. «Nunca tuve miedo, pero sí la duda», refirió.
Triste realidad
Angélica, incluso, relató que el abandono del papá del bebé que llevó en sus entrañas, dos meses de alquiler vencidos, los gastos del colegio de las niñas y la alimentación, afloraron su más místico amor materno, afianzando el hecho de convertirse en narcomula, como una más de muchas que, de manera incauta caen detenidas, víctimas de la ambición de carteles de la droga ubicados en la frontera colombo-venezolana. Mientras esto ocurría, sus hijas de 10, 7, 5 y 3 años, esperaban que su «mamita» se recuperara.
Angélica María contó que nació en Barranquilla, Colombia. Recién nacida fue traída a Venezuela por su madre y junto a ella, aprendió el arte de la costura. «Sé trabajar en las fábricas textiles y coser muchas cosas, pero a una embarazada nadie le da trabajo».
Vive en una pieza alquilada en la calle Sucre, sector Las Palmas en Tía Juana, municipio Simón Bolívar de la Costa Oriental. Debió ser internada en un centro asistencial porque además de su detención, su embarazo fue riesgoso. Presentó sangrado abundante. Dos meses después perdió al bebé, dice que por fallas en la atención médica aunado al confinamiento en el retén San Carlos de Zulia.
En los momentos de tristeza y desolación ella atesoraba hacer la tarea por las tardes con sus pequeñas, servirles y atenderles.
Libertad con precio
Su abogada defensora intentó conseguir una medida para ser liberada en esos momentos de enfermedad, al menos por su condición como colombiana residente, pero este paso no se logró antes de la pérdida de su bebé, sino mucho tiempo después, cuando había pagado con creces por su delito, tal cual pesada cruz a cuestas, porque perdió al que sería su primer varón.
Confesó que no quiere volver a Colombia, porque en Venezuela echó raíces. Pese a que el Plan Cayapa no le dio la solución cuando más lo ameritó, hubo jueces que se condolieron de su amarga historia y le concedieron una medida casa por cárcel. Hoy, ansiosa de ser libre, paga su pena en un comando policial de la Costa Oriental del Lago. Solo la justicia divina amortigua el dolor de esta madre que afloró su amor materno, siempre en silencio, desde la encarcelación.
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