2013: Un año crucial 2014: Un año de reafirmación

31 de diciembre, 2013 - 2:14 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Termina el año 2013 cargado de importantísimos y trascendentes acontecimientos, siendo el más impactante, de entre todos ellos, la muerte del comandante eterno, Hugo Rafael Chávez Frías, aquel desolador 5 de marzo en el cual se tendió un manto de oscuridad sobre  Venezuela y se enlutó la América Latina y a muchos grandes países de los otros cuatro continentes de la Tierra.

Chávez no supo cuánto impactó su inteligencia, agitada y voraz, para cultivar su pensamiento político, traducido en doctrina y acción; cuanto su verbo, lúcido y brillante; cuanto su simpatía, encantadora y campechana; cuanto su valor, sereno pero decidido; su emoción, que se transmitía con la rapidez y sonoridad del rayo y, su amor, por la Patria y su pueblo, al que se entregó en alma, vida y corazón: De verdad que lo dio todo.

No se había terminado de sepultar el cadáver de tan excelso líder, cuando la dinámica del quehacer nos impuso la elección del Presidente que debía sucederlo, resultando electo su pupilo, del cual fue Chávez su mentor, Nicolás Maduro Moros, elegido en medio de grandes expectativas, feroz contienda y apretado resultado: Momentos difíciles comenzó a vivir la República, contra cuya estabilidad democrática, paz social, libertad política y orden público conspiraron las fuerzas del mal, propias y extranjeras.

Transcurrieron los meses que corren del 14 de abril al 8 de diciembre y al Presidente Constitucional y Jefe del Estado, le dieron guerra y sin cuartel; lo atacaron por todos los flancos en medio de la más brutal incitación a la violencia, física, moral y espiritual: Fueron ocho meses —abril/noviembre— en los cuales, el Presidente, fue mostrando sus cualidades, aunque siempre desdibujadas por la oposición, de la cual, por momentos, se irradió odio.

En medio de ese ambiente llegamos a la elección de alcaldes y concejales, en todos los municipios y parroquias del país y en esta etapa nos topamos con un verdadero estadista que supo mover a su pueblo, en el momento oportuno y apuntando a un blanco que, de darle en la diana, lo impactaría en la línea de flotación y los enemigos del pueblo perderían gran parte de su poder, y así ocurrió.

Con su Defensa de la Economía, Nicolás Maduro venció la Guerra Económica, que los más grandes poderes institucionales del país, aliados con la obcecada oposición, le habían declarado con criminal desfachatez y por segunda vez —abril 2002 y diciembre 2013—, al Gobierno Nacional y a todas las fuerzas aliadas al oficialismo.

La victoria de Nicolás Maduro, al frente del Estado, salvó, como dijimos en editorial anterior, a Venezuela, a la libertad, a la democracia y al orden político y social, al vencer la maldad y la artería de sus enemigos, porque son eso, enemigos, que no adversarios, oponentes, antagonistas o como quiera se autocalifiquen para disimular que llevan, en el alma y en la mente, el propósito de derrocar el Gobierno al precio que sea, aún con muertos.

La victoria contundente de Nicolás Maduro fue el toque de arrebato para la oposición: Quedaron sin saber qué hacer, ni a dónde ir y el liderazgo que habían construido los medios, a fuerza de realasos despilfarrados, en páginas de periódicos y en tiempos de radio y televisión se desvaneció, se volvió sal y agua y solo quedó el caparazón de Capriles.

En decisión magistral, el Presidente de la República convocó, antes de las elecciones, a una reunión cumbre que habría de celebrarse con los gobernadores en ejercicio y con los alcaldes electos tan pronto estos fueran proclamados por el CNE: El encuentro se produjo en medio de grandes expectativas y resultó un acontecimiento nacional.

Llegamos al fin del año en paz, ocupando cada cual el puesto que le corresponde, aunque los empresarios, por si o por boca de sus voceros, no terminan de pronosticar desabastecimiento, carencias, crisis, algunos hasta dibujan un cuadro desolador y de nuevo, como han venido comportándose desde que Chávez se postuló para presidente, en 1998, pronostican la hecatombe, sin aceptar la realidad: El pueblo está dispuesto a sacrificarse en aras de su revolución.

No entienden los capitanes de empresa —solo son eso, capitanes— que las masas no viven en el este de Caracas, ni en las urbanizaciones de las capitales de los estados; no, el pueblo vive en las barriadas en cantidad de muchos millones de seres que tienen fe en la reivindicación de sus derechos y convencidos están que caminan hacia un mundo mejor.

De lo otro que todavía no se han percibido los dirigentes de las empresas y de las organizaciones e instituciones de la sociedad, es que por algo Hugo Chávez designó, como su sucesor en el mando, a Nicolás Maduro quien, con tacto, sin pausa, pero con medida, evaluando los tiempos, se ha ido colando por los intersticios del tramado social y tiene el control del país en sus manos.

Despreciaron a Maduro, como inicialmente repudiaron a Chávez, dos conductas, cada una en su momento, deleznables, torpes, prepotentes y le han causado a Venezuela una suma de males, tales, que jamás podrán reparar, aunque sí los pagarán, y a precio de oro: El país sigue su marcha aunque ellos no estén presentes o contra la voluntad de ellos. El pueblo pareciera decir: Si tenemos que vivir y sufrir momentos de crisis, que así sea.

En la República termina el año, 2013, en un ambiente de serenidad, donde cada quien sabe en qué lugar  está y que puesto le corresponde ocupar; estamos en el albor del año 2014 y si bien el pueblo se siente optimista y contento, no es menos cierto que sabe las dificultades que se anuncian, algunas de ellas serias y de cuidado, pero está preparado para salir adelante.
Venezuela está en paz y es libre, democrática y soberana.

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