Hagamos cuanto tenemos que hacer

14 de diciembre, 2015 - 12:37 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Foto: Cortesía

Llegó la hora de poner la Casa en orden y, al hablar de la Casa, me refiero al Gobierno y al partido.

El Presidente, en su condición de líder supremo, por derecho y pertinencia, de ambos espacios políticos debe separar, los poderes del Estado, de las facultades del Partido Socialista Unido de Venezuela, teniendo ambos, partido y gobierno, una cabeza única, pública y notoria: El Presidente de la República y jefe del Estado.

El Presidente debe tener en el PSUV, por fuerza de los hechos, el defensor activo y agitador dinámico de las líneas políticas que asuma el gobierno y a su vez el partido debe ejercer el Poder Contralor de la Gestión de la Administración Pública, en todos los niveles de la misma y, como consecuencia de este principio, indeclinable e insustituible, los funcionarios públicos no pueden ser miembros, —en lo nacional, regional, municipal o parroquial— de la dirección del partido en ninguno de sus niveles de acción.

Los gobernadores de Estado y los alcaldes tendrán acceso directo a la dirección Estadal o Municipal del PSUV, según el caso, así como la dirección del partido deberá reunirse, cuando fuere necesario, con el gobernador o los alcaldes y, el Intendente Municipal y los Parroquiales, tendrán que hacer lo propio con las direcciones parroquiales del partido.

A todo evento, con la excepción del Presidente de la República y a su vez, Presidente del PSUV, ningún miembro de las diferentes direcciones políticas del partido, nacionales, regionales, municipales y parroquiales podrá ejercer funciones administrativas dentro del ámbito público.

Los miembros de las diferentes instancias de acción político-partidista, serán escogidos, en elecciones directas y secretas, por la militancia del PSUV, pudiendo ejercer el derecho a veto, sobre cualquier candidato, el Presidente Nacional del Partido.

Los resultados del 6-D golpearon durísimo a todos los miembros del PSUV y demás partidos del Polo Patriótico, así como a los seguidores independientes y ello debido, a mi juicio, al inmenso poder administrativo, político y operativo de los funcionarios al servicio del Gobierno nacional, regional y municipal, para quienes el partido siempre fue un apéndice, algo que no pocas veces estorbó o fue una carga incómoda y no como realmente es y así tiene que aceptársele: Agente del pensamiento y vida de nuestro quehacer político.

El PSUV es el depositario de la doctrina política que enriquece al partido hasta convertirla en la razón de hacer de la militancia y las masas que a él se van afiliando, dando vida y esperanza a los hombres y mujeres, de todas las edades, profesiones, vocaciones y ocupaciones, como elemento fundamental, esencial, imprescindible y de mayor jerarquía para cuantos quieren saberse y sentirse dueños de su destino o luchando por alcanzar la propiedad plena de este.

Nunca debemos olvidar que el partido, en aquel momento el MVR, hizo posible que el comandante, Hugo Rafael Chávez Frías, fuera Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, sucedido a su prematura y nunca suficientemente sentida y llorada muerte, por Nicolás Maduro Moros: Jamás perdamos el norte.

Sin un partido poderoso, promotor de una sólida e imbatible doctrina política, siendo en su quehacer flagelo de la corrupción, a la vez que eficiente, efectivo gestor y custodio de los derechos de un pueblo en búsqueda de justicia social, perderemos la militancia —como ya perdimos parte de ella este aciago 6-D— en medio de una sangría que de seguir, nos llevaría a perder el ejercicio del Poder Popular.

¡Qué Dios ilumine a cuantos controlan y dirigen al Partido Socialista Unido de Venezuela!             

Gastón Guisandes López
Editor

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