Maracaibo — La Curva de Molina, al final de la avenida La Limpia, pertenece a la parroquia Venancio Pulgar y es un punto neurálgico para la movilización de los habitantes de los sectores del oeste marabino. Los vecinos deben lidiar con múltiples carencias por la falta de planificación urbana en esta zona, para sumarle el caos persistente en la Curva.
Las ordenanzas y normativas de convivencia establecidas en los tres niveles de Gobierno —nacional, regional y municipal—, brillan por su ausencia. En las cuatro esquinas de la Curva está la basura al lado de la comida, los peatones caminando por la vía, las aceras llenas de desechos y comerciantes informales, por supuesto, todo esto mientras el tránsito vehicular colapsa entre lo antes mencionado y trata de conseguir un pedazo de carretera sin huecos.
En este caos convergen el olor y el hedor. La anarquía se traslada a quienes buscan un espacio para desarrollar sus actividades.
Basta con acercarse a la zona para evidenciar la necesidad urgente de la aplicación de políticas públicas que, sin excusas, reorganicen cada ocupación comercial, velen por mantener el ornato para elevar las condiciones de seguridad exigida por propios y extraños, algo que esperan ocurra con la terminal prometida, así como el resto de lo planificado por los recién electos concejales.
Como lavaplatos al aire libre es utilizada la acera, por los empleados de los restaurantes que lavan y lanzan el agua con jabón a la calle deteriorada.
A los peatones le toca ocupar el paso de los carros porque las aceras están llenas de basura y buhoneros.
La isla central está desbordada de escombros cubierto de moscas.
Los conductores del transporte público se quejan por esquivar los huecos y las personas que se atraviesan por todos lados.
Comidas y bebidas son preparadas en altas condiciones de insalubridad.
Fotos: Dabelis Delgado
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