Opinión

La doble moral gringa al renegar de su propia historia

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2 de noviembre, 2021 - 12:29 pm
Contraiformación

Equipos contratados por municipalidades y estados de EE. UU. han comenzado a retirar los monumentos más grandes que conmemoraban la Confederación, entre ellos las imponentes estatuas del general Robert E. Lee, en Richmond (Virginia).

CONTRAINFORMACIÓN

El general del ejército confederado Robert Lee fue denostado durante la guerra civil estadounidense, pero con el correr del tiempo pasó a ser una figura heroica de «la causa perdida» del sur, y en la actualidad, un símbolo del racismo y de la era de la esclavitud.

La transformación en la percepción de Lee –clave en el brote de violencia ocurrido en Charlottesville, Virginia– refleja el cambio de actitud en torno a la raza, la mitología y la reconciliación. Los monumentos de Lee y las numerosas escuelas que llevan su nombre en el sur, son centro de un debate en un país con una cambiante composición demográfica y una clara vergüenza por el pasado ominoso del genocidio indígena y la esclavitud.

Documentos señalan que «Lee fue cruel con sus esclavos y alentaba a sus guardias a que castigasen severamente a los que eran capturados tratando de fugarse». Un museo en Virginia propone fundir una estatua de Lee y usar el bronce para crear nuevas obras de arte público.

000 9MF8UE1Este acto de devastación demuestra que el auto desprecio de EE. UU. no tiene fronteras. La estatua de Lee fue retirada después de ganar notoriedad como foco de los disturbios de Charlottesville Unite the Right / Antifa de 2017. Y ahora el «Centro de Herencia Afroamericana» de la Escuela «Jefferson» ha presentado un plan para fundir la estatua y usar el bronce para nuevas obras de arte.

Este proceso por sí solo, suena dudoso. Las organizaciones que respaldan la propuesta (incluida la Sociedad Abierta de George Soros) han prometido $ 590.000 para el proyecto, que ha sido etiquetado como una recontextualización, un acto de palabras conmovedoras, intelectualoides, llevado a la praxis neoliberal de sustituir lo que no es útil para la ganancia privada.

R. E. Lee ayudó a poner fin a la guerra cvil, pero quienes buscan borrarlo, quizá estén llevando a Estados Unidos a otra. Gregory Downs, de la Universidad de California, afirmó que «el plan del museo era un enfoque creativo para confrontar el pasado y ayudar a las personas a comprenderlo mejor». Este tipo de declaraciones banales no tienen sentido, aunque estén matizadas por «un académico preocupado por su trabajo». No es mas que humo y espejos, una coreografía divertida destinada a desviar la atención de lo fundamental y evitar verdades difíciles.

Ocultar la vergüenza, antes de afrontar la realidad.

La trama de la propuesta es otro ejemplo de los retorcidos saltos mortales de la clase política de una nación que odia su historia y detesta su presente.

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Cada acto está estimulado con trucos del lenguaje y la épica, hasta que éste alcance un nuevo límite. No hay sentido de culpa, ni se hace un esfuerzo por conocer la realidad de los antepasados, incluyendo a los famosos «padres fundadores», de quienes Duque, y varios pitiyanquis criollos, se sienten tan orgullosos.

La fundición de las estatuas de Lee es el comienzo, ahora se va a la remoción de otras, como la «reubicación» de la estatua del ominoso Teddy Roosevelt del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Es que al norteamericano intelectual, político, o ciudadano común, no le interesa la historia para comprender el presente y planificar su futuro. No, con ignorar lo malo es suficiente.

De allí los traspiés y la decadencia no entendida, ni siquiera corregida. Porque de esas iniquidades vienen las injusticias de hoy, de esos crímenes procede el supremacismo a la fuerza, que petulantemente muestra la clase política norteamericana de todos los bandos.

Como lo dijera Barack Obama en Trinidad «no es necesario fijarnos en la historia sino mirar al futuro», en respuesta a Hugo Chávez. Y quienes se han atrevido a indagar en la corta historia gringa, muchas veces lo hacen para destruirla y satisfacer el ego de la turba extremista. La misma que eligió a Trump.

La remoción de las estatuas causa-división, pero en el fondo es un borrado de la historia. Nada puede resistir este proceso de disolución, ni tiene mucho sentido seguir con la mascarada. Porque ninguna nación que realmente se odie a sí misma puede continuar por mucho tiempo sin dividirse y subdividirse. Muchos en EE. UU. piensan que si agachan la cabeza, pueden continuar con sus trabajos y sus medios de vida. Que al observar la regla moral impuesta por la prensa corporativa, se les permitirá continuar con su rutina.

Pero la decadencia y la caída se los llevará a todos, «sine exceptione». La crisis económico-moral del sistema requerirá de un arrojo titánico para poder superarla y quienes pueden contribuir a la estabilidad de la gran nación norteamericana o están en los sectores minoritarios de la verdadera izquierda o aún no han nacido.

Es la triste realidad de los Estados Unidos de América, de cómo han sido construidos desde sus fundadores, hasta ahora…

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