Esos años

9 de febrero, 2014 - 3:32 pm
Redacción Diario Qué Pasa

1949 año de bonanza petrolera,  «cuadros de familias» como decía mi papa, se desplazaban  de un campo petrolero a otro. Era nuestro caso,  todos íbamos naciendo y recorriendo el estado y jugando con el petróleo acumulado en los balancines que estaban siempre en el patio de cada casa donde llegábamos a vivir. Nuestras partidas de nacimiento plasmaron los nombres de cada uno de esos campos Mene Grande, San Lorenzo, Lagunillas, Bachaquero, Cabimas  y Maracaibo.

1966 la mudanza llego a unas casas altas, adosadas con techos de tejas naranja vivo, la dirección  marcaba 3C-42. Era la calle 67 del sector La Lago en Maracaibo donde meses mas tarde nos tirábamos bajadita abajo con los patines unión 5. Entramos corriendo a recorrer la casa y mama alegre decía: pasan carritos por puestos y el bus de La Lago que recorriendo el sector te llevan al centro. Frente esta el  Campo Creole con sus matas de mango, níspero y coco.

Los  fines de semana mis 2 hermanas mayores y mi hermano se preparaban para disfrutar de lo que ellos llamaban un vermouth ¿una niña de 8 años no sabia que era eso? y se marchaban a la discoteca Pitágoras que en el Campo Creole también estaba. Recuerdo el club que proyectaba las películas, llevábamos las banquetas y debajo de las matas las veíamos todos juntos era el hoy, Lago Maracaibo Club, que aun continua allí. Había un comando de la Guardia Nacional, donde papa era el comandante del puesto, cuya edificación parecía palafitos de concreto, fue la sede del Colegio Alemán, hoy el complejo residencial Virginia Country.

El hospital veterinario hoy en el mismo lugar, la escuela de los niños y niñas especiales donde ponían los mangos maduritos en la cerca bajita (AZUPANE). El Hospital Coromoto oasis de salud donde atendían a mi sobrinito de “cortesía” cuando un malestar le aquejaba. Sus jardines y árboles frondosos nos recibían con nuestras sillas de extensión que al hombro llevábamos  para cómodamente sentarnos a estudiar.

El domingo papa nos llevo a la iglesia después de peinarnos con su peine de bolsillo chiquito. Un galpón de la cigarrillera Bigott nos recibió comenzaba lo que hoy día es la iglesia el Rosario.

Nos sentábamos en el frente de la casa en la noche y nos poníamos a jugar con el significado de las siglas del aviso luminoso que estaba en el techo del hoy edificio del Unicentro Virginia que decían IVP (Instituto Venezolano de Petroquímica). Frente de ese edificio un sitio llamado LAREDO donde se caminaba por granzones  hasta llegar a las  mesitas de tope de granito pulido que llamaban mi atención, servían  helados Alfa que venían en potes de cartón,  a los carros que llegaban le colocaban una bandeja en la ventana y las parejas de novios se cortejaban.
En esos años llegamos a Maracaibo como otro «cuadro de familia» más como decía mi papa, donde un mundo nuevo giro para nuestra familia en el Campo Creole, el último campo petrolero que conocimos.

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