Diablos Danzantes: la supremacía del bien sobre el mal

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4 de junio, 2015 - 7:57 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Luego de la declaración de la Unesco se ha incrementado el número de diablos

Fotos: Agencias

Declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, un jueves de cada año se celebra una de las tradiciones más arraigadas del pueblo venezolano

Hoy se cumplen nueve jueves después del Jueves Santo y la celebración del Corpus Christi retumba desde ya al repique de la caja y el tambor por las calles de San Francisco de Yare, en el estado Miranda, así como en otras poblaciones del país. El colorido de los vestuarios y máscaras dan el inicio de una tradición que desde el 2012 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, determinado así por la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (Unesco).

En Venezuela existen 11 cofradías que representan a los Diablos Danzantes, cada una ha incluido símbolos distintos, pero todas realizan una procesión popular donde manifiestan la religiosidad, la fe y la devoción que de familia en familia ha ido creciendo.

De tres capataces, cinco arreadores, primer cajero, segundo cajero, auxiliar, un capataz mujer, un asistente del primer capataz, un asistente de al segundo capataz, porta-estandarte, promeseros, promeseras; está integrada la procesión. Estos últimos realizan danzas alrededor y luego van frente a la iglesia donde inician la tradicional lucha del bien contra el mal.

Con el rojo prevaleciente en máscaras y vestuarios, los Diablos Danzantes se arrodillan ante el Santísimo en señal de sumisión, culminando de esa manera el recorrido de la procesión.

La historia de un diablo

A los cinco años comenzó a bailar como diablo en la cofradía. En aquellos días de 1965 sólo había 12 diablos comprometidos en su fe y en el arraigo ancestral de honrar al Santísimo Sacramento en Naiguatá, pueblo capital de la parroquia que lleva su mismo nombre, en el estado Vargas.

Con el ejemplo de su abuelo Ciriaco, y luego  de su padre Norberto, ambos diablos mayores de la cofradía cada uno en su momento, actualmente Norberto Iriarte (hijo) lleva este mismo nombramiento que sólo lo da el orden jerárquico regido por la antigüedad dentro de la sociedad de danzantes activos.

«Llevo 50 años bailando diablo», dijo frente al Rincón de Beto, especie de altar familiar alzado en memoria de su padre, afirmó estar comprometido no solo con ser un buen diablo, sino con velar por el apego hacia las manifestaciones originarias que permitieron que los Diablos Danzantes de Naiguatá fuesen declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en diciembre de 2012, por la Unesco.

«Siento que tengo que continuar los pasos y la enseñanza de mi abuelo y mi padre. Siempre pensé que llegaría el momento en que me tocaría llevar esta responsabilidad, por lo tanto la llevo con orgullo, es lo mío», afirmó.

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En Venezuela existen 11 cofradías que realizan la ceremonia tradicionalmente

Colorido y mezcla cultural

Desde el siglo XVII en el país se realiza la ceremonia y producto del sincretismo religioso y la mezcla de culturas india, africana y española, las máscaras de estos diablos deben ser hechas sobre una base de alambre, con motivos marinos, animales domésticos o figuras diabólicas. Dibujadas con colores planos y llamativos, deben abundar en figuras geométricas entre las cuales las cruces son las protagonistas.

De una forma similar deberán ser pintados los trajes, en cuyo centro, a la altura de la espalda y pecho, debe destacar la imagen del Santísimo. A la cadera y hacia la parte posterior deberán ir las campanas, cuyo repicar ahuyenta al maligno.

A diferencia de otros diablos mayores, Norberto no usa una sola máscara sino que cada año se hace una. «Mientras tenga manos yo me hago una nueva (máscara) cada año y así enseño a quiénes vienen aquí para que aprendan y las mantengan dentro de la tradición», dijo.

Más allá de lo estético, Norberto también asumió el rol espiritual que tiene como diablo mayor frente a la cofradía. En los dos últimos años se ha dedicado a cruzar a los muchachos que se han iniciado como diablos, ritual que se realiza previo al Corpus Christi, que se hace para alejar cualquier mal durante la víspera y la celebración al Santísimo.

«El diablo mayor debe saber cruzar: Hay que rezarle las oraciones que han pasado de una generación a otra, colocarles la imagen del Santísimo y las cruces, antes de que empiecen a danzar. Algunos van a la iglesia para que el padre les rece estas imágenes y luego vienen para que yo los cruce. Ellos andarán con esas imágenes hasta que termine la fiesta», explicó.

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Norberto Iriarte desde los 12 años es Diablo Danzante de Naiguatá

Compromiso

Cuenta Norberto que cuando entró a la cofradía había solo 12 diablos. «Cuando entró mi abuelo Ciriaco solo habían seis y él prometió hacer crecer el número de diablos. Cuando él muere, en 1999, ese año habían danzado más de 200 diablos», recordó.

Junto a su abuelo y el grupo de diablos danzantes ya viejos, Norberto se había comprometido en alcanzar algún día el sueño de ser reconocidos patrimonio cultural. La muerte de su padre lleva a Robin a ser diablo mayor, pero Norberto asume la creación y registro de la Asociación de Diablos Danzantes de Naiguatá, hoy con la figura legal de cofradía.

Hoy la cofradía de los diablos danzantes, quizá por el impacto que causó la declaratoria de la Unesco, experimentó un drástico incremento y ya pasa los 1.500 diablos.

«Mi padre y mi abuelo auguraron un aumento en la cantidad de diablos de darse la declaratoria. Quizá podamos luego registrar una baja en la cantidad de diablos, pero lo importante es mantener la tradición con conciencia de lo que ella representa con exactitud», afirmó.

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Las máscaras representan una mezcla de culturas

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