La Doctrina Monroe dejó como legado que desde la perspectiva estadounidense, tanto América Latina como el Caribe sean vistos como el «patio trasero» de Estados Unidos
«La Doctrina Monroe está muerta», fue lo que se dijo en noviembre de 2013, al finalizar la reunión realizada por la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Ciudad de Guatemala. Después de eso, el auditorio compuesto por representantes de los gobiernos de América Latina y el Caribe, se llenó de aplausos.
Esta declaración fue hecha por el aquel entonces secretario de Estado de Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, John Kerry, quien representaba al mismo país que desarrolló esa doctrina dos siglos atrás.
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Según Kerry, en lugar de aquella relación «intervencionista» de Estados Unidos, ahora venía una era en la que los países americanos serían vistos «como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en materia de seguridad y adhiriéndose ya no a una doctrina, sino a decisiones tomadas conjuntamente».
«Pero la Doctrina Monroe nunca ha estado tan viva», declaró el profesor de Ciencias Políticas en el Berea College, en Estados Unidos, y también en la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo (PUC-SP), Carlos Gustavo Poggio.
«Más aún viendo una Casa Blanca [bajo la administración del mandatario republicano Donald Trump] cuya cabeza está en el siglo XIX».
Esta es su reacción a las declaraciones del actual secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, quien en dijo The Will Cain Show de Fox News que Estados Unidos debe recuperar influencia en su «patio trasero perdido» ante China.
Se refería a los tratados firmados en la década de 1970 para entregarle el canal a Panamá, el cual fue construido con fondos estadounidenses entre 1904 y 1914, a país centroamericano a partir de 1999. Por otro lado, José Raúl Mulino, actual presidente panameño, ha reiterado que las decisiones sobre el canal solo las toma su país.
La Autoridad del Canal de Panamá, entidad que administra el paso marítimo, emitió un comunicado con junto con el propio secretario días antes de la entrevista de Hegseth con Fox News, donde reafirmaban la soberanía panameña sobre el canal, pero autorizando la intensificación de la presencia militar estadounidense en el país.
El presidente Mulino tuvo una visita en febrero de Marco Rubio, secretario de Estado de Donald Trump, poco después de que el mandatario estadounidense declarara que, si fuera necesario, se haría uso de la fuerza militar para retomar el canal.
El acuerdo parecía haber salido indemne, pero en los últimos días en casi todas las ciudades de Panamá se han realizado protestas contra, entre varias cosas, el acuerdo con Estados Unidos.
Según un informe de la BBC, China fue responsable de alrededor del 21% de la carga transportada a través del canal entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, siendo así el segundo mayor usurario del paso, solo por detrás de Estados Unidos.
Patio trasero
La frase «patio trasero», es un legado que dejó la Doctrina Monroe, siendo una manera común de referirse a América Latina y el Caribe desde la perspectiva estadounidense. Esta doctrina se refiere a la política exterior adoptada por EE.UU. a partir de 1823 y a las diversas redefiniciones que ha sufrido desde entonces.
«Quiere decir, en efecto, que, debido a la proximidad entre los territorios, EE.UU. se considera un guardián», afirma Poggio, autor, entre otros libros, de «El pensamiento neoconservador en la política exterior de Estados Unidos» (Unesp, 2010).
«Dicen: ‘Miren, ustedes los latinoamericanos necesitan aprender a comportarse. Hay muchas revoluciones, mucho caos allí, y nosotros, los anglosajones, necesitamos ponerles orden’.
«Esta visión está muy presente en la actual administración de Trump».
Una de las resignificaciones más relevantes de la Doctrina Monroe ocurrió a finales de 1904, durante el período del presidente estadounidense Theodore Roosevelt, durante su discurso del 6 de diciembre de ese mismo año, el mandatario se sintió urgido a hacer una defensa más enérgica de las intervenciones que su país había realizado en Cuba y Puerto Rico poco antes.
Afirmó que no era correcto decir que Estados Unidos sentía «hambre de tierra» y que, por el contrario, su país sólo quiere «vecinos estables, ordenados y prósperos».
Luego sentenció: «La adhesión de EE.UU. a la Doctrina Monroe puede obligarnos, aunque sea a regañadientes, en casos flagrantes de irregularidades o de incapacidad, a ejercer un poder de policía internacional».
Para Marina Gusmão de Mendonça, profesora del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Sao Paulo (Unifesp), era una forma «sofisticada» de nombrar lo que después se conoció como la política del «gran garrote», que EE.UU. adoptó a partir de entonces. Ese apelativo venía de una frase que el presidente usó al expresas sus ideas sobre política exterior.
Tiene su origen en un dicho africano: «Habla suavemente y lleva un gran garrote; llegarás lejos».
Sin embargo, en la historia esta política tuvo otro nombre: Corolario de Roosevelt.
Según señaló Mendonça, el gran garrote fue una «visión más incisiva de la Doctrina Monroe.
«Sólo actúas así en un lugar que consideras como tu ‘patio trasero'», añadió Poggio.
La Doctrina Monroe 2.0
Varios expertos que fueron entrevistados por BBC News Brasil coinciden en que, al menos desde el Corolario de Roosvelt, no ha habido un momento en el que la postura de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe haya sido tan agresiva como ahora.
Afirmando que si bien el país mantuvo una postura intervencionista en la región a lo largo del siglo XX, tales como las ocupaciones de países como Haití (1915-1932) y Nicaragua (1912-1933), así como también en el apoyo a las dictaduras militares involucradas en la Operación Cóndor durante la Guerra Fría, Estados Unidos siempre buscó legitimar sus acciones cubriéndolas con «valores universales».
Justificaron sus intervenciones ya sea construyendo un ‘mundo libre’, defendiendo la libertad o incluso expandiendo la democracia.
«Ahora, nada de eso está sucediendo: Trump claramente planea simplemente retomar la antigua orientación imperial de EE.UU.», explicó el profesor del Programa de Posgrado en Integración Latinoamericana de la Universidad de Sao Paulo (Prolam-USP), Fábio Luis Barbosa.
Lo hace sin apelar a ningún gran valor universal, Trump dice abiertamente que solo lo hace por interés, Poggio suscribe esta lectura, afirmando que Donald Trump retoma la visión estadounidense del siglo XIX.
«Es la idea de zonas de influencia, de poder puro sin ningún criterio moral ni siquiera de derecho internacional», declaró.
Sin embargo, destaca que toda la agresividad de la postura estadounidense hasta el momento solo se limita al ámbito retórico.
«Trump ‘habla fuerte'», dice, refiriéndose a la famosa frase de Roosevelt, «pero el garrote aún no ha sido usado».
«No sabemos si lo sacarán», añadió.
Según Gusmão, la actual postura de la Casa Blanca hacia la región se puede explicar, curiosamente, gracias a la dependencia que EE.UU. proyecta tener de América Latina y el Caribe, a medida que comiencen a sentirse los efectos de la imposición de aranceles comerciales a casi todo el mundo.
En su análisis, la economía estadounidense tendrá que recurrir a los países de la región en busca de materias primas para la industria, y al mismo tiempo, explorar otros mercado de consumo, debido a eso, recuperar el control del «patio trasero» también es una forma de bloquear el acceso de China a las mismas materias primas y mercados potenciales.
Hoy en día, el país asiático es el principal socio comercial de países latinoamericanos como Brasil, Perú, Chile y Venezuela, mientras que Estados Unidos mantiene esa relación con las naciones de México, Guatemala, Colombia y Ecuador.
Brasil posee un peso decisivo en esta esfera de influencia global, ya que es el principal socio de vecinos como Argentina, Bolivia y Paraguay.
En este sentido, la declaración hecha por Trump acerca de Brasil el día de su investidura «no los necesitamos, pero ellos nos necesitan», es todo lo contrario.
«Trump necesita reservar este espacio para posibles reflexiones internas sobre sus políticas económicas. Es un área de disputa con China», afirmó Gusmão.
«Lo que nadie sabe es cómo reaccionarán los países ante los ataques», continúa.
Origen de la doctrina
El entonces presidente estadounidense James Monroe, subió al podio del Capitolio, sede del Congreso del país ubicada en Washington, una tarde de diciembre de 1823, con el fin de leer el tradicional discurso presidencial de fin de año, nadie hubiera creído que a partir de allí surgiera una de las posiciones políticas más sólidas y duraderas de la futura superpotencia: la doctrina que lleva su apellido.
Aunque largo, el texto se condensa en casi una sola frase hacia el final. Hizo elocuentes elogios hacia los colonizadores europeos, países como Francia, Inglaterra y España, sobre todo, hasta decir que aquellos sistemas políticos, en cambio, eran diferentes al estadounidense.
Por lo tanto fue necesario decirles que «cualquier intento de extender esos sistemas a cualquier porción de este hemisferio sería considerado como un peligro para la paz y la seguridad» de EE.UU.
El mensaje fue claro y directo, EE.UU. no iba a tolerar la colonización de los países latinoamericanos y caribeños, recién independizados, de ahí a que el lema de la doctrina fuera «América para los americanos».
De hecho, la Doctrina Monroe estuvo rodeada de movimientos independentistas, pues Perú había firmado en 1821 y Bolivia en 1825. Países como Uruguay y Ecuador seguirían el mismo camino, el primero en 1828 y el segundo 1830.
«Como todavía eran países débiles, recién independizados, había allí algo emancipador, y lo aprovecharon», analiza.
«Brasil se vio a sí mismo como defensor de esta doctrina en Sudamérica y mantuvo esta postura durante mucho tiempo», declaró Poggio.
Según explica, Brasil se veía a sí mismo como el protector del subsistema regional, Sudamérica, y en cierto modo incluso le preocupaba la incluencia de EE.UU. en esa área.
«EE.UU. no contaba con los recursos necesarios para implementar la doctrina, sobre todo porque la Armada chilena era mucho más fuerte que la estadounidense en ese momento».
Estudios, sin embargo, señalan que un factor preponderante en el contexto de la doctrina fue la Santa Alianza, firmada por Rusia, Prusia (en la actual Alemania) Austria y Reino Unido en Viena, tras la derrota de Napoleón Bonaparte, en 1815.
Había resurgido el deseo de «volver a la situación anterior a la Revolución Francesa», dice Gusmão, en la que las potencias europeas dependían de sus colonias de ultramar.
Para Estados Unidos eso era problemático,
Las victorias militares de los estadounidense sobre Inglaterra generaron un desarrollo industrial fuerte en el país, el cual demandaba a los mercados de consumo y materias primas, la América Latina independiente representaba una oportunidad económica que no podía volver a manos europeas.
Sin embargo, en esa misma América Latina independiente hubo otro esfuerzo que iba en otra dirección, el cual fue el bolivarianismo de Simón Bolívar, que pretendía unir a las naciones independientes en una enorme confederación, pero esta idea cayo en el Congreso de Panamá realizado en 1826.
Según Gusmão esto se debió a dos motivos, el primero fue que las élites de Hispanoamérica más allá de las distinciones geográficas, eran muy diferentes entre sí, y el segundo era porque EE.UU. e Inglaterra hicieron todo lo posible para que dicha unión jamás ocurriera, señalando que de haberse concretado hubiera habido un país lo suficientemente fuerte como para enfrentar a las dos potencias.
Reinterpretaciones o corolarios
La doctrina a tenido varias reinterpretaciones desde que fue anunciada por el presidente Monroe, a la luz de las circunstancias globales y el papel que Estados Unidos tomó en esos períodos. A estas reinterpretaciones se les llamaron «corolarios», debido a que el significado de la palabra en el diccionario se le añadían nuevas afirmaciones a una «verdad ya demostrada». En este caso, a la verdad de la Doctrina Monroe.
En 1845, el presidente James Polk leyó desde la misma tribuna un texto que decía que Estados Unidos estaba abierto a anexarse otras regiones, no fue causalidad que al año siguiente declarara la guerra al país vecino México, al cual le quitaron dos tercios del territorio, a este discurso se le conoció como el «Corolario Polk».
En ese mismo año, un periodista crearía la idea del «Destino Manifiesto» de EE.UU., una creencia común de que el país tenía un derecho moral y la misión divina de expandir sus territorios desde la costa atlántica hasta el Pacífico.
Para 1871, Ulysses Grant, un militar que gobernó Estados Unidos por dos mandatos, hizo su corolario, en el cual afirmó que el país no podía permitir que «ningún gobierno independiente, dentro de los confines de América del Norte, pasara de una condición de independencia a una posesión o protectorado bajo una potencia europea». Esto fue una justificación para el intento de anexión de República Dominicana (en aquel entonces llamada Santo Domingo), que se venía gestando desde 1870.
Luego esta el Corolario Olney de 1895, que trata de que Estados Unidos es «prácticamente soberano en este continente (…) con fuerza de ley para los súbditos que están confinados dentro de su interposición», estas palabras las pronunció el secretario de Estado del gobierno demócrata de Glover Cleveland, Richard Olney.
Para Barbosa, si bien la Doctrina Monroe tenía cierto carácter emancipador, los corolarios tenían significados opuestos, cada uno reforzaba un poco más los intereses exclusivos de EE.UU. en América Latina y el Caribe.
«Cuando Roosevelt anunció su corolario, el del ‘gran garrote’, fue como una autorización para intervenir si percibían que sus intereses están siendo perjudicados».
«No es diferente a lo que ocurre ahora en Panamá», explica.
«Es como la Cuba de 1903», continúa Gusmão.
Se refiere a la Enmienda Platt, que es un conjunto de leyes que Estados Unidos logró imponer a la Constitución cubana tras la guerra que independizó a la isla en 1898. La enmienda fue propuesta por el senador de Connecticut, Orville Platt, la cual limitaba al país vecino la posibilidad de realizar negocios y firmar tratados con otras naciones. La Enmienda Platt también abrió el territorio a los planes militares estadounidenses y autorizó a la Casa Blanca a intervenir cuando fuese necesario para «preservar la independencia cubana».
«La Enmienda Platt no fue una política dirigida únicamente a Cuba. De hecho, reforzó el derecho de EE.UU. a intervenir en Latinoamérica dondequiera que sus intereses políticos y económicos estuvieran en riesgo».
«No es casualidad que entrara en vigor poco después, en la República Dominicana», explicó, recordando la invasión militar de la isla vecina en 1904, meses antes del Corolario Roosevelt.
La Doctrina Monroe y sus corolarios posteriores dieron, en la lectura de Barbosa, el tono completo de un complejo balance de las acciones estadounidenses en América Latina.
«A veces se basa más en el consenso, a veces más en la coerción», dice. «Una combinación de momentos donde hay más esfuerzos en una dirección y otros donde los métodos son coercitivos».
El golpe de Estado realizado en 1973 en Chile, el cual depuso y mató al entonces presidente electo Salvador Allende, fue un momento de coerción y violencia explícitas, señaló Barbosa, aunque bajo la narrativa de un supuesto valor universal, el anticomunismo.
La implementación de la agenda de ajuste económico estructural, con el objetivo de abrir los mercados de los países latinoamericanos al neoliberalismo, «se hizo sobre la base del consenso y el diálogo».
El regreso del Corolario Roosevelt y su gran garrote significaría, hoy, el posible uso de la fuerza militar para llevar a cabo los planes expansionistas de Trump, principalmente la reanudación del control del Canal de Panamá .
«Si esto realmente sucede, ¿China lo aceptará?», se pregunta Gusmão.
Cuando BBC News Brasil redirige la pregunta, la analista plantea otra que es aún más difícil de responder.
«China no tiene la potencia de fuego para enfrentarse a EE.UU. y está muy lejos de Latinoamérica, lo cual, en una guerra, siempre es importante.
«Pero Rusia sí la tiene. ¿Habría entonces una coalición entre China y Rusia?».
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