Las élites engañaron nuevamente a los pueblos.
Cualquiera que sea el resultado inmediato de la turbulencia en los tipos de cambio que afectan a las llamadas economías «emergentes», como Brasil, India, Argentina Suráfrica, este (el costo de la divisa) representa una nueva etapa en la crisis económica mundial. Las raíces hay que buscarlas en la política de «flexibilización cuantitativa» (inyección de miles de millones de dólares inorgánicos al sistema financiero mundial por el Banco Federal de Reserva de EE.UU.-FED y otros bancos centrales), resultado de la ruptura financiera de 2008, y del colapso del banco de inversión Lehman Brothers en los Estados Unidos.
Gran parte de ese dinero «flexi-bilizado» fluyó hacia los países en desarrollo en la bús queda de mayores ganancias. Los precios de las acciones y las tasas de rendimiento de otros activos financieros en estos países subieron desmedidamente. Pero ahora que la burbuja estalla, el capital «volátil» (o «golondrina», llamado así porque entra y sale sin dar aviso) está en fuga, creando devaluaciones e inestabilidad.
Una serie de bancos centrales, en particular en Sudáfrica, India, Brasil y Turquía, han subido las tasas de interés significativamente sin lograr contener la salida de capitales financieros.
El hecho de que las monedas se hayan empezado a debilitar (incluso en los países que subieron las tasas de interés), plantea la posibilidad de una nueva y alarmante fase de inestabilidad en los mercados financieros, donde los funcionarios políticos de las naciones emergentes se encuentran desorientados e incapaces de defender sus monedas.
Los primeros signos de una crisis potencial aparecieron a mediados del pasado año 2013, cuando el gerente del FED, Ben Bernanke indicó que la FED, comenzaría a reducir gradualmente sus compras de hipotecas y bonos del tesoro de los Estados Unidos que hasta ese momento eran de un valor mensual de US $85 mil millones. Sus comentarios estremecieron a los «mercados emergentes» y se inició la fuga de capitales.
La estabilidad regresó a los mercados cuando el FED retiró su política de «reducción gradual» en septiembre 2013. Pero al retomar la FED la decisión de reducir las compras de activos en US $10 mil millones en cada uno de los 2 últimos meses del año, se ha reanudado el flujo de salida de capitales, en especial de las economías emergentes.
La explicación imperial
Tratando de ponerle buena cara a la mala situación, varios comentaristas sostie-nen que la turbulencia finan-ciera refleja los problemas específicos de cada país y no tiene consecuencias globales. Según el secretario del Tesoro de EE.UU., Jack Lew, el principal problema consiste en la mala política monetaria de varios de esos países. «Diría que estamos viendo una gran cantidad de diferencias en el mercado. Los países que han tomado medidas duras y administrado bien sus recursos están obteniendo resultados positivos».
Esas declaraciones recuerdan a las de Alan Greenspan, durante la crisis financiera de Asia de 1997-1998, época en que insistía que esa crisis no había resultado de las operaciones del capitalismo de «libre empresa», sino que era la consecuencia de lo que llamó «capitalismo entre compinches» asiáticos. Como resultado de esa crisis financiera, Rusia se declaró insolvente en 1998; le sigue la quiebra del fondo de inversión de EE.UU. Long Term Capital Management (Ltcm). Este último fue rescatado por el FED con fondos públicos. La desaparición de Ltcm fue una señal de lo que ocurriría 10 años después, cuando todo el sistema financiero estadounidense se declaró insolvente.
La afirmación de que la actual turbulencia es el resultado de problemas «específicos de cada país» no tiene en cuenta el hecho de que la entrada masiva de capital a los «mercados emergentes» en los cinco años transcurridos desde la crisis de 2008 es parte de un desarrollo mucho más importante.
La realidad
La inyección continua de dinero de la FED (al menos un millón de millones de $ anuales) combinada con tasas de cero interés ha creado una situación en la que el sistema financiero mundial cobra el aspecto de una pirámide invertida, con activos financieros en rápida expansión descansando en una base productiva que disminuye.
Esto significa que una gran proporción de estos activos se han convertido en «tóxicos», sin ningún valor real, situación muy parecida a la de hace un lustro. En ese entonces cientos de miles de millones de dólares en activos poseían un valor que dependía de hipotecas de alto riesgo. En otras palabras, la actual turbulencia es un preámbulo de una nueva crisis financiera, potencialmente más destructiva que la de 2008.
Las cifras sobre la magnitud del movimiento del capital financiero volátil lo señalan: Según el Instituto de Finanzas Internacionales, los mercados emergentes atrajeron alrededor de US $7 billones desde 2005, invertido en una mezcla de empresas manufactureras y de servicios, fusiones y adquisiciones, así como en acciones y bonos. JP Morgan Chase estima que los bonos de países en desarrollo en circulación suman US $10 billones, en comparación con solo US $422 mil millones en 1993.
Además de la fuga de capitales provocada por la «reducción gradual», otro factor en la crisis es la desaceleración económica en China. Según una encuesta publicada esta semana pasada, los fabricantes chinos aceleran la eliminación de empleos a un ritmo que se aproxima al de marzo del 2009, la sima de la recesión que resultó de la crisis financiera global.
Se anticipa, incluso, que el crecimiento de China será el más bajo en más en 20 años; y que hay crecientes preocupaciones sobre la estabilidad del sistema financiero de ese país.
La crisis de los «mercados emergentes» saca a la luz fisuras importantes en el grupo de las principales economías G-20, que tuvo una serie de reuniones cumbres para tratar las crisis y coordinar la política internacional en el 2009 y el 2010. En declaraciones a raíz de la decisión del FED, en el que no hubo ninguna mención de los efectos de una mayor disminución de las compras de activos en el resto del mundo, el gobernador del Banco Central de la India, Raghuram Rajan dijo que la expansión de dólares había ayudado a sacar al mundo de la crisis financiera global y que eso no debe ser ignorado. «La cooperación monetaria internacional se ha roto», dijo. Los países industrializados tienen que jugar un papel en su restauración, y «no pueden en este momento lavarse las manos y decir que vamos a hacer lo que nos conviene y ustedes se encargan del ajuste». Advirtió que si los países industrializados insisten en que los países en desarrollo se las arreglen solos, a ellos «no les gustará el tipo de ajustes que se verán obligados a tomar en el futuro».
La importancia de esta observación se resalta por el hecho de que en los cinco años transcurridos desde septiembre de 2008, los «países emergentes», entre ellos China, han sido responsables de cerca de las tres cuartas partes del aumento en la producción mundial. En 1997-1998, el resultado de la crisis financiera asiática fue una recesión con tanto impacto en esa región como lo fue la Gran Depresión de los años 30 en las economías capitalistas avanzadas. Cualquier repetición traería muy rápido la profundización de la recesión en todo el mundo.
Las consecuencias para los pueblos
Para la clase obrera internacional, la erupción de la crisis acarrea importantes consecuencias. En todos los países emergentes el aumento de la tasa de interés y otras medidas de emergencia significarán una intensificación de la ofensiva capitalista de recortes de puestos de trabajo, salarios y condiciones sociales.
La crisis monetaria demuestra una vez más que son un fraude las afirmaciones de las élites gobernantes y de sus expertos aduciendo que la economía se recobra. El sistema capitalista mundial ha fracasado. Las mismas medidas que se suponía iban a producir una recuperación solo han aumentado la riqueza de los multimillonarios y han creado las condiciones para otra crisis financiera.
La clase obrera latinoamericana e internacional debe sacar útiles lecciones de esta experiencia y responder con su propio programa: la lucha política internacional por el derrocamiento de las élites capitalistas como paso hacia la liberación, y el desarrollo de una sociedad para las masas, una sociedad socialista.
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