Cuento: Los Zarcillos Ámbar

CUENTA
5 de febrero, 2017 - 12:37 pm
Herwin Godoy / [email protected]

Ilustración: Andrea Govea / Roland Stewart

María Emiliana vivía en una ciudad como la tuya grande y bonita donde la mayoría de la gente es amable, cortés, respetuosa, recicla y trata bien a los demás, tenía 9 años y como toda niña de su edad comenzaba a preocuparse por su aspecto aunque no tenía por qué pues tenía una belleza natural que adornaba por un sonrisa que reflejaba felicidad y eso siempre hace lucir a la gente más bonita.

Un día mientras caminaba hacia la escuela, vio como algo brillaba en el suelo, se apresuró para tomarlo para darse cuenta que eran un par de zarcillos de metal dorado y muchas figuras labradas con piedras ámbar en las puntas, eran hermosos y le vendrían bien con todo lo que se pusiera.

Los tomó y de inmediato comenzó a imaginar lo hermosa que se vería al ponérselos y que pronto sería la envidia del lugar.

Sin pensarlo dos veces los guardó en su bolso y se fue a clases.

niña rubia

Al llegar allí vio a Clarita una de las niñas más odiosas de su salón, de esas que se burla de todo el mundo, dice que es mejor que los demás y maltrata hasta a sus amigas solo por el hecho de tener más dinero, estaba sentada en una banca triste, inclusive una lágrima corría por su mejilla.

Algo le pasaba, pero ¿Qué? Como era la hora de entrada no se pudo enterar la razón y de todas maneras así quisiera probablemente Clara no se lo diría, después de todo eran solo compañeras de salón.

Pasaban las horas y Clara había convertido su tristeza en mal humor mientras que María se llenaba de curiosidad por saber qué le pasaba.

NIÑA TRAJE MORADO

A la hora del recreo, María Emiliana se probó los zarcillos en el baño y se llenó de emoción pues se veía hermosa, aunque tuvo que quitárselos inmediatamente porque en su colegio estaba prohibido el uso de este tipo de prendas.

Justo a la hora de la salida María escuchó cómo Clara hablaba por celular.

No sé dónde están los he buscado desde que llegué al colegio y no los veo, sé que me dijiste que no los tomara, que no son míos, pero son muy bonitos y quería mostrarlos, decía Clara mientras hablaba con su mamá.

María Emiliana entendió inmediatamente que los zarcillos eran de Clara.

Cónchale —pensó— justo cuando me encuentro algo bonito tengo que saber quién es la dueña.

– No se los voy a entregar ella es muy mala con todo el mundo no lo merece, concluyó mientras caminaba hacia la puerta del colegio.

De inmediato recordó la clase que había tenido la semana anterior acerca de la honestidad e imaginó a sus padres llamándole la atención por no haberlos devuelto, en su casa el valor de la honestidad era muy importante.

Se devolvió, sacó los zarcillos del bolsillo y se los mostró a Clara.

– ¿Chama se te perdió esto? Preguntó María.

Al verlos a Clara se le iluminó el rostro de inmediato y abrazó a María dándole las gracias, luego salió corriendo hasta su casa.

María se quedó allí, sintiendo algo más agradable que lo que había sentido cuando encontró los zarcillos, una paz y una alegría que brillaba más que las piedras ámbar y que sin lugar a dudas la hacía sentir más bonita.

Y aunque Clara no se volvió buena de inmediato esta lección y otras más la ayudaron a cambiar poco a poco, pero María Emiliana sí se volvió mejor persona y desde ese entonces entendió que ayudar a los demás vale más que cualquier tesoro.

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