Xi Jinping ha recuperado un lenguaje más de izquierda que sus antecesores, producto de su formación

China: de país agrario a potencia mundial en lo científico, industrial y comercial

China
19 de febrero, 2021 - 3:38 pm
Redacción Qué Pasa

No pocos comunistas niegan el carácter socialista de la actual China, pero es preciso conocer, estudiar y respetar lo que decide la sociedad y en especial el PCCh

De forma sucinta, y con el riesgo de no acertar de manera científica, se pudiera decir que, desde la fundación del Partido Comunista Chino (PCCh) en 1921 y la proclamación de la República Popular China (1949), el gigante asiático ha pasado por varias etapas claramente definidas o reconocibles en lo ideológico:

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-El período de Mao TseTung que sentó las bases socialistas con el partido comunista como ente rector, desde sus inicios hasta 1978;

– Desde 1978 a 2011, la era de Deng Xiaoping, llamado el «arquitecto de la reforma y la apertura» que ordenó la economía china a su desarrollo industrial-comercial, aflojando en lo ideológico; y

– La actual etapa de Xi Jinping (2012), «de reestructuración socialista y consolidación económica», en pleno auge de expansión.

Hay una constante en las tres: la búsqueda de una vía propia al desarrollo, capaz de poner fin a las causas que precipitaron al gran país chino a la decadencia y volver a ubicarlo en el epicentro del sistema internacional, del cual había salido en el siglo 19, con el auge británico y las guerras del opio. En China ha habido diferentes ensayos de rehabilitación, que han alejado el dogmatismo y reforzado la resiliencia.

Los contornos del socialismo con características chinas pudieran resumirse: A) adecuación ideológica marxista-leninista-maoista; B) sistema híbrido (socialismo-mercado); C) chinocentrismo (cultura ancestral+desarrollo interno). Culturalmente, los chinos la tienen mucho más fácil que Occidente, que tiende al maniqueismo, a ver todo en blanco y negro, vida o muerte, seguridad nacional o guerra.

Durante mucho tiempo, el PCCh, a tono con los movimientos modernizadores que arrancan del siglo XIX, también culpó a la cultura tradicional del atraso del país. El maoísmo no fue confuciano; no obstante, con Hu Jintao (2002-2012), se auspició un giro en ese sentido a pesar de resistencias internas. Hoy, el PCCh reivindica el valor de la cultura tradicional en parte para blindarse de la penetración liberal occidental.

En lo económico, Deng abrió espacio a lo privado, al mercado, eso sí, estableciendo los cuatro principios irrenunciables -entre ellos el liderazgo del PCCh- y asegurando la propiedad pública sobre los sectores estratégicos, sólidamente controlados por el PC. La economía privada china es muy importante pero el timón económico radica en el PCCh y las empresas estatales. Hay mercado, pero la planificación es la piedra angular de la economía.

No pocos comunistas niegan el carácter socialista de la actual China, pero es preciso conocer, estudiar y respetar lo que decide la sociedad y en especial el PCCh.

China es muy compleja; de los primeros años, en que se imaginaba la construcción socialista en unos lustros, se ha pasado a reconocer que la fase inicial de edificación del socialismo pudiera durar un siglo, o quizá más. Y en ese proceso lo importante es desarrollar las fuerzas productivas para generar la riqueza que el socialismo debe redistribuir.

Hay, en la China actual, indicios, métodos, términos, claramente asociables al capitalismo, pero las bases sobre las que se construyó la China Popular siguen invulnerables y el aparato estatal en manos del PCCh. Las clases emergentes, salidas de las reformas, no han podido apropiarse del Estado. Deng lo dijo: «como secuela de las reformas surgirán capitalistas pero si el PC consiente en que se configuren como una clase social hostil que le dispute el poder, la reforma fracasará». Así, los funcionarios del PCCh actúan para mantener a raya a las clases que pudieran estar interesadas en usurpar el poder popular.

El lider actual de China

Xi Jinping ha recuperado un lenguaje más de izquierda que sus antecesores, producto de su formación. Xi fue el joven que vivió en una cueva y se trasformó en el adalid de China. Hace cinco décadas, cuando la Revolución Cultural envolvió a Beijing, Xi Jinping, que tenía 15 años, se embarcó en la dura vida rural del interior de China. Yan’an, la región donde Xi laboró como agricultor, había sido un bastión comunista durante la guerra civil. Ahora, cuando Xi confirma su segundo período en el poder, está al mando de una superpotencia creciente y confiada, preparada para profundizar el socialismo luego del salto cuántico, científico-comercial-industrial, de su primer gobierno.

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XI compartió la cueva con otros tres jóvenes. Uno de ellos Lu Housheng, dijo en 2015: «Todo lo que teníamos para comer en esa época era avena, hierbas y bollos cocidos al vapor… cuando tienes hambre no importa lo que comes».

En la noche, Xi se retiraba para leer a la luz de una lámpara de querosén, era un lector voraz. Según Lu, Xi no jugaba al póker, como otros jóvenes, ni se desvivía por las fiestas, era un estudioso que solo pensaba en el futuro de China. A los 18 años se sintió preparado para embarcarse en su carrera política, se unió a la Juventud Comunista y a los 21 logró entrar al PC. Después de la Revolución Cultural, «eligió vivir como un auténtico comunista».

Primero se convirtió en oficial del ejército a fines de los 1970 y después, trabajó en una variedad de cargos de liderazgo provincial en los que ascendió de rango. Xi sobrellevaba los traumas de su soledad en la cueva de Yan’an. Su reserva, o quizá su timidez contribuyeron al fracaso de su primer matrimonio. Luego se casaría con su actual esposa, una famosa cantante. Incluso ya entrado en los 50 años, siendo un alto líder del Partido, siempre se mostraba muy competente y poco llamativo. Los tenía a todos absortos. Cuando todos lo veían como el líder del PCCh, en el 2012, Xi fue elegido por consenso.

La firmeza de Xi ante el poder seductor de los valores liberales ha sido feroz: «Si nuestro pueblo no puede salvaguardar los valores morales que lo han formado y desarrollado, y en lugar de ello repite de forma indiscriminada y ciega los valores morales de Occidente, entonces será necesario preguntar –de manera genuina– si estamos decididos a perder nuestro ethos independiente como país y como pueblo». Durante siglos los chinos se esforzaron en equilibrar los principios de poder blando y poder duro –llamados fuerza y virtud– ejercitando la autoridad absoluta y a la vez reconociendo su deber de asistencia pública.

Al celebrar la historia comunista de China, Xi ha sido cuidadoso en equilibrar la admiración por el presidente Mao y por su sucesor Deng Xiaoping, al parlamentar de marxismo y mercados, reafirmando la esencia comunista de China en la edificación del socialismo, que tenga la paz como consigna sin aflojar en la defensa de la patria y en la de sus amigos y aliados: «Para el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista (2021) China será modestamente próspera y para el centenario de la toma del poder (2049), China será un país totalmente desarrollado, rico y poderoso».

El partido

El PCCh tiene más de 90 millones de militantes, por lo tanto, aunque el Partido se esfuerce por propagar una imagen unitaria lo cierto es que en él cohabitan varias tendencias. La propaganda occidental habla de príncipes rojos, de liberales y conservadores, de clanes territoriales, de neomaoístas, de nueva izquierda, etc. Sin embargo la clave está en el mantenimiento del rumbo socialista como pretende hacerlo Xi, sin ceder a las presiones de Occidente. Esto, sin duda, no deja de influir en el modelo, que en lo básico se expresa en términos de soberanía, generando un amplio consenso entre su dirigencia: Ni G2 ni G8, ni tripolaridad, etc.. Mejor, BAII, BRICS, OCS, Franja y Ruta…. Xi, está consolidando esta forma, sin abandonar el modelo internacionalista del socialismo chino. Más bien profundizándolo y educando a la juventud para defenderlo.

La guerra ideológico-comercial que llevan adelante EU y la UE contra China ha ido “in crescendo” hasta tornarse en el inicio de una nueva guerra fría, que incluye a Hong Kong, Taiwán, el mar meridional de China y la expansión comercial en África, Latinoamérica, Asia Occidental y Europa. Todo apunta a escenarios volátiles de transformación en el que siguiendo la trampa de Tucídides, no es descartable una guerra formal, como lo señalan las tensiones en el mar de China o en el estrecho de Taiwán. EU sabe que China no es la URSS y el escenario pospandémico que se abre apunta a una mayor fragmentación de Occidente, e incertidumbre en el sistema multilateral y el globalismo. Todo esto fortalece a Xi y debilita a EU y a la UE. Así, un mundo liderado por China es la variable que tiene altas probabilidades para el 2028.

Mas avances y tecnológicos

Si el adelanto sideral chino es indiscutible, lo mismo puede decirse del avance terrestre. En diciembre 2020 regresó a su base el buque oceánico que consiguió la mayor inmersión marítima con humanos en la Fosa de las Marianas (10.909 m. en el Abismo Challenger). También de aquí se extrajeron muestras desconocidas.

Y en lo virtual, también China ha superado a EE. UU. La supercomputación cuántica de China demostró que en 100 segundos puede hacer un cálculo que llevaría 1.000 millones de años realizarlo con la «supercomputadora» de Google.
Corolario

La patología de EE. UU. y la Unión Europea por hegemonizar al mundo los ha llevado a la necedad y al aislamiento, su dominio se derrumba como un castillo de arena; esto ha hecho declarar a Beijing en boca de su canciller Wang Yi: No necesitamos un mundo en el que China se convierta en otro EE. UU. Eso no es racional ni factible. Más bien, EE. UU. debería intentar mutar en un mejor país… la alta cualidad de salvaguardar el liderazgo es mediante la auto superación constante, en vez de bloquear y sancionar el desarrollo de otras naciones».

En resumen, China espera en el 2021, someter al coronavirus, reactivar la económía a valores de crecimiento del 9%, fortalecer su liderazgo en la alta tecnología, diseñar el nuevo plan quinquenal y construir una estación espacial propia.
Indica el periódico chino Global Times: «Confianza, esperanza, coraje, visión y expectativas positivas, son las palabras clave que describen las sensibilidades del pueblo chino al comienzo de un nuevo año y lo impulsan a hacer de su país el líder de un Nuevo Orden multipolar… Según las Perspectivas de la economía mundial del FMI, el crecimiento del PIB chino en 2021 se acelerará hasta el 8,2% sobre la base de 2020, y el análisis indicó que se espera que la proporción de crecimiento global al que contribuirá China en el nuevo año alcance el 27% o más, basado en el índice manufacrurero chino (PMI) que fue de 52% en dic. 2020, lo que indica un impulso de expansión continuo…».

Además, el éxito de la RCEP (15 países de Asia y Oceanía fundan la mayor asociación mundial de comercio), y el Acuerdo Integral de Inversión China-UE (CAI ) son un testimonio del exponencial ascenso de China.

 

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