Felipe VI: otro Borbón que «hereda» la corona de España

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18 de junio, 2014 - 2:33 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Foto: Agencias

Desde que tomó posesión, tras su designación directa por el dictador Francisco Franco, los españoles se mostraron «juancarlistas», no monárquicos

Faltan 24 horas para que España cambie el rumbo monárquico.  La abdicación del rey Juan Carlos I ha revolucionado la «marea tricolor» —los colores históricos de la bandera republicana— en las ciudades del país. El testamento del jefe de la dinastía de los Borbón estaba escrito desde hace casi cuarenta años: Su hijo Felipe «hereda» la corona y, por tanto, la jefatura del estado. Sin referéndum, claro. Es un derecho consuetudinario difícil de explicar en el año 2014 y, menos, en un país con una extensa tradición republicana.

Todo cambia para que nada cambie. España seguirá siendo un estado monárquico por derecho de conquista y tradición. Los españoles, sin embargo, no tendrán derecho a decidir en las urnas qué tipo de estado quieren. Incluso, ni aquellos que ni tan siquiera votaron la Constitución de 1978. Ni habían nacido, pero se van a encontrar con algo perpetuado: Una monarquía cuestionada por las «hazañas» —cacerías y amoríos— de un rey.

De Juan Carlos I a Felipe VI, así se llamara el futuro rey, han pasado 39 años. Solo ameritan 24 horas para que ese paso histórico se convierta en una realidad, pese a la exigencia de miles de españoles que reclaman un referéndum que, de momento, no se va a realizar. El cambio constitucional, por supuesto, tampoco.

«Juancarlistas»

Desde que tomó posesión, tras su designación directa por el dictador Francisco Franco, los españoles se mostraron «juan carlistas», que no monárquicos, como reconoce cualquier sociólogo, politólogo o historiador. La España profunda, sus pobladores, había salido de una guerra civil y del gobierno de un tirano y se opusieron a un nuevo enfrentamiento armado.

El país quedó dividido en tres: Los rojos, que asumieron el poder democráticamente en unas elecciones, los sublevados o «nacionales» y, finalmente, los exiliados. Juan Carlos I logró que ese «queso» en porciones quedara resumido en dos y que su condición de árbitro y mediador reconciliara a los españoles. Fue él y los partidos políticos de todo ámbito ideológico quienes despreciaran la violencia como forma de asalto al poder.

No tenía otra salida

Ahora, 39 años después, ha decidido abdicar. Prácticamente, no le quedaba otra salida. A su estado de salud provocado por los constantes accidentes que sufrió en sus «privadas» cacerías por África, las desavenencias personales e íntimas con la reina Sofía, sus amoríos y, sobre todo, a los escándalos de corrupción de su yerno Iñaki Urdangarín y de su hija, la infanta Cristina, no le ofrecían más opciones.

Los recelos a la continuidad de la monarquía de los «borbones» han crecido considerablemente tras las últimas elecciones europeas. Las ciudades más importantes del país se vieron abarrotadas de ciudadanos con banderas tricolores —rojo, amarillo y la tercera franja de color morado— y exigieron una consulta popular sobre la forma de estado. Esa votación no se va a producir.

Los dos partidos mayoritarios el conservador Partido Popular y el socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español- se oponen pese al clamor de un importante sector del pueblo. Muy al contrario, ya han decidido que Juan Carlos I mantenga la inmunidad y el aforamiento, de los que actualmente disfruta, aunque deje de ser rey.

Ausencias en la coronación

La proclamación de Felipe VI en el Congreso de los Diputados —a la que asistirán los senadores y altas representaciones del estado— no será un acto oneroso. El país está en plena crisis y tiene más de cinco millones de desempleados. La situación no está para muchos dispendios. Muy al contrario, la contracción económica en esos derroches será considerable.

Uno de los hechos que más llama la atención es que Juan Carlos I no asistirá a la coronación de su hijo. Según el Palacio de la Zarzuela, hasta el que mañana es rey, no quiere quitar protagonismo al actual príncipe de Asturias. Por sus hazañas, según los republicanos, ya se lo hurtó a la propia corona.

El cambio, una transición por herencia, no obstante, va a producir una profunda mudanza familiar. Las dos infantas —Cristina y Elena— quedarán a partir de mañana fuera de la Casa Real y, por tanto, no percibirán ningún tipo de «salario». El rey recibirá una asignación que su hijo determinará, igual que su esposa, la reina.

Los actos protocolarios quedarán reducidos considerablemente y ninguna de las hermanas del futuro rey tendrá esa «disposición» remunerada de la que hasta mañana disfrutan. La infanta Cristina ya fue apartada en noviembre de 2011 de cualquier acto por su imputación penal por corrupción y fraude fiscal.

Fuera de la familia real

La abdicación traerá consigo además una modificación en el número de miembros de la familia real, que pasará a contar con seis personas, el rey Felipe VI, la reina Letizia, don Juan Carlos, doña Sofía, la actual infanta Leonor, quien pasará a ser princesa de Asturias —en cuanto su padre llegue al trono— y la infanta Sofía.

Todo ello, de acuerdo con lo establecido en el decreto regulador del registro civil de la familia real, de noviembre de 1981, que solo incluye en este grupo al monarca, su consorte y sus ascendientes y descendientes, además del príncipe de Asturias.

En cuanto a las tareas que podrá desempeñar don Juan Carlos tras la proclamación de su hijo como nuevo monarca, las fuentes de la Casa Real explican que tendrá que ser Felipe VI quien las determine, así como la dotación económica que recibirá.

La Constitución española establece al respecto, en su artículo 65 que «el rey recibe de los presupuestos generales del estado una cantidad global para el sostenimiento de su familia y casa, y distribuye libremente la misma». En 2012 recibió casi nueve millones de dólares.

Y en el artículo siguiente establece que el jefe del Estado «nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su casa», algo que corresponderá hacer a don Felipe en cuanto sea proclamado rey.

Una herencia envenenada

El príncipe Felipe de Borbón hereda una corona pervertida y envenenada, como ya publicó QUÉ PASA. El legado que le deja Juan Carlos I es ciertamente conmovedor y dramático. Al margen de la crisis económica del país, el millonario número de desempleados, la imputación penal de su hermana, la infanta Cristina, y de su cuñado, Iñaki Urdangarín, el futuro nuevo monarca se enfrenta a un movimiento republicano cada vez más emergente y palpable en el país y, especialmente, a una imagen deshilachada de la Casa Real. Los ciudadanos reclaman cada vez con mayor insistencia un referéndum sobre el modelo de estado: monarquía o república.

No lo tiene fácil. Su carácter rígido y severo, encima, lo pone más difícil. Felipe VI está apunto de recoger una patata caliente. Extremadamente fogosa. En los últimos días las concentraciones y manifestaciones en las calles españolas se han multiplicado con un mismo mensaje: referéndum para determinar si España debe continuar siendo un estado monárquico o republicano.


Las dos repúblicas acabaron en guerra

España ha tenido una tradición republicana corta y sangrienta. Las dos repúblicas acabaron con pronunciamientos militares y la segunda, con una guerra civil que duró tres años y asoló el país.

La primera república se proclamó el 11 de febrero de 1873. Su vida fue corta. El 29 de diciembre de 1874, un golpe de Estado acabó con ella. La rebelión militar triunfó ante una sociedad caracterizada por la inestabilidad política. La restauración de los borbones en el país se convirtió en una realidad.

El 14 de abril de 1936 los españoles, democráticamente, votaron a favor de la II república. El entonces rey Alfonso XII, también de la casa Borbón huyó del país. Era abuelo de Juan Carlos I. El primero de abril de 1939, los sublevados militares bajo el control de Francisco Franco la aniquilaron.  Años después, el dictador eligió a Juan Carlos I como su sucesor en la jefatura del estado. El 22 de noviembre de 1975 fue proclamado rey. Hoy la historia se repite, la «herencia» continúa.

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