Tres décadas contra el Sida y la meta es evitar 28 millones de contagios

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1 de diciembre, 2014 - 2:06 pm
Redacción Diario Qué Pasa

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Aún no existe una cura definitiva, pero cada vez está más cerca. La prevención es la mejor arma en su contra.

Más de 30 años han pasado desde que una nueva epidemia mermara dramáticamente la salud en la población mundial. Una plaga tan letal que no escatima en género, edad, condición social ni ideología alguna.

Aun cuando la historia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida) era manejado médicamente desde hace más de 50 años,  no fue sino hasta 1983 cuando se le dio nombre y apellido al agente causante de esta enfermedad: Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), luego que un par de años antes se estudiaran varios casos específicos de pacientes que lo padecían.

Enfermedad tabú

En una década de liberación sexual y uso desenfrenado de drogas, el Sida se originó como una epidemia tabú. Los primeros pacientes diagnosticados pertenecían a la comunidad homosexual, lo que la condenó socialmente, incluso hasta nuestros días.

Estudios anteriores determinaron que el VIH fue una mutación de un virus propio de una especie de primate africano que pasó a la sangre humana, adaptándose y reproduciéndose. El contacto sexual es su principal (pero no el único) medio de contagio.

Avance peligroso

Ante la duda, la desinformación, la condena social, el miedo y el rechazo, el Sida fue ganando terreno salpicando no solo a la sociedad sexualmente diversa, sino que todos se convirtieron en víctimas. Una transmisión tan sencilla como una transfusión sanguínea, el uso séptico y compartido de agujas en el caso de los drogadictos, y la cadena de actividad sexual  que degenere en un embarazo pueden ser vectores de contagio.

Para ese entonces, con una enfermedad cruda, dolorosa y rápida, el desconcierto se apoderó de todos. Ya no eran solo los hombres ni los drogadictos: eran mujeres, ancianos, adolescentes y hasta niños los contagiados. Eran actores, profesores, abogados, médicos, indigentes, mujeres embarazadas, pequeños en edad escolar, ancianos, músicos, actores. Podía ser cualquiera quien la padeciera.

La lucha contra el Sida se hizo más fuerte debido a que en ese mismo 1983, la enfermedad también se manifestó en personas heterosexuales. Para 1985 la epidemia se convirtió en pandemia al llegar a todos los continentes. Esta misma lucha ha ganado muchas batallas: la ciencia cada día avanza un poco más con el uso de medicamentos que controlan el virus  e incluso protegen a los fetos del contagio por vía uterina.

Actualmente, la visión es otra. En este siglo se puede vivir con Sida; ya no se habla de una pandemia mortal, pero eso no significa que no pase. Pero no es una vida fácil y mucho menos bien recibida. Aún hay prejuicios y no existe una cura definitiva, pero cada vez está más cerca.

Luchadores

Organizaciones  como las Naciones Unidas tienen una rama dedicada exclusivamente a este flagelo (ONU-Sida), adoptando objetivos que persiguen soluciones a corto, mediano y largo plazo para acabar con esta epidemia y encontrar una cura definitiva.

Los gobiernos de todo el mundo hacen lo propio. Personalidades de todos los estratos también hacen sus aportes. Figuras públicas se suman a la lucha y protagonizan campañas con al único objetivo de educar, informar y combatir al Sida.

Anualmente, la ONU-Sida presenta informes del programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH, tendentes a lograr el fin de la epidemia. Su principal meta es que para el año 2030, el planeta esté libre de este mal, y precisamente el informe más reciente indica que hay que «adoptar un enfoque de actuación inmediata para evitar aproximadamente 28 millones de contagios y 21 millones de muertes relacionadas con la enfermedad».

«Hemos dado un giro a la trayectoria de la epidemia», declaró Michel Sidibé, director ejecutivo de ONU-Sida. «Contamos ahora con cinco años para acabar definitivamente con ella o correr el riesgo de que se dispare hasta estar fuera de nuestro alcance».

Venezuela no está por fuera en esta lucha. El Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS) tiene un Sistema Público Nacional de Salud que garantiza la atención de 43 mil personas (hombres y mujeres, incluyendo embarazadas) que padecen el VIH.

Objetivo 90-90-90

Entre las nuevas metas que se deberían cumplir para 2020, se incluye el objetivo 90-90-90, cuyo fin consiste en conseguir que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico; que el 90% de las personas que tengan conocimiento de su estado seropositivo accedan al tratamiento; y que el 90% que tengan acceso a el, logren una represión viral efectiva.

ONU-Sida calcula que, en junio de 2014, unos 13,6 millones de personas tuvieron acceso a medicamentos antirretrovirales; ello constituye un gran paso hacia adelante para garantizar que 15 millones de personas accedan a dicho tratamiento para 2015. No obstante, todavía queda un largo camino por recorrer para lograr los objetivos 90-90-90. En particular, es necesario llevar a cabo esfuerzos para cerrar la brecha en materia de tratamiento para los niños. Además, se busca reducir la cifra anual de nuevas infecciones por el VIH en más de un 75% hasta llegar a las 500.000 para 2020, así como lograr cero discriminación.

Prevención, la mejor herramienta

– No intercambiar jeringas o agujas con otras personas, porque la sangre infectada pasaría directamente al torrente sanguíneo, y esta es la forma más rápida y eficaz de contagio.

– Usar siempre instrumentos estériles o desechables para perforar la piel (tatuajes, análisis de sangre, inyecciones…). Por el motivo explicado en el punto anterior.

– Utilizar correctamente preservativos de látex (masculino o femenino) al mantener relaciones sexuales con penetración (ya sea anal, vaginal u oral).

– Evitar el sexo oral sin protección.  Aunque parece que la boca es un entorno hostil para el VIH, se han dado casos de transmisión del VIH por vía oral (boca-pene, boca-vagina y boca-ano), por lo que el contacto de semen, secreciones vaginales o sangre infectados en la boca supone un riesgo.

– Las mujeres embarazadas portadoras del virus deben recibir tratamiento para disminuir el riesgo de transmisión al feto durante el embarazo y el parto, y no amamantar al niño. Es aconsejable, además, el parto por cesárea, ya que reduce el riesgo de transmitir el virus al bebé.

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