«Hoy puede ser un gran día»

Joan Manuel Serrat se despidió con un último gran día

Joan Manuel Serrat
24 de diciembre, 2022 - 1:48 pm
El Pais de España

Joan Manuel Serrat estaba emocionado y su voz, con huellas de décadas de vida y de profesión, temblaba al hablar, como también lo hacía al cantar, otorgándole así la autoridad del abuelo que cuenta a sus boquiabiertos nietos cosas que aún no saben

 

Hay pocas cosas en la vida que se hacen sabiendo que esa, precisamente esa, es la última vez que se hace. La vida no suele dejar muchas despedidas conscientes, pasan cosas que un día dejan de pasar y ya está.

Eso hay que agradecer a Joan Manuel Serrat, haber brindado a su público una despedida oficial. «Proclamo mi despido por voluntad propia», dijo al iniciarse la noche. Sí, compondrá, cantará e incluso igual aparece en algún escenario como invitado, pero nunca más Serrat será Serrat en concierto.

Era la última vez, en un Palau Sant Jordi lleno, con todo el púbico sentado. Allí se despidió también de aquel chaval que hace décadas sintió por vez primera el vértigo de cantar ante alguien más que amigos y familia. La noche del viernes, tras seis décadas de escenarios, todo el mundo fue su familia en el adiós. En su ciudad natal. Y se emocionaron hasta las sillas.

Porque Serrat deja los escenarios de verdad, no como un torero de coleta de quita y pon. Saber retirarse es un éxito; antes partir que decaer tirando solo de la admiración y empatía de un público que se lo perdonaría todo por lo que le debe. Partir y dejar una noche para la historia, esas noches en las que una multitud, más de 15.000 personas en su postrer concierto, incontables en los otros 71 de la gira, parecen una sola persona porque sienten lo mismo, cada uno con sus recuerdos.

Joan Manuel Serrat

Más de 15 mil personas se reunieron en el Palau Sant Jordi, en Barcelona, para despedir al cantante de los escenarios

Sí, Serrat ha escogido el momento, cercana su octava década de vida (cumple el martes 79 años ), tras hilvanar la crónica musical de los cambios que su barrio, su ciudad, su país y el mundo entero han protagonizado en este tiempo. Por eso el ambiente era una mezcla de congoja y alegría, de sentimientos vividos hacia dentro, como la planta que toma el agua de la tierra sin que nadie lo vea. Y de aplausos y ovaciones hacia afuera, como cuando la flor se abre y se muestra sin pudor.

Dado que estaba en casa, el repertorio varió con respecto a otros conciertos, y el catalán ganó peso en el cancionero mediante gemas como Seria fantàstic o la juvenil Me’n vaig a peu que compartieron protagonismo en el arranque del recital con esa Cançó de bressol en la que también suena el castellano, algo muy propio de quien ya mezcla raíces en su propio nombre de pila.

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Serrat estaba emocionado y su voz, con huellas de décadas de vida y de profesión, temblaba al hablar, como también lo hacía al cantar, otorgándole así la autoridad del abuelo que cuenta a sus boquiabiertos nietos cosas que ellos aún no saben que recordarán de por vida.

Y aunque «los nietos» de Joan Manuel Serrat fuesen la noche del viernes también abuelos en sus vidas, y conozcan de primera mano alguna de las cosas que les contó, no dejaron de ser criaturas rejuvenecidas por el cancionero de Serrat. En realidad, todo el público fue a la vez abuela, madre y nieto, incluidos el presidente Pedro Sánchez (50 años) y Ada Colau (48), dos representantes del nutrido grupo de políticos presentes en el concierto.

Y todo ello fue así porque Serrat ha explicado el mundo con palabras tan llanas que parece, craso error, que cualquiera podría escribirlas: lo intrincado de la llaneza. El costumbrismo puede ser solo polvo sobre un objeto, pero el costumbrismo de Serrat es el objeto mismo, es la vida hecha canción con palabras enhebradas por una sensibilidad de calle, de barrio, ni cursi ni barroca, sencilla y honda. Y ya se sabe que las canciones son lo último que el cerebro borra cuando vuela hacia las nubes del olvido.

Captura de pantalla 2022 12 24 a las 13.07.34Así, la última noche de Serrat sobre un escenario fue una noche de recuerdos. Él, de americana marrón estampada, camisa y pantalón negros de calle, el entarimado tapizado por atrás en rojo, con una pantalla en la que convivieron corazones, fotos en blanco y negro, tiovivos, viñetas de tebeo, grafitis, cielos, la mirada incandescente de Picasso o las calles de Barcelona.

Y Serrat no permitió que la melancolía arrugase una velada tan tersa, intentando pilotar la nave hacia la diversión que él prometió en sus primeras alocuciones.

Lo ayudaron una banda de cómplices encabezada por Josep Mas Kitflus y Ricard Miralles, completada con David Palau, Úrsula Amargós, Vicente Climent, Raimón Ferrer y José Miguel Pérez Sagaste, un grupo con contrabajo y viola, con saxos y clarinete, teclados y piano, batería acariciada y unos arreglos que en ocasiones enmascaraban la canción hasta que sus primeras palabras situaban al público, que entonces aplaudía. Y, en un buen ramillete de piezas, Serrat con su guitarra, no necesaria musicalmente, sí para fijar aquella imagen del chaval que comenzaba cuando las neveras eran armarios con una barra de hielo.

No sospechaba entonces que se comería el mundo hasta en tiempos de metaverso. Caía No hago otra cosa que pensar en ti, el público cantaba y se mecía. Y quedaba claro que mirar con ternura es más fácil que escribir sobre amor como Serrat lo ha hecho. De igual manera que el ecologismo de soflama marchitaba en comparación con Pare o Plany al mar, donde el Palau volvía a caer en la cuenta de la fealdad de unos tiempos que han llenado el mar de cadáveres y de plástico, como recordó presentándolas en una noche de invierno con temperatura casi primaveral.

Pero, por una vez, lo feo se quedó en la puerta de lo que fue un paréntesis emocional que casi pudo medirse en escala Richter. Todo el mundo se despedía de algo íntimo, despidiéndose de Serrat.

Luis Hidalgo para El País (España)

joan manuel serrat durante el concierto de despedida de barcelona el 20 de diciembre de 2022 en el palau sant jordi 1

¡Hasta siempre!

 

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