La revolución de Francisco

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8 de diciembre, 2013 - 11:59 am
Redacción Diario Qué Pasa

El papa Francisco pidió una renovación de la Iglesia católica y atacó al capitalismo sin límites como «una nueva tiranía invisible», instando a los líderes globales a combatir la pobreza y la creciente desigualdad, en el primer trabajo importante que ha escrito como pontífice. El documento de 84 páginas, una exhortación apostólica, equivale a una plataforma política para su papado, ampliando las visiones que ha difundido desde que se convirtió en el primer Papa no europeo en 1.300 años.

«No a la nueva idolatría del dinero»

«No a un sistema financiero que saquea» y «no a la desigualdad que genera la violencia». En el documento, Francisco fue más allá de los comentarios previos al criticar al sistema capitalista global, atacar la «idolatría del dinero» y suplicar a los políticos que garanticen a todos los ciudadanos «trabajo, educación y salud dignos». El Papa dijo que la renovación de la Iglesia no podía ser postergada y agregó que el Vaticano y su arraigada jerarquía «también necesitaban escuchar la llamada de la conversión pastoral. (…) Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».

«Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas». Como estar oyendo o leyendo a Chávez.

«En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta. (…) Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia a una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. (…) Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales».

Mensaje a los políticos

«Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad, la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres. Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos».
«Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante».

La unidad latinoamericana y la patria grande

El primer Papa latinoamericano está promoviendo el fortalecimiento de las mejores esperanzas para lograr la unidad latinoamericana. Francisco está consciente de que en el viejo continente, hace tiempo que Dios ha muerto, que los templos dejaron de ser los lugares de fe, para convertirse en sitios de paso turístico o simples museos; que las únicas catedrales son los bancos y los únicos valores que cuentan son los que se cotizan en las bolsas de Londres o de Fráncfort y que la única búsqueda de hombres y mujeres posmodernos, es la de un decadente hedonismo, vendido procazmente como fruto de la «evolución de los tiempos», cuando en realidad, se trata de una mera ausencia de valores.

De esa apreciación de la realidad, el Papa extrae una premisa fundamental que constituye la piedra angular de su pensamiento religioso y geopolítico: en el siglo XXI «…el destino de los pueblos latinoamericanos y el destino de la catolicidad están íntimamente vinculados (…) la única posibilidad que tenemos los latinoamericanos de alcanzar el desarrollo económico y la autonomía política pasa, inevitablemente, por la construcción de una Patria Grande Latinoamericana». Es por eso que afirma: «Ante todo se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la unión sudamericana y la patria grande latinoamericana como la soñaron Bolívar y San Martín. Solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería como un callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales».

Bergoglio ¿Nuevos tiempos? ¿Aire renovado?

Se trata, evidentemente, de la más interesante renovación de la Iglesia católica en los últimos mil años. Benedicto XVI acorralado y sin respuestas, acertó al renunciar y pasar a la segunda fila. Francisco es un hombre valiente. En Buenos Aires, dice el Papa, «recibía cartas de homosexuales que son verdaderos heridos sociales porque dicen que la Iglesia siempre les ha condenado, pero la Iglesia no quiere hacer eso».

¿Es Francisco un escándalo?

Para los fundamentalistas católicos y para quienes utilizan la religión como trampolín para sus negocios, sí lo es. Para el 99% restante, no. Salvo que se hable del escándalo que fue la vida de Jesús de Nazaret, como el primer socialista de la historia. No solo no es escandaloso, es un cristiano de base.

Lo que sí es, respecto a la Iglesia tradicional que conocemos, es un excéntrico, quizá un izquierdista social, llegado del otro lado del mar y de un lugar del planeta lleno de conflictividad social y religiosa. Su actitud es radical en el sentido en que lo fue Francisco de Asís, su homónimo o Jesús.

El mundo está una vez más, ante el radicalismo cristiano. Se acabaron las banalidades retóricas de una Iglesia soberbia e intimidada, celebrando rituales incomprensibles entre columnas de Bernini y frescos de Miguel Ángel, bendiciendo a los dictadores y a los millonarios; persiguiendo a los pobres en sus luchas y condenándolas por ir contra los principios de la humildad y la paz. O trabajando en conjunto con los imperios para destruir las conquistas de los obreros en los países socialistas, como lo hizo el polaco Wojtila.

La verdadera Iglesia está en las «villas miseria» de Buenos Aires, en el evangelio social y popular que predicó Chávez en los cerros y barrios de Caracas, en las favelas de Río de Janeiro o Sao Paulo, en los millones y millones de pobres de la capital mexicana, en la chusma bogotana o en las colectividades indígenas de Centroamérica. Eso está clarísimo en la vida de Francisco de Asís y, por supuesto, en la vida de Jesús.

Reacciones en el imperio capitalista

Un día después de haberse conocido el texto papal, sectores conservadores y promercado manifestaron críticas al documento pastoral, abriendo un fuerte debate.

«Los conservadores estadounidenses se mostraron indignados y decepcionados por la dura declaración del papa Francisco sobre el libre mercado y el capitalismo y su énfasis en los daños causados por la desigualdad, el consumismo y la teoría económica del goteo», apuntó James Pethokoukis, columnista del conservador American Enterprise Institute.

Para Samuel Gregg, director de investigación del Acton Institute, un «think tank» conservador con base en Míchigan, «una serie de afirmaciones de este documento y algunos de los supuestos que subyacen a esas declaraciones son bastante cuestionables». En ese sentido, Gregg defiende que «la apertura de los mercados de todo el mundo ha contribuido a reducir la pobreza en muchos países en desarrollo».

En la misma línea se manifiesta Daniel J. Mitchell, reconocido economista del Cato Institute. «Yo no soy un experto en teología papal, así que no sé si es correcto decir que estoy sorprendido (con su exhortación apostólica). Sin embargo, puedo decir que se equivoca sobre el capitalismo», dijo el exacadémico titular de Heritage Foundation. «En pocas palabras, los mercados libres son la única forma efectiva de generar una prosperidad ampliamente compartida».

Por su parte, el Wall Street Journal sostiene que el Papa en su exhortación «llamó a la Iglesia a renovar su enfoque en los pobres y lanzó un golpe contra el capitalismo global».

Como el Jesús revolucionario, Francisco le está diciendo las cosas por su nombre a los ricos de este tiempo, a los mercaderes del templo, ladrones, cambistas y fariseos actuales y lo mejor de todo, que la mayoría del clero se ponga las pilas… no como la jerarquía católica venezolana que defiende a los ricos, abandonando a los pobres y su labor pastoral y evangelizadora.

«Los mercados son una tiranía invisible que excluye a las mayorías y roba sus recursos». Por planteamientos tan contundentes como este, los sectores ultraconservadores del mundo lo empiezan a calificar de marxista.

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Fotos: Agencias

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