Sería una ilusión pensar que la sociedad colombiana está unida, más allá de las profundas diferencias de la división de clase, las víctimas del conflicto armado, pero de manera especial, las víctimas de la explotación del modo de producción capitalista, se plantean por primera vez en mucho tiempo votar con todos los sentidos tapados por el menos malo de los candidatos a la presidencia, para avanzar en una tentativa, verdaderamente seria para alcanzar la paz.
El otro, el zurriaga, como lo nombrara una ama de casa del llano colombiano, es también el malvado guasón del imperialismo. La opción del fascismo que quiere desatar la guerra con los países vecinos y consolidar a Colombia como protectorado del capital financiero que ha arruinado a los campesinos colombianos, a los pequeños comerciantes, ha precarizado el empleo en medio de la más descarada flexibilización laboral, expresada en la ley 50 y en otras, no menos terribles.
La gran mayoría del electorado que va a votar por la paz, no es santista, ni pretende serlo; ellos saben muy bien que Santos es otro de los peones del imperialismo; es el hombre que encabezó la estrategia militar para acabar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y que convalidó la política económica del capo Álvaro Uribe Vélez, pero también saben que ahora el candidato presidente ha tomado distancia de la política de tierra arrasada proclamada por el uribismo y ejecutada por las bandas del terrorismo paramilitar, responsable de decenas de miles de crímenes atroces y que han provocado un poco más de siete millones de desplazados.
La candidatura de la paz ha convocado un chiripero, como el que convocó la candidatura de Caldera en Venezuela, en torno al apoyo del resbaladizo Santos, hijo directo de la oligarquía colombiana que también se siente amenazada por el terrorismo fascista que exterioriza el malvado guasón, que ya se creía presidente. En ese chiripero hay movimientos sociales y destacamentos políticos que han adversado a Santos, pero que ahora comprenden que este candidato presidente, es la más clara opción para romper el bipartidismo liberal conservador que tanta miseria y tanta guerra de exterminio al pueblo trabajador, le ha dado a la sociedad colombiana.
En esa unidad acelerada para enfrentar al fascismo terrorista, del cual Santos promete deslindarse definitivamente, se han visto adhesiones conmovedoras como la de Roberto Sáenz, hermano del camarada Alfonso Cano, comandante de las FARC-EP, asesinados al igual que gran parte de la comandancia del EP para la liberación de Colombia, por el mismísimo Santos; Sáenz, actuando como vocero de movimientos ambientalistas, se abraza con el asesino de su hermano en un esfuerzo supremo para avanzar frente al guerrerismo fascista dirigido directamente por el imperialismo, y que amenaza no solo a Colombia, sino a toda Latinoamérica y el Caribe.
La victoria del chiripero neogranadino marcará sin duda un nuevo rumbo para la política colombiana, signada por el bipartidismo desde hace más de un siglo; significará el inicio de un despertar del pueblo trabajador, aterrorizado por el paramilitarismo y las secuelas del conflicto armado. El susto nacional colombiano, en medio del cual se han firmado los repugnantes tratados de libre comercio, estaría a punto de romperse.
No sería aventurado pronosticar que la histórica y alta abstención de las últimas elecciones en Colombia se rompa también, y la opción de la vida y la convivencia, salga a votar por la paz.
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