¿Cómo es el proceso de canonización?

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24 de abril, 2014 - 11:55 am
Redacción Diario Qué Pasa

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«Durante la ceremonia de beatificación el Papa declara que el Siervo de Dios debe ser venerado»

Para llegar al Cielo no basta con portarse bien en la Tierra. Una vez muerto y postulado el candidato, el Vaticano iniciará una investigación de nueve pasos al final de los cuales un grupo de teólogos tomará una decisión final que le entregarán al Papa.

El proceso, sin embargo, puede demorar un mínimo de cinco años o el tiempo que la Congregación para las Causas de los Santos estime necesarios antes de tomar una decisión final y comunicársela al Sumo Pontífice.

El reglamento que regula el proceso fue actualizado por última vez en 1982, durante el reinado de Juan Pablo II, y detalla los procedimientos, destrezas y hasta los participantes en el proceso. También incluye una guía sobre quiénes pueden ser los candidatos, cómo se integran los tribunales de investigación, la participación de los obispos locales, los procedimientos administrativos, los estudios, análisis, documentos y el papel de una figura clave, el Promotor de la Fe, al que también se le conoce como «el abogado del Diablo».

También cuenta el abogado de la causa, los testigos, los especialistas que explicarán las pruebas, los cardenales que respaldan al posible beato y, por último, la vida del candidato, su obra, sus virtudes, su legado, su ejemplo, sus milagros y/o su martirio.

El comienzo

Hasta 1917 el derecho canónico exigía que para presentar a un candidato debían transcurrir a lo menos 50 años desde su muerte. Hoy en día son cinco años. El Vaticano se tomaba su tiempo para estar seguros que la decisión era la correcta.

Hoy en día, si bien hay un tiempo breve, prevalece la recomendación de que los obispos distingan con sumo cuidado entre una auténtica reputación de santidad, manifiesta en oraciones y otros actos devotos ofrecidos al difunto.

Durante el tiempo de la muerte de un candidato y la presentación de la causa, hoy en día se permite que personas o grupos reconocidos por la Iglesia católica se anticipen al proceso con la organización de campañas de apoyo. Esta vía facilita el proceso porque reúne con mayor prontitud las evidencias. Y también permite descartar postulaciones si estas no cumplen con los requisitos mínimos, se justifica la congregación a cargo.
Una vez reunidas las pruebas, un obispo presenta entonces formalmente la solicitud.

La entrega de datos

Hecha la solicitud, los promotores de la causa comienzan a alistar toda la información posible que probará la santidad del candidato: documentos, cintas, audios, películas, documentos, biografía, milagros, testigos, etcétera.
Con las pruebas en la mano, los jueces del tribunal que tomará la decisión citan a testigos que declaren tanto a favor como en contra del candidato, que de ahí en adelante es llamado «El Siervo de Dios».

Todos los testimonios y pruebas son archivados y luego comprobados o corroborados. Los documentos originales son notariados y conservados en el archivo de la diócesis que estudia la causa.

El juicio de ortodoxia

El obispo que envía la solicitud de beatificación nombra funcionarios encargados de recoger los escritos publicados del candidato y los junta con otros documentos inéditos relacionados con la causa.

Una vez recopilados, se envían al Vaticano. Antes eran revisados por censores teológicos, una instancia eliminada para facilitar el proceso. Las pruebas de pureza siguen siendo severas y, en muchos casos, insalvables. Si no existe total certeza sobre la vida ejemplar del candidato, la causa inmediatamente es cancelada o suspendida indefinidamente.

Desde 1940 los candidatos a ser declarados santos deben pasar un examen adicional: recibir de Roma el «nihil obstat», la declaración de que no hay «nada reprochable» acerca de ellos en las actas del Vaticano.

La fase romana

Aquí la congregación encargada toma la propuesta e inicia la revisión de las pruebas. Nombra para el efecto a un Postulador Residente, radicado en Roma, entre una lista de 228 autorizados. La mayoría de ellos son sacerdotes pertenecientes a órdenes religiosas.

Se nombra un abogado defensor quien prepara un resumen de la causa y lo envía a los jueces de la congregación pidiéndoles que la causa sea iniciada oficialmente. En el resumen el abogado arguye que existe una verdadera reputación de santidad y que la causa ofrece pruebas suficientes para justificar un examen más detenido de las virtudes o del martirio del «Siervo de Dios».

El Promotor de la Fe o «abogado del Diablo» lleva a cabo su trabajo proponiendo objeciones al resumen del abogado defensor. Salvadas las diferencias, se prepara un «positio», que contiene todo el material desarrollado hasta el momento.

Revisión del «positio»

Los cardenales y clérigos de la congregación reciben y estudian el «positio». Una vez visto, preparan una sentencia que es presentada durante una reunión formal celebrada en el Palacio Apostólico. Como en el veredicto de un jurado de instrucción, un juicio positivo implica que hay buenas razones para iniciar el proceso (processus).
Una vez aceptado el veredicto, se le notifica al papa, quien emite un decreto de introducción, salvo que tenga a su vez razones para denegarlo, explica la Santa Sede.

Una vez se ha instruido la causa, pasa a la jurisdicción de la Santa Sede. A esto se le llama «proceso apostólico», un paso más estricto del proceso ordinario. Su objetivo es demostrar que la reputación de santidad o de martirio del candidato está basada en hechos reales.

Se redacta entonces un nuevo informe que resume lo actuado y concluido hasta ese momento. En tres reuniones, la última ante la presencia del Papa, la congregación puede dictaminar que el «Siervo de Dios» practicó las virtudes cristianas en grado heroico o que murió como mártir, y se le otorga entonces el título de «Venerable».

Revisión de la historia

Pío XI la estableció en 1930 para resolver postulaciones antiguas en las que ya no había testigos. Ayuda a resolver problemas puramente jurídicos y ayuda a tomar decisiones para seguir avanzando el proceso sobre la base de la historia.

Tales personajes pueden recibir, a discreción del papa, un decreto de beatificación o de canonización «equivalentes». Entre los más recientes que recibieron la canonización equivalente se halla Inés de Bohemia, declarada Santa por el papa Juan Pablo II el 12 de noviembre de 1989, a los 707 años de su muerte.

Examen del cadáver

En algunos casos se exhuma, previo a la beatificación, el cadáver del candidato para su identificación por el obispo local. Si se descubre que el cadáver no es el del «Siervo de Dios», la causa continúa, pero deben cesar las oraciones y otras muestras privadas de devoción ante la tumba.

El examen se realiza únicamente para fines de identificación. Y si resulta que el cuerpo no se ha corrompido, tal descubrimiento puede aumentar el interés y el apoyo que recibe la causa.

Los milagros

Una vez concluidos los procesos de documentación e históricos, se revisan las llamadas «señales divinas» que confirmen el juicio de la Iglesia respecto a la virtud o el martirio del «Siervo de Dios».
La Iglesia católica toma por tal señal divina un milagro obrado por intercesión del candidato.

Se toma en cuenta

a) Que Dios ha realizado verdadera un milagro, casi siempre la curación de una enfermedad.

b) Que el milagro se obró por intercesión del «Siervo de Dios».

A su vez, el obispo de la diócesis en donde ocurrió el milagro presentado como evidencia debe reunir pruebas para enviarlas a la congregación. Las pruebas son investigadas por un equipo de médicos especialistas y determinar que la curación no ha podido producirse por medios naturales.

Beatificación

Previo a la beatificación se celebra una reunión general de los cardenales de la congregación con el Papa. Ahí deciden si es posible iniciar sin riesgo la beatificación del «Siervo de Dios».

En los casos de candidatos controvertidos, tales como ciertos papas o mártires que murieron a manos de Gobiernos que aún siguen en el poder, el Papa puede efectivamente decidir que, pese a los méritos del «Siervo de Dios», la beatificación es, por el momento, «inoportuna».

Si el dictamen es positivo, el Papa emite un decreto a tal efecto y se fija un día para la ceremonia.

Durante la ceremonia de beatificación el Papa declara que el Siervo de Dios debe ser venerado como uno de los beatos de la Iglesia.

La canonización

Después de la beatificación, la causa queda parada hasta que se presenten, si es que se presentan, señales adicionales divinas, en cuyo caso todo el proceso de milagros se repite.

Cuando el último milagro exigido ha sido examinado y aceptado, el Papa emite una bula de canonización en la que declara que el candidato debe ser venerado (ya no se trata de un mero permiso) como santo por toda la Iglesia universal.

Esta vez el papa preside personalmente la solemne ceremonia en la basílica de San Pedro, expresando con ello que la declaración de santidad se halla respaldada por la plena autoridad del pontificado. En dicha declaración, el Papa resume la vida del Santo y explica brevemente qué ejemplo y qué mensaje aporta aquél a la Iglesia, explica el Vaticano.

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Foto: Agencias

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