Empresarios y/o patrono, ustedes están abriendo la fosa donde enterrarán los restos que quedarán de sus empresas, no pocas de ellas desarrolladas con muchas lágrimas, esfuerzos y sacrificios sin par, con dinero invertido en medio del miedo que producen las adversidades que van conduciendo al abandono del compromiso contraído con sigo mismos en los días, meses y años de soledad que aquejan a quienes tienen que trabajar, de sol a sol, para estructurar sus inversiones, hasta saberlas seguras, bajo sólida y confiable administración.
Pero los llamados empresarios ―muchos de ellos solo son mercaderes–, creen que siempre podrán hacer con el consumidor cuanto les viene en gana, llevándose por delante principios, convicciones y obligaciones de conciencia, han fomentando con brutal, grosero y deshonesto atrevimiento, a lo largo y ancho de los mercados, la reacción de los consumidores quienes se irán agrupando en torno a los derechos que asisten al comprador cuando compra aquello que, cada día, con o sin necesidad, deciden adquirir.
Con el paso del tiempo, mayor número de compradores, en todos los rincones del mundo, van conociendo, más y más, los derechos que les corresponden por legitimidad natural o cuanto se les consagra por vía de la legislación que los pueblos vienen conquistando, unas veces por efecto de leyes de avanzada y otras, por vía de la violencia activada por las armas que se esgrimen en la lucha por LA JUSTICIA SOCIAL, anhelada e indetenible por las brumadoras mayorías de consumidores enfrentados a las poderosas minorías de los privilegiados tenedores del dinero.
La prueba de cuanto afirmamos la encontramos, en toda su dimensión, en la China de los tiempos modernos, convertida en la segunda potencia mundial, y ya, en vías de ser, más pronto de lo que algunos piensan, la Primera Potencia Mundial, después de ser gobernada por Hu Jintao, Mao Zedong, Deng Xiaoping, Jiang Zemin y, el quinto de ellos, Líder entre los líderes, Xi Jinping, actual Jefe del Partido Comunista Chino y Jefe del Estado.
Los gobernantes chinos han logrado que los productores, de cuanto se produce en la formidable China de hoy día, consagren el respeto por el consumidor, como una condición de convivencia para el buen vivir y, con ello la colectividad china es gran cooperadora de todo cuanto se consagra en favor de la prosperidad social.
Es de apremiante necesidad proteger al consumidor y al productor de los bienes, y/o, prestador de los servicios, si se quiere construir la base estructural del desarrollo económico del país y para esto se tienen que imponer, con toda fortaleza, legal y procedimental, el Instituto de Defensa del Consumidor, facultándolo para actuar, de oficio o por denuncia, pues el punto de partida de la actividad económica es el consumidor del producto o el usuario del servicio, ante quienes el suplidor debe acatar los precios justos y la calidad industrial de los bienes.
Este es un gobierno social y, como tal, debe obrar en bien de las grandes masas que no resisten el embate de los precios que se le ocurre cobrar por el producto que el consumidor necesita, especialmente, todo cuanto es de primera necesidad, cuando los «mercaderes» precian sus productos y servicios sin que nadie los controle, y sancione si se le descubre explotando al comprador con precios de infamia, con la remarca permanente de los mismos.
Toca al gobierno imponer el control que impida al especulador enriquecerse ladinamente, porque muchas son las acciones que exacerban la paciencia del pueblo que se sabe explotado y va guardando, disgusto, rabia y odio, hasta llegar al deseo de venganza.
No jueguen con fuego porque la candela quema y la ira de las masas, no es muy fácil detenerla.
Gastón Guisandes López
Editor
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