El primer libro del Papa más querido de todos los tiempos (y II)

1846 SILUETA
15 de enero, 2016 - 3:53 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Foto: Agencias

Francisco no se sustrae tampoco de afrontar el vínculo de la relación entre misericordia, justicia y corrupción

Con palabras sencillas y directas, a través del libro entrevista, el papa Francisco se dirige a cada hombre y mujer del planeta entablando un diálogo íntimo y personal.

En el centro, se halla el tema que más le interesa —la misericordia—, desde siempre eje fundamental de su testimonio y ahora de su pontificado.

En cada página vibra el deseo de llegar a todas aquellas almas —dentro y fuera de la Iglesia— que buscan darle un sentido a la vida, un camino de paz y de reconciliación, una cura a las heridas físicas y espirituales.

En primer lugar está esa humanidad inquieta y doliente que pide ser acogida y no rechazada: los pobres y los marginados, los presos y las prostitutas, pero también los desorientados y los que viven alejados de la fe, los homosexuales y los divorciados.

«La Iglesia no está en el mundo para condenar, sino para permitir el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de Dios. Para que eso suceda, es necesario salir. Salir de las iglesias y de las parroquias, salir e ir a buscar a las personas allí donde viven, donde sufren, donde esperan».

«La misericordia es el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios. No hay situaciones de las que no podamos salir, no estamos condenados a hundirnos en arenas movedizas».

En la conversación con el vaticanista Andrea Tornielli, Francisco explica —a través de recuerdos de juventud y episodios relacionados con su experiencia como pastor—, las razones de un Año Santo extraordinario que ha deseado intensamente. Sin ignorar las cuestiones éticas y teológicas, rebate que la Iglesia no puede cerrar la puerta a nadie; por el contrario, su tarea es adentrarse en las conciencias para abrir rendijas a la hora de asumir responsabilidad y alejar el mal realizado.

En la franqueza de la conversación, Francisco no se sustrae tampoco de afrontar el vínculo de la relación entre misericordia, justicia y corrupción.

Y a esos cristianos que se colocan a sí mismos en las filas de los «justos», les recuerda: «También el Papa es un hombre que necesita la misericordia de Dios».

El libro, también recoge las reflexiones del pontífice argentino sobre temas como la corrupción o la situación de los presos.

En esta línea, el Papa condena la corrupción y dice que no es un pecado corriente ya que quien la comete no se arrepiente. Así, establece una diferencia entre el «pecador» —categoría en la que se incluye— y el «corrupto», que «se lamenta por la escasa seguridad en las calles, que va a misa cada domingo pero después engaña al Estado evadiendo impuestos, despide a sus empleados cada tres meses para evitar hacerles un contrato indefinido o se aprovecha del trabajo en negro.

«El pecador reconoce con humildad serlo y pide continuamente el perdón para poderse levantar, mientras que el corrupto es elevado a sistema, se convierte en un hábito mental, en un modo de vida», detalla, al tiempo que exclama «pecadores sí, corruptos no».

No se siente mejor que un preso

También se refiere a la situación de los presos. «Cada vez que cruzo la puerta de una cárcel para una visita me viene siempre a la cabeza un pensamiento: ‹¿Por qué ellos y no yo?›. No me siento mejor que ellos, sus caídas podrían haber sido las mías», asegura en uno de los capítulos.

De esta forma, Francisco explica a partir de sencillos ejemplos de su vida en Argentina y de algunos recuerdos de su juventud el porqué de su decisión de instaurar el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, que concluirá el próximo 20 de noviembre. «¿Cuántos de nosotros no mereceríamos una condena? Y sería justa. Pero Dios perdona. ¿Cómo? Con misericordia», afirma.

«La humanidad está herida, es una humanidad que arrastra heridas profundas. No sabe cómo curarlas o cree que no es posible curarlas. Y no se trata tan solo de las enfermedades sociales y de las personas heridas por la pobreza, por la exclusión social, por las muchas esclavitudes del tercer milenio. También el relativismo hiere mucho a las personas: todo parece igual, todo parece lo mismo. Esta humanidad necesita misericordia», subraya.

Quisimos seguir profundizando en el contenido de las reflexiones de Su Santidad, sin embargo, ni siquiera la libertad del ciberespacio nos permitió conocer a profundidad este mensaje que seguramente tiene restricciones debido a su comercialización, pero que estamos seguro será un éxito de ventas por la profundidad de su mensaje, y porque su vocero, Francisco, se ha encargado de romper todos los esquemas de la iglesia tradicional y acercarse más al pueblo, tal y como lo hiciera el papa viajero, Juan Pablo Segundo.

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