Las colas serán vigiladas por 20 mil pesuvistas

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19 de enero, 2015 - 1:20 pm
Redacción Diario Qué Pasa

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El superintendente nacional de Precios Justos, Andrés Eloy Méndez, informó ayer que «más de 20 mil inspectores populares pertenecientes al PSUV trabajan como voluntarios en abastos y supermercados, vigilando que no esté un saboteador tratando de caldear los ánimos». Mientras que en Maracaibo, ayer se vio menos gente en las filas, debido a que llegaron
productos a los anaqueles.

La militancia está en la calle para concienciar a los consumidores a no  llevar mas de 10 unidades de un rubro básico.

Caracas- Andrés Eloy Méndez, superintendente nacional de Precios Justos, señaló ayer a un portal de noticias, que más de 20.000 inspectores populares del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) están desplegados en el país.

Méndez aseguró ayer,  que  «Más de veinte mil inspectores populares están trabajando como voluntarios en la superintendencia, en el abasto, en los supermercados, en las colas, vigilando que no esté un saboteador tratando de caldear los ánimos».

En la calle

«Es nuestra militancia que junto a sus instituciones está en la calle descifrando esa realidad que algunos no quieren ver. En la esquina y la calle, hacer el debate de frente, hablar con los vecinos, incentivar a las personas que cuando vayan a un supermercado o abasto no deben llevar 10 paquetes del producto» añadió.

Mendez está convencido de que «Esa conciencia, esa madurez política de la militancia es la que va a rodear a los mafiosos, y detendrá  a los bandidos, acorralará a estos malandros en poco tiempo y no les quedará otra solución sino entregarse. El pueblo organizado se apropiará de sus leyes, y no permitirán que se siga jugando con el abastecimiento de los venezolanos“, añadió.

Colas disminuyen por abastecimiento de productos, los alimentos incautados llegaron a los supermercados

Algunos usuarios denuncian que volvió la compra condicionada, pero esta vez de Bs. 500 mínimo para poder comprar artículos regulados en los supermercados
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Maracaibo
– Tras la ausencia de productos regulados durante los primeros días de enero, llegó parte de la mercancía incautada por el Plan Centinela en la región zuliana. Así lo informó una fuente vinculada a una importante cadenas de supermercados que solicitó mantener su nombre en reserva.

«En esta sucursal no nos despachan los fines de semana, pero el sábado nos llegaron  seis estivas de papel higiénico, cuatro de aceite, dos de mayonesa, tres de toallas sanitarias, dos de azúcar, dos de pañales y dos de aceite», informó.

Esto explica las grandes colas que se vieron en la ciudad durante la mañana del sábado, pero que ayer disminuyeron en un 50%.

El vocero explicó que por ahora, no le pueden vender productos regulados a los extranjeros, sólo a los que ya están registrados en el sistema biométrico.

Queja

Debido a la prolongada permanencia en las colas dentro de las instalaciones, algunos compradores tendían a comerse artículos sin luego pagarlos, por lo que se decidió en De Cándido vender los productos regulados fuera del supermercado, en una cola, y dentro de este se le factura a quienes van a hacer compras superiores a los Bs. 500, por lo que el señor Juan Carlos Villasmil llamó a QUÉ PASA para denunciar que en esa cadena de supermercados sólo venden productos regulados si el cliente hace una compra de mínimo Bs 500.

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Cola sólo para productos regulados en De Cándido de Delicias Norte

Expertos: Cuando la población vea productos suficientes dejará de comprar como ahora, a las fallas en el suministro se agrega la percepción de que pasará «algo malo»

La cola tiene un efecto sicológico sobre los individuos, ya que causa rechazos y disgustos más que nada por la incertidumbre del tiempo de espera.

Gilberto Aldana, presidente de la Sociedad y Fundación Venezolana de Psicología de la Salud:

«Hasta ahora no se ha generalizado que la gente se agreda en las colas, pero si esto se mantiene en el tiempo puede aumentar los niveles de violencia».

Caracas – Chavismo y oposición coinciden en que este año 2015 comenzó con un hecho anormal: las colas en los locales de venta de alimentos, medicamentos y productos para la higiene personal y del hogar, en un periodo en el que usualmente hay menos inventarios disponibles debido al asueto navideño y de Año Nuevo.

Cambian las opiniones cuando se abordan las causas del problema. El Gobierno recalca que hay «una emboscada económica» por parte del sector empresarial, y la oposición achaca la situación al «modelo económico y político».

Lo cierto es que en las colas están chavistas y opositores que posiblemente comparten similares preocupaciones, piensen lo que piensen sobre el origen y la solución de ellas y sean fundamentadas o no sus angustias.

El psicólogo Gilberto Aldana, presidente de la Sociedad y Fundación Venezolana de Psicología de la Salud, señala que, más allá de que haya abastecimiento o desabastecimiento, la realidad es que existe la percepción de que no hay o no habrá, y por ello «la gente se desesperó y empezó a comprar» en los primeros días del año.

Además, como cuando las personas van al supermercado no consiguen necesariamente lo que buscan cuando lo buscan, eso incentiva «la necesidad de resguardarse, de generar estabilidad, y por ello compra más» aunque no lo necesite en el momento.

Aldana plantea, más que cuestionar a las personas que están en las colas, poner el foco en mejorar el abastecimiento, porque en la medida en que el producto esté todo el tiempo en los anaqueles la gente se tranquiliza. «Cuando las personas vean que el producto está presente» y las personas vean que lo tienen de manera suficiente en su hogar, dejarán de comprar de la manera como lo están haciendo, asevera el experto.

Como parte del diagnóstico del problema, refiere que las venezolanas y los venezolanos «estábamos acostumbrados a ver a Venezuela como un país rico y petrolero; a que hay vacas para carne, que hay vacas para leche» y por eso puede causar ruido no hallar el bien que se está buscando.

Tiempo más largo

Cualquier consulta sobre la psicología de las colas lleva al estadounidense David Maister, quien refiere -de acuerdo con varios trabajos disponibles en la web- que a quien hace una cola se le antoja una eternidad el tiempo que permanece en ella. «El tiempo ocioso parece más largo que el ocupado», sentencia.

El ingeniero Humberto Álvarez, director del Centro de Investigación e Innovación Eléctrica, Mecánica y de la Industria de la Universidad Tecnológica de Panamá, precisa el concepto de cola: «Son mecanismos que se autoforman siempre que el servidor tenga una capacidad de atención menor o igual que la velocidad de llegada de las transacciones».

Consultado vía correo electrónico, Álvarez puntualiza que las colas «son formaciones naturales que vemos en diferentes fenómenos: llegada y espera de vehículos en semáforos o intersecciones, arribo de aviones, llegada de personas a una taquilla, caja registradora, banco, llegada de llamadas telefónicas a una central.

El profesor aclara que el desabastecimiento de por si no es causa de colas, «pero sí lo es la espera de las personas por un producto o servicio que no está disponible». Esa cola «puede ser física (la típica cola de personas esperando por algo) o virtual (espera en su casa, una cita o turno, fila de daños esperando a ser atendidos)».

– ¿Cuál es el efecto de las colas sobre las usuarias y los usuarios, y sobre la población en general?

– «Definitivamente la cola tiene un efecto sicológico sobre los individuos, ya que causa rechazos y disgustos más que nada por la incertidumbre del tiempo de espera y por la falta de conocimiento de lo que pueda estar sucediendo (tapones en una carretera, por ejemplo). El tamaño de la cola es directamente proporcional al efecto de la persona, aun cuando no sea proporcional al tiempo de espera. Por ejemplo, la configuración típica de una cola por servidor es más lenta que la configuración de una cola y múltiples servidores, aunque esta última hace que la fila sea mayor».

Para Álvarez hay una premisa clara: «En general, a nadie le gusta esperar. Cuando la paciencia llega a su límite, la gente se va a otro lugar. Sin embargo, un servicio muy rápido tendría un costo muy elevado»; por ello «es necesario encontrar un balance adecuado entre el tiempo de espera y el tiempo de servicio».

– ¿Cómo es asumido ese tiempo de espera por la usuaria o el usuario?

– «El usuario considerará este tiempo de espera como una falta en el servicio o de las obligaciones del proveedor, aunque dicha percepción no sea justa o cierta. Como dije anteriormente, la incertidumbre es un problema que genera percepciones entre los usuarios que pueden generar inclusive en comportamientos no deseados, violentos. Una persona sola no necesariamente es elemento de considerar, pero un grupo de personas bajo presión pueden responder de manera inesperada.

Percepciones

Aldana, por su parte, estima que en el país hay «escasez de productos, no podemos negarlo», pero también «vamos a ver la percepción» extendida de que pasará algo malo, alimentada por el manejo no siempre responsable de las redes sociales. Como experto en conducta llama la atención acerca del hecho de que las personas digan que, aunque tengan la despensa llena, van a comprar y a comprar.

Analiza que, aunque hay escasez, existe también «una percepción exagerada del agotamiento del producto, lo que hace que se incrementen las colas». Se mantiene «esa percepción de desabastecimiento, de presencia limitada del producto, que hace que la gente compre». Según su evaluación, estamos frente a «un problema psicoeconómico».

También vemos «que mucha gente va a las colas para socializar, para compartir. ¿En qué sentido? Amas de casa, jubilados que van a las colas. Estamos uniéndonos en nuestros problemas. Vamos juntos a las colas. Eso es apoyo social».

Igualmente están «los vivarachos, que hacen cola por negocio», que ven la escasez como una oportunidad para su propio provecho, que venden el puesto, que se alquilan para ponerse en la fila.

Prestar atención

El psicólogo llama la atención acerca de que las colas «pueden aumentar los niveles de frustración por el tiempo invertido, por el cansancio». Se convierten, igualmente «en un medio de catarsis», en el que la gente habla «pero no cae en niveles de conflictividad física». Sin embargo, recuerda que la incertidumbre puede generar frustración, lo que podría sucederles a las y los pacientes crónicos que no encuentran el fármaco que buscan.

A su juicio, uno de los riesgos -y por eso insiste en que el Ejecutivo actúe- es que esa frustración se mantenga en el tiempo, «porque se asocia con violencia», atizada también por los espacios de hacinamiento. Hasta ahora «no se ha generalizado que la gente se agreda en las colas», pero «si esto se mantiene en el tiempo puede aumentar los niveles de violencia», alerta.

La vivencia de la cola varía según la edad, señala Aldana. «Las personas mayores son más pacientes. La mayor parte de quienes hacen las colas en el país son mujeres, un 60%. Esto dependerá del nivel de abastecimiento que tengamos en casa». También cambia la actitud en función de la necesidad. «Quien no tiene nada acude desesperado, necesita conseguir el bien que requiere. No es lo mismo la actitud del que tiene guardado en su casa» que de quien no tiene.

Hablar claro

El analista resalta que, más allá de las causas que expliquen el fenómeno, los productos deben estar disponibles. «Necesitamos poner esos productos» al alcance de la población, manifiesta.

Los entes de seguridad pública, que se han encargado de resguardar la seguridad de las personas en las colas y evitar conflictos, «deben garantizar la equidad», porque si alguien «ve que uno se lleva más que otro se crea el caldo de cultivo para la violencia». Hay que garantizar «la justicia para todos los que están en las colas», insiste.

Como psicólogo, Aldana comenta que ha visto el apoyo social, el intercambio entre las familias: quienes tienen cambian con quienes no tienen. Ahora «vemos el intercambio, que en medio de una situación anormal es saludable este tipo de conducta». Es momento «de resaltar lo positivo que tenemos entre nosotros», de compartir lo que hay. «Eso está bien», ratifica.

En estas circunstancias es mejor, refiere, que las autoridades hablen claramente sobre las cosas que no están bien. Es mejor «decir que las cosas no están bien y que se está haciendo todo como mejor se pueda. Eso genera más tranquilidad que te digan que hay un bien y no lo hay, porque el mensaje de fondo es que no habrá soluciones».

Aldana plantea la toma de medidas «a corto plazo» para atender la percepción de frustración o de incertidumbre. «Estamos en el momento de llamar a la unidad. Este es nuestro país», remarca el psicólogo.

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Fotos: Vanessa Ramírez/ Agencias

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