Existe un agravante para la población migrante que se encuentra en situación precaria: los grupos armados que tienen el control de ese negocio ilegal

Niñas y adolescentes venezolanas corren el riesgo de ser víctimas de redes de trata de personas en la frontera

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3 de agosto, 2022 - 12:30 pm
Agencias

César García, director de operaciones y coordinador regional de la Fundación Venezolanos en Cúcuta, aseguró que hay personas que recurren a la actividad sexual porque deben mandar recursos a sus hijos que se quedaron en Venezuela o dinero para sus medicamentos para sus padres o madres enfermos

 

Niñas, adolescentes y mujeres migrantes venezolanas en situación de vulnerabilidad corren el riesgo de caer en redes de trata de personas y en el llamado sexo por supervivencia en la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela.

«Las reconoces haciendo esta actividad porque deben mandar recursos a sus hijos que se quedaron en el país o dinero para medicamentos del padre o la madre enfermos», dijo César García, director de operaciones y coordinador regional de la Fundación Venezolanos en Cúcuta.

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Indicó, en conversación con el Instituto Prensa y Sociedad, que las víctimas ganan 10.000 o 15.000 pesos (de 3 a 5 dólares) por la actividad sexual, a la que recurren por supervivencia. Y existe un agravante para la población migrante que se encuentra en situación precaria: los grupos armados que tienen el control de ese negocio ilegal.

Las zonas donde se ofrecen las mujeres y adolescentes, incluido el corregimiento de La Parada o en el centro de la ciudad de Cúcuta, están repartidas y administradas por los criminales. Muchas niñas, agrega el reportaje del instituto, se convierten en damas de compañía de esas personas.

«Ves a esas niñas y aparentemente no están mal. Llevan una vida que parece cómoda. Les hacen un tatuaje en una parte del cuerpo para identificar a qué organización criminal pertenecen. Eso lo he visto durante mi estadía en frontera y como cualquier persona tuve temor de inmiscuirme más porque me puede generar un problema. Me limité a observar», afirmó la activista Gleidys Oliveros, voluntaria de la Organización Internacional de Migraciones.

«Las peluchas»

María Alejandra Briceño, activista de la organización Actitud Resiliente, conoció la situación de «Las Peluchas». Un grupo de mujeres y migrantes obligadas al trabajo sexual en el barrio Pele el ojo, una comunidad de alto riesgo donde se ha concentrado un número importante de migrantes.

En esa localidad, trabaja desde enero junto a un grupo de la organización Casa Venezuela en Cúcuta para apoyar a las personas que recurren al sexo por supervivencia, además de personas LGBTIQ+ y con VIH.

«Yo regresaba a casa en la madrugada muy cargada por todo lo que nos contaban, estaba triste. Ahí veía a niñas de 14 y 15 años sobreviviendo con lo que les daban por tener sexo», manifestó la activista a Instituto Prensa y Sociedad.

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En el centro de la ciudad, las víctimas están sectorizadas por las organizaciones delincuenciales. «Por ejemplo, si yo trabajo en la calle séptima, no puedo ocupar otra calle. Si paso, debo pagarle al dueño de esa calle. Allí no solo ves adolescentes, también ves muchachas embarazadas; mujeres casadas que los esposos se van a trabajar y ellas llegan a la plaza a prostituirse», aseguró.

 

 

 

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