El presidente afgano ha renunciado a su cargo y se ha ido del país

Crisis en Afganistán: Estados Unidos deja un país a merced de fundamentalistas

Afganistán
16 de agosto, 2021 - 6:10 pm
Agencias

El pasado domingo 15, los talibanes llegaron a la capital de Afganistán, Kabul. Aunque inicialmente se abstuvieron de entrar definitivamente en la ciudad, luego se adentraron en algunos barrios. El presidente afgano, Ashraf Ghani, renunció a su cargo y se fue del país. 

 

El presidente afgano, Ashraf Ghani, ha renunciado a su cargo y se ha ido del país. Por su parte, el ministro del Interior interino, Abdul Sattar Mirzakwal, prometió que el cambio de gobierno se realizará de manera pacífica y que se garantizará la seguridad de la capital.

Mientras tanto el Consejo de Seguridad de la ONU ha emitido el lunes 16 un comunicado en el que hace un llamado a favor de la creación de un nuevo gobierno en Afganistán que dé cabida a diferentes segmentos de la población, incluidas las mujeres.

Según el documento, el conflicto en Afganistán solo puede resolverse mediante la vía política, que debe amparar los derechos de las minorías, mujeres y niños. De igual modo, el Ministerio de Defensa de Reino Unido ha decidido el mismo lunes 16, aumentar su presencia militar en Afganistán para asegurar la evacuación de sus ciudadanos.  En total, Londres planea enviar 200 efectivos, lo que elevará a 900 el total de militares británicos desplegados en el país centroasiático.

Lea también: Uzbekistán derriba un avión que huía del caos de Afganistán

El Consejo de Seguridad de la ONU celebró una reunión de emergencia sobre la situación en Afganistán. En su discurso, el representante permanente de Afganistán ante la ONU, Gulyam Iskhakzai, advirtió que los talibanes ya empezaron a registrar domicilios con la intención de deshacerse de sus opositores. Asimismo, Iskhakzai instó a la comunidad internacional a no reconocer el Emirato Islámico de Afganistán.

También, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha mantenido el lunes 16, una conversación telefónica con su homólogo estadounidense, Antony Blinken, para abordar la situación en Afganistán. En la llamada, que se efectuó a petición de la parte estadounidense, los diplomáticos acordaron realizar consultas con la participación de China y de Pakistán para sentar las bases de un diálogo interafgano.

Por su parte el Pentágono ha decidido enviar 1.000 militares adicionales a Kabul, la capital de Afganistán, en medio del desorden que se desató en la vispera en el aeropuerto de la ciudad por la llegada de los talibanes a la capital.  Siete personas han muerto en medio del caos que se desató en el aeropuerto de Kabul, reporta AP, que cita una fuente anónima.

Afganistán

Muertes en Afganistán tras la caida de Kabul

Entre los fallecidos se encuentran personas que se aferraron a un avión de transporte militar estadounidense cuando despegaba y que cayeron poco después desde el aire. El desorden reina el aeropuerto de la capital de Afganistán donde se concentran centenares de personas que intentan abandonar desesperadamente el país.

Militares estadounidenses asesinaron este lunes a dos hombres armados en el aeropuerto de Kabul, informa el diario The Wall Street Journal, citando una fuente en la Casa Blanca.
El testigo dijo al periódico que los hechos ocurrieron después de que los dos individuos se acercaran a los efectivos norteamericanos que aseguran el aeropuerto capitalino, mientras se suceden los vuelos de evacuación.

Comienzo del Estado islámico

Los insurgentes han capturado nuevos territorios y las tropas internacionales se han ido retirando. En el medio, hay una población aterrorizada, mientras decenas de miles de afganos han tenido que huir de sus hogares, y cientos de ellos han resultado muertos o heridos en las últimas semanas.

La mayoría de los canales televisivos de Afganistán han empezado a emitir la lectura del Corán o a informar sobre las acciones de los talibanes, reporta RIA Novosti. Anteriormente, a estas horas se transmitían programas de entretenimiento.

Ainuddin, un antiguo alumno de la madrasa (escuela religiosa) que ahora es comandante militar, se para en el centro de esta multitud fuertemente armada.

Bajo el estricto control talibán

Estamos en Balkh, una ciudad con raíces antiguas; el lugar de nacimiento de uno de los poetas místicos más famosos del Islam, Jalaluddin Rumi.

Pasamos por aquí a principios de este año, cuando la zona todavía estaba controlada por el gobierno, pero los pueblos de la periferia estaban en manos de los talibanes. Ahora este es uno de los 200 distritos que han sido capturados por los militantes en esta última ofensiva.

Mapa del control taliban

El estrepitoso fracaso de Estados Unidos en Afganistán

La retirada de las tropas estadounidenses y la toma del poder del movimiento talibán sumen a Afganistán en el caos y evidencian el craso error de cálculo de Washington. EE.UU. perdió su credibilidad, según Ines Pohl

No hay buena solución para el dilema afgano que el presidente estadounidense, Joe Biden, heredó de sus antecesores. En uno de sus últimos pasos como gobernante, Donald Trump anunció que retiraría a todos sus soldados de Afganistán. Y su antecesor, Barack Obama, dejó pasar la oportunidad de preparar la retirada con el válido argumento de que, tras la muerte de Osama Bin Laden, la invasión había quedado obsoleta.

Joe Biden se ve sometido a una gran presión política interna para poner fin a esta guerra de una vez por todas. La mayoría de los estadounidenses no quiere arriesgar más vidas ni gastar más dinero en un país en que gran parte de la población no celebra a los estadounidenses y sus aliados como libertadores, sino que los combate como fuerzas de ocupación.

Y Biden necesita éxitos con urgencia. Muchos presidentes han iniciado guerras para ganar elecciones, pero este presidente debe acabar con una para no volver a perder su frágil mayoría en ambas cámaras del Congreso en las elecciones intermedias del año próximo.

Civiles occidentales en grave peligro

Todo esto debe ser tomado en cuenta en la evaluación de la actual situación. Pero la complejidad del asunto no es disculpa para el drama y la catástrofe humanitaria que tiene lugar en Afganistán. No solo fueron dejados en la indefensión miles de afganos que en las pasadas dos décadas ayudaron a las tropas occidentales.

La alianza militar ni siquiera parece estar en condiciones de poner a salvo a sus propios civiles. ¿Cómo es posible que no se haya evacuado al personal de las embajadas, a los miembros de organizaciones no gubernamentales y otros grupos antes de que las tropas abandonaran amplias regiones del país, allanando el camino para el arrollador avance de los talibanes?

¿Cómo es posible que hasta hace pocos días supuestos expertos de la Casa Blanca sostuvieran que Kabul no caería tan rápido? Ahora impera el pánico en la capital afgana, porque los militares locales se cambiaron inmediatamente de bando, por miedo al poderío de los talibanes y también porque no valía la pena luchar por un gobierno, dirigido por el presidente Ashraf Ghani, que no podría haber sido más corrupto.

¿Qué revela eso acerca de la eficiencia de los servicios de inteligencia estadounidense y el conocimiento del país? ¿Y cuánto valen ante este trasfondo las palabras de Joe Biden, que hace poco declaró en forma grandilocuente que de Afganistán ya no emana peligro de terrorismo y por eso se podía dejar las riendas del país en sus propias manos?

Ayudantes abandonados a su suerte

La guerra de Afganistán se inició como reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Siguiendo una lógica poco comprensible, Joe Biden declaró que la retirada habría concluido en el vigésimo aniversario. Probablemente, lo hizo con la esperanza de acabar por fin con otro capítulo nada glorioso de las invasiones militares estadounidenses y poder proclamar en el memorial de Nueva York que se había ganado la guerra contra el terrorismo internacional.

Pero en estos 20 años no se ha ganado nada. Tampoco ganaron aquellos que, con su disposición a respaldar a la alianza militar occidental, no solo arriesgaron sus vidas, sino también las de sus familias, y ahora son abandonados tan vergonzosamente. Esto nos atañe a todos. Y debe avergonzarnos a todos.

¿Qué podría salir mal de la decisión de Joe Biden de retirar las tropas de combate estadounidenses de Afganistán justo el 11 de septiembre de 2021, exactamente 20 años después del ataque a las Torres Gemelas?

En los Estados Unidos de hoy en día, a menudo se tiene la sensación de que todos los caminos conducen al 11 de septiembre, el acontecimiento más determinante -y doloroso- desde Pearl Harbor, el sorpresivo ataque de los japoneses en el Pacífico, que acabaría llevando a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.

Y así fue como el 11 de septiembre condujo a la guerra más larga que haya protagonizado este país en la historia. El ataque a las Torres Gemelas, el avión que se estrelló contra el Pentágono y el que se estrelló en un campo de Pennsylvania desataron el nacionalismo estadounidense.

Los jóvenes -de hecho, personas de todas las edades- acudían a las unidades de reclutamiento para alistarse. Estados Unidos había sido atacado; estos patriotas querían luchar para defender el país, la «tierra de la libertad», y vengarse de quienes quisieron hacer daño a Estados Unidos.

Y no hay que confundir esto con una especie de patrioterismo irracional. No era eso. Conocí a muchas personas -no sólo estadounidenses-, que si bien eran de tendencia liberal y no eran grandes admiradores de todo lo que hacía Estados Unidos, tenían la sensación visceral de que éste era un momento para apoyar al equipo.

¿Estabas del lado del Estado de derecho, de las elecciones libres y justas, del debido proceso, de la igualdad de género, de la educación universal? ¿O estabas del lado de los que estrellaban aviones contra edificios, o apedreaban a la gente hasta la muerte, o arrojaban a los homosexuales desde los edificios, o negaban la escolarización de las niñas?

Si esto parece una simplificación excesiva, tal vez lo sea, pero cuando ocurrió el 11 de septiembre, así es como muchos lo veían.

Afganistán

De cruzada nacional a «guerras interminables»

Pero en 2016 las guerras exacerbadas por el nacionalismo ya habían perdido su fuerza.

Y fueron uno de los factores que llevaron a la elección de Donald Trump: el cansancio de las «guerras interminables», que era como el candidato Trump se referiría a los atolladeros en que se convirtieron los conflictos de Afganistán e Irak para ese momento.

Los estadounidenses querían, comprensiblemente, levantar el puente levadizo: traer las tropas a casa, dejar que la gente de esos países resolviera sus propios problemas y renunciar finalmente a la idea de que el modelo estadounidense de democracia liberal era un producto exportable que podía imponerse. La cruzada liberal intervencionista había terminado.

Trump, de haber ganado en noviembre pasado, habría retirado las tropas estadounidenses probablemente más rápido. Joe Biden espera cumplir la promesa de Trump de retirarse.

Pero en términos políticos lo más pragmático habría sido seguir firmando cheques para pagar la permanencia de los militares estadounidenses en Afganistán durante un año más. Y luego otro. Y quizá otro después.

La presión política para retirarse no era abrumadora. Los altos mandos de la Defensa, el establishment de la política exterior y los aliados de Estados Unidos en el extranjero pensaban que cualquier cosa que no fuera el statu quo en Afganistán sería una imprudencia.

Pero una pregunta carcomía la mente del nuevo presidente Biden, y era la que planteaba Hillel el Viejo en los tiempos bíblicos: «Si no es ahora, ¿cuándo?»

Biden -que en 2009 aconsejó al presidente Barack Obama de no enviar más tropas, y no le hizo caso- se decidió por el ahora. Y retirará las tropas de Afganistán. Y esa bien podría ser la decisión más trascendente de su presidencia.

Afganistán

20 años… ¿perdidos?

Merece la pena recordar por qué Estados Unidos, el Reino Unido y otros países entraron en Afganistán. Los talibanes se habían convertido, en efecto, en una escuela para los islamistas que querían librar la Yihad contra Occidente.

Los aspirantes a Al Qaeda iban al país a entrenarse para la guerra santa. Los terroristas del 11 de septiembre habían perfeccionado sus habilidades y tramado su plan allí. La eliminación de los talibanes y la lucha contra Al Qaeda se convirtieron en elementos críticos para la seguridad mundial.

A las pocas semanas del 11 de septiembre, yo estaba en el norte de Afganistán. Nos desplazábamos con las tropas de la Alianza del Norte, apoyadas por Estados Unidos y el Reino Unido, mientras la coalición internacional expulsaba a los talibanes del poder.

El primer día lo pasamos viajando desde Khoja Bahauddin, entonces cuartel general de la Alianza del Norte, por una carretera en la que los talibanes habían matado a varios periodistas en una emboscada dos días antes.

Después de una noche terminamos en un pueblo llamado Taleqan. El orden talibán había caído la noche anterior a nuestra llegada. Una de las fotos emblemáticas fue la de un aula de una escuela de niñas que se había convertido en un depósito de armas para los cohetes talibanes, que en su precipitada retirada dejaron atrás.

El último bastión de los talibanes en ese momento fue Kunduz, un corredor de comunicación vital entre las ciudades de Kabul y Mazar-i-Sharif, y la frontera con Uzbekistán, al norte.

Ahora, tanto Taleqan como Kunduz han vuelto a estar bajo el control de los talibanes, y un tercio de las capitales regionales del país están bajo su control.

Y esto plantea un dilema muy incómodo para Joe Biden y su política de «si no es ahora, ¿entonces cuándo?».

Veinte años después y tantas vidas perdidas, y tantos miles de millones de dólares gastados, ¿para qué ha servido? ¿Qué se ha conseguido? ¿Qué se les dice a las familias de todos esos militares asesinados por los talibanes que ahora Estados Unidos se rinde?

¿Qué va a impedir que los grupos extremistas vuelvan a establecer sus campos de entrenamiento de la yihad? En la audiencia del Consejo de Seguridad de la ONU del pasado viernes se informó que hasta 20 grupos diferentes de extremistas, en los que participan miles de combatientes extranjeros, ya están luchando con las fuerzas talibanes.

soldados estadounidenses
Estados Unidos quiso poner fin a su guerra más larga.

Baiden manda la evacuación de tropas

El presidente Joe Biden y su administración batallaron el domingo para proyectar orden en medio de una carrera para evacuar de Afganistán mientras los combatientes talibanes ingresaban a Kabul.

La rápida caída de las fuerzas nacionales y el gobierno de Afganistán ha sido un shock para Biden y los miembros de alto rango de su administración, quienes solo el mes pasado creían que podrían pasar meses antes de que cayera el gobierno civil en Kabul, permitiendo un período de tiempo luego de que salieran las tropas estadounidenses antes de que se pusieran al descubierto todas las consecuencias de la retirada.

Ahora, meses después de su declaración inicial de que los 2.500 soldados estadounidenses estarían fuera de Afganistán para fines del verano, se espera que un total de 6.000 soldados ayuden a facilitar la evacuación.

Y los funcionarios están admitiendo francamente que calcularon mal.

«El hecho es que hemos visto que esa fuerza no ha podido defender el país», dijo el secretario de Estado, Antony Blinken, a Jake Tapper de CNN, refiriéndose a las fuerzas de seguridad nacional de Afganistán. «Y eso ha sucedido más rápido de lo que anticipamos».

Se espera que Biden se dirija a la nación en los próximos días sobre la crisis en Afganistán, según un alto funcionario de la administración, aunque no se ha tomado una decisión final sobre un discurso y el presidente aún no ha interrumpido sus vacaciones de verano en Camp David.

Afganistán

Una opción en discusión es que Biden regrese a la Casa Blanca, aunque el funcionario advirtió que no habían descartado por completo hacer los comentarios desde la casa de vacaciones presidencial, donde fue fotografiado el domingo recibiendo un informe de su equipo de seguridad nacional. En la foto, Biden apareció solo con una camiseta polo frente a un gran banco de monitores.

Los riesgos políticos para Biden son inciertos; la mayoría de los estadounidenses dicen en las encuestas que apoyan la retirada de las tropas de Afganistán, y los ayudantes de Biden han calculado que el país comparte su cansancio por prolongar un conflicto de 20 años.

Sin embargo, las escenas caóticas que se desarrollan cuando termina la guerra, que evocan la caída de Saigón en 1975, una imagen que perseguía a Biden mientras sopesaba una retirada a principios de este año, seguramente seguirán a Biden mientras los talibanes afirman el control sobre grandes franjas de el país.

Algunos miembros del Congreso ya están exigiendo más información de la administración sobre cómo su inteligencia pudo haber juzgado tan mal la situación en el terreno, o por qué no se implementaron planes de contingencia más sólidos para evacuar a los estadounidenses y sus aliados.

Durante una sesión informativa para legisladores el domingo, los altos funcionarios de la administración enfrentaron duros cuestionamientos sobre los planes de retirada, incluida la evacuación de intérpretes afganos y otras personas que ayudaron en el esfuerzo de guerra de Estados Unidos.

El líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, presionó a los funcionarios, incluido el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, sobre por qué el proceso sucedió tan rápido.

«No les dimos cobertura aérea. Usted dice que tenía ese plan. Nadie planearía este resultado. Las ramificaciones de esto para Estados Unidos continuarán durante décadas y no solo serán en Afganistán», dijo McCarthy, según una fuente republicana en la llamada.

Biden no tiene programado regresar a la Casa Blanca desde Camp David hasta finales de esta semana y no ha hablado públicamente sobre la situación en Afganistán desde el martes.

Se está debatiendo una variedad de opciones, sobre regresar a Washington o dirigirse a la nación, pero varios funcionarios dijeron que los eventos eran demasiado fluidos y que no se tomaron decisiones finales hasta el domingo por la tarde.

Si bien Biden puede recibir el mismo nivel de informes de Camp David, como lo ha estado haciendo durante todo el fin de semana a través de una videoconferencia segura, los funcionarios son conscientes de cómo se ve que el presidente esté fuera de la ciudad durante este peligroso momento. Varios funcionarios de la administración también han estado de vacaciones, pero comenzaron a regresar a trabajar de forma remota el domingo o en el ala oeste.

Un funcionario de la Casa Blanca le dijo a CNN el domingo que el presidente «ha hablado con miembros de su equipo de seguridad nacional sobre la situación en Afganistán y continuará recibiendo actualizaciones e información durante el día».

«Está profundamente comprometido desde Camp David», dijo un alto funcionario de la administración, que no descartó que el presidente regresara a la Casa Blanca.

La idea de que el gobierno civil encabezado por el expresidente Ashraf Ghani no podría resistir los avances de los talibanes no es una sorpresa. Las evaluaciones de inteligencia durante el último año han ofrecido calendarios diferentes para lo que muchos funcionarios de seguridad nacional consideraban algo inevitable.

Afganistán

El propio Biden ha dicho repetidamente durante los últimos meses, incluso cuando Ghani lo visitó en la Oficina Oval este verano, que los líderes de Afganistán tendrían que reconciliar sus diferencias si tenían alguna esperanza de mantener el poder.

Y Blinken dijo el domingo que «lo hemos sabido todo el tiempo, lo hemos dicho todo el tiempo, incluido el presidente, que los talibanes se encontraban en su mayor posición de fuerza que en cualquier momento desde 2001, cuando estuvo a cargo del país por última vez. Ese es el Talibán que heredamos. Y entonces vimos que eran muy capaces de pasar a la ofensiva y comenzar a recuperar el país».

Sin embargo, la caída y el colapso del ejército afgano ha ocurrido mucho más rápido de lo que esperaban Biden o su equipo.

Ghani salió del país el domingo hacia Tayikistán, dijeron dos fuentes a CNN. El presidente del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional de Afganistán, Abdullah Abdullah, se refirió a él en una declaración en video como «expresidente».

Los funcionarios estadounidenses han expresado su consternación por la incapacidad de Ghani para proteger ciudades y regiones clave de los talibanes, a pesar de haber establecido una estrategia para hacerlo durante sus comunicaciones con Biden y otros altos líderes estadounidenses.

¿Qué pasará ahora con las mujeres en Afganistán?

Biden utilizó una sesión de preguntas y respuestas en el Salón Este de la Casa Blanca hace poco más de un mes para restar importancia a la posibilidad de que el gobierno afgano pudiera colapsar y los talibanes pudieran tomar el control, diciendo que el resultado no era inevitable. Había insistido en que «no habría ninguna circunstancia» en la que el personal estadounidense fuera evacuado desde el techo de su embajada, rechazando cualquier comparación con la caída de Saigón.

La semana pasada, el presidente dijo a los reporteros que aún existía una posibilidad de que el Gobierno pudiera resistir, diciendo que un comandante militar recién instalado era un «luchador serio». Y tan recientemente como el viernes, la administración dijo que la capital afgana, Kabul, no se encontraba en un «entorno de amenaza inminente».

El domingo por la tarde, Estados Unidos completó la evacuación de su embajada en Kabul cuando los combatientes talibanes entraron en la ciudad. CNN vio helicópteros estadounidenses sacando a los empleados de la embajada para evacuarlos del país en medio del avance de los talibanes.

La retirada del personal de la embajada marca una rápida aceleración del proceso que solo se había anunciado el jueves, y es una situación que muchos funcionarios de seguridad del Departamento de Estado esperaban que sucediera dada la velocidad con la que los talibanes han ganado territorio en Afganistán en los últimos días.

Después de la sesión informativa del sábado, Biden autorizó tropas adicionales a Afganistán «para asegurarnos de que podamos tener un retiro ordenado y seguro del personal estadounidense y otro personal aliado y una evacuación ordenada y segura de los afganos que ayudaron a nuestras tropas durante nuestra misión y aquellos en riesgo especial del avance de los talibanes».

Pero el funcionario de la administración dijo que la Casa Blanca «no quería que esto se convirtiera en el Katrina de la administración de Biden», una referencia al huracán de 2005 al que la administración de Bush tardó en responder durante sus vacaciones de agosto.

Pero una fuente demócrata en la llamada de los legisladores el domingo dijo que Austin defendió las acciones de la administración como una extensión del cronograma para el retiro establecido inicialmente durante la administración de Trump.

El secretario también dijo que Estados Unidos mantiene la capacidad de realizar ataques aéreos para responder a cualquier acción de los talibanes que interfiera con la evacuación.

Afganistán

«Nos defenderemos a nosotros mismos y a nuestro pueblo y cualquier ataque contra un estadounidense tendrá una respuesta firme e inmediata», dijo.

Biden se ha mantenido firme en su plan de retirar las tropas estadounidenses del país. En un comunicado el sábado, dijo que no podía justificar mantener a las fuerzas estadounidenses allí durante el tiempo indeterminado que podría llevar entrenar más a los afganos para defenderse.

«Un año más, o cinco años más, de presencia militar de Estados Unidos no habría hecho ninguna diferencia si el ejército afgano no puede o no quiere defender a su propio país», escribió Biden en un comunicado desde Camp David, donde está pasando un fin de semana largo. «Y una presencia estadounidense sin fin en medio del conflicto civil de otro país no era aceptable para mí».

En su declaración, Biden atribuyó parte de la culpa de la situación actual a su predecesor, Donald Trump, quien negoció un acuerdo con los talibanes para retirar las tropas estadounidenses antes del 1 de mayo de 2021. Los asistentes han dicho que permanecer mucho más allá de esa fecha abriría a las fuerzas de Estados Unidos al ataque.

Pero el presidente fue más allá de simplemente criticar el trato; también acusó a Trump de dejar a los talibanes en su «posición militar más fuerte» desde 2001 y mencionó que Trump invitó a los líderes talibanes a reunirse en Camp David en 2019.

Fue una señal de que, en medio de torrentes de críticas –de aliados de Estados Unidos en el extranjero, de republicanos, de expertos en seguridad nacional y de grupos de derechos humanos– Biden buscaba compartir la culpa de cómo está terminando la guerra más larga de Estados Unidos.

Los asistentes dicen que Biden no ha mostrado ningún indicio de dudar de sí mismo después de anunciar en abril que todas las tropas estadounidenses abandonarAfganistánían Afganistán para el 11 de septiembre, una fecha límite simbólica 20 años después de los ataques terroristas que iniciaron la guerra.

Irónicamente, la mala gestión de Biden de la retirada de Afganistán subrayó su punto central: que las visiones de Estados Unidos de forjar una nación funcional eran ilusorias y que muchos años más de participación de Estados Unidos no habrían hecho ninguna diferencia. Ls evaporadas fuerzas y policía afganas en las que EE.UU. gastó miles de millones para luchar contra los talibanes desconcertó a muchos funcionarios de Washington.

Esto resume cómo los altos mandos militares y diplomáticos fueron engañados por sus propias ideas preconcebidas y la inversión de años de la sangre y el tesoro estadounidenses, oleadas de soldados, retiros de fondos, ofensivas diplomáticas y plazos arbitrarios para irse.

La repentina crisis afgana, que se desarrolló a una velocidad asombrosa, al menos para la mayoría de las personas en Washington que desde hace mucho tiempo habían dejado de lado la guerra más larga del país, es el cambio político más serio hasta ahora para Biden

. Y se produjo solo unos días después de que celebrara sus mayores victorias hasta el momento: la aprobación de más de US$ 4,5 billones combinados en infraestructura y gasto presupuestario a través del Senado. La victoria desafió a los escépticos que durante mucho tiempo se habían burlado de su promesa de unir a republicanos y demócratas, luego de la firma anterior de un enorme proyecto de ley de alivio de covid-19 y reforzó su reputación como un líder nacional eficaz. Gran parte de ese impulso, al menos por ahora, corre el riesgo de verse ahogado por las imágenes de la derrota estadounidense en el extranjero.

Afganistán

Biden paga los platos rotos

Biden ahora se encuentra pagando los platos rotos de dos décadas de pasos en falso de otros… después de agregar sus propios errores. Será acusado de apresurar la salida de Estados Unidos para crear una narrativa política favorable como el presidente que llevó a los soldados estadounidenses a casa antes del vigésimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre en 2001 –planeados por Al Qaeda desde Afganistán– y antes de las elecciones legislativas de mitad de período del próximo año.

Al mismo tiempo, Biden estaba haciendo exactamente lo que quería la mayoría de los estadounidenses, agotados por largos años de atolladeros extranjeros y confundidos sobre por qué los soldados estadounidenses todavía estaban en Afganistán 20 años después del 11 de septiembre. No hubo apoyo nacional para intensificar la guerra.

Para frenar el avance de los talibanes, el presidente habría tenido que desplegar miles de soldados estadounidenses más y emprender nuevos combates sin apoyo popular. Eso y su propio escepticismo a largo plazo sobre la guerra hicieron que su propia decisión de retirada fuera casi inevitable. Pero la fuerza del avance de los talibanes pilló a la Casa Blanca desprevenida.

Otro golpe a la imagen de Estados Unidos en el exterior

El desafío de Biden ahora debe evitar que se desarrolle una narrativa de fracaso en torno a su administración. El presidente ya se enfrentaba a un resurgimiento de la pandemia, gracias a la negativa de muchos conservadores a recibir vacunas gratuitas que salvan vidas. Y a pesar de las crecientes cifras de creación de empleo y la victoria de Biden en infraestructura, los republicanos están citando una inflación creciente y un número récord de inmigrantes indocumentados que son devueltos en la frontera de Estados Unidos para afirmar que su presidencia está en crisis.

Sin embargo, dado el profundo escepticismo del pueblo estadounidense sobre el costo y el resultado de las guerras posteriores al 11 de septiembre, los juicios rápidos de que la crisis actual herirá permanentemente a Biden son prematuros.

Sin embargo, a nivel internacional, la desordenada salida de Estados Unidos de Afganistán generará dudas sobre la firmeza de Washington como aliado.

Después de declarar que «Estados Unidos ha vuelto» tras la era alienante y desestabilizadora de Trump en su primer viaje al extranjero a Europa a principios de este verano, la primera crisis real de política exterior de Biden se debe a una retirada fallida de Estados Unidos. Y el clamor del presidente a favor de la protección de la democracia en el extranjero se verá socavado por su decisión de abandonar un frágil gobierno democrático en Afganistán.

 

NOTICIAS SUGERIDAS

Comente