En Israel, la rama ortodoxa jaradí también segrega a la mujer y occidente callado

Contrainformación | Las mujeres de Afganistán no dejan de luchar por sus derechos

Afganistán
12 de septiembre, 2021 - 1:09 pm
Contrainformación

La piedra angular de la fe musulmana en los escritos del «profeta Mahoma», dan igualdad de derechos a las mujeres. La opresión, llena de control visceral sobre la mujer, es un invento posterior que en manos talibanes, adquiere proporciones de violencia.

CONTRAINFORMACIÓN

Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de Afganistán. Otro fracaso del imperialismo en su papel de gendarme mundial. Deja un país en ruinas y una nación dividida.

El poder quedó en manos del Talibán, un movimiento político-religioso islámico ultrarreaccionario.

El Taliban es un monstruo originalmente creado por el propio EE. UU., que en los años 80 los financió para tumbar al gobierno socialista de Nabijullah, apoyado por la URSS, que había derrocado a la monarquía e instaurado una república laica que consiguió enormes logros, en especial para las mujeres y las capas pobres de la población.

La URSS acudió en ayuda de la república afgana, pero la CIA creó a los «muyaidines», caotizó a Afganistán, y los llamados «guerreros de la libertad» encabezados por Osama Bin Laden (yambién creado por la CIA), tomaron el poder, asesinaron a los socialistas, abolieron todas las conquistas sociales, e implantaron un régimen teocrático semifeudal.

Después de la caída de la URSS, que era el objetivo esencial de los EE. UU., el Talibán asumió el gobierno entre 1996 y 2001, impuso una dictadura burguesa-islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en especial contra las mujeres que, si no luchan, el Talibán terminará de liquidar sus pocas libertades y sus derechos.

Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijos intentando huir por el aeropuerto de Kabul, no deja de conmover al mundo. Las que intentan huir lo hacen porque todavía tienen presente el recuerdo del gobierno «talibán» en la década del 90, que aplicó una interpretación radical del Corán que prohibía a las afganas, entre otras atrocidades, salir a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el «burka» (que las cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o trabajar fuera del hogar.

En veinte años de ocupación imperialista, tanto EE. UU. como la  OTAN, mataron a decenas de miles de civiles en bombardeos indiscrimnados. Una intervención de «venganza» que expulsó de sus casas a millones de personas y Europa cerró sus fronteras para hacer sufrir, aún más, a los más vulnerables, externalizando en otros países, como Turquía, el control migratorio, condenando a millones de afganos (as) en «guetos» bajo condiciones infrahumanas de vida.

A quienes pudieron ingresar a su territorio, Europa les negó los derechos fundamentales para poder explotarlos aún más. De hecho, un portavoz del imperialismo como el francés, Emmanuel Macron, advirtió que el objetivo era frenar el flujo migratorio hacia Europa.

Así, como hoy, en el pasado los medios corporativos usaron la narrativa de los derechos de la mujer para obtener el apoyo de la opinión pública en la liquidación de Afganistán como nación. Después de 20 años de crímenes EE. UU.  y Europa han mostrado que fueron incapaces de mejorar el estatus de las afganas.

Es lógico que, el movimiento islamista talibán establezca un Estado teocrático bajo su exégesis ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia. Que instrumentalice a su favor la religión, continúe sometiendo a las mujeres en la onda de la desigualdad, propia de las relaciones patriarcales del capitalismo.

El momento es YA

La respuesta de las mujeres afganas no se debe postergar. Hoy es el momento dialéctico para lograr avances, cuando los opresores occidentales están de huída y el movimiento Talibán requiere estabilidad.

Es ineludible que las afganas rescaten el control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos, así como su libertad, y el derecho a una vida libre de tormento y sometimientos.

La piedra angular de la fe musulmana, registrada en los escritos del «profeta Mahoma», dan igualdad de derechos a las mujeres. La opresión, llena de control visceral sobre la mujer, es un invento posterior que, en el imaginario talibán, adquiere proporciones de violencia.

No solo pasa en Afganistán, también en «el moderno» Israel

Lo curioso es que son los hombres quienes producen los códigos normativos del movimiento talibán. Aquí habría que recordar como los cristianos occidentales, tan altivos ante el posible horror en Afganistán, también exhiben la opresion femenina. La hostilidad hacia las mujeres (antifeminismo) tiene muchos matices: En España, por ejemplo, muchos apoyan el complejo misogínico de VOX y de la jerarquía católica, que podrán ser de todo, menos creyentes en las libertades de la mujer.

Familia ultraortodoxa e1631466460152

El fundamentalismo judío haredí (11% de la población israelí), muy en auge, oprime a la mujer, tanto, o más que el Talibán, es homófobo y antifeminista. Los jaredíes además de mantener a las mujeres exclusivamente en oficios domésticos, no les permiten asistir a la escuela, ni ir a fiestas. Las casadas deben raparse la cabeza para no atraer a los hombres, y todas deben usar vestimentas hasta el tobillo, no pueden cantar delante de los hombres, ni mezclar entre sus ropas lino y algodón.

La propaganda ocidental proyecta a Israel como un Estado de modernidad y democracia frente al «Mundo Árabe», cuando en realidad no es así, y no puede serlo porque, según la interpretación ortodoxa de la «Torá» la mujer es considerada una propiedad del hombre.

Ese extremo machismo lo representan los ultraortodoxos judíos, conocidos como «jaredíes». Los mismos que lucen «guedejas» y sombreros, mientras sus esposas se ven obligadas a raparse la cabeza, u ocultar su cabello con pañuelos, sombreros o pelucas, que deben ser aprobados por los rabinos. La mujer es un ser -considerado en la biblia- sometido al hombre.

En las plegarias antiguas de los hebreos el hombre daba gracias a Dios por «no haber nacido infiel, ni mujer, ni esclavo o ignorante», mientras las mujeres hebreas se limitaban a agradecer al Señor por haber sido creadas «según su voluntad».

La situación en Afganistán es una alerta, una forma dolorosa de comprender por qué el feminismo, con toda su heterogeneidad, su pluralidad, sus muchas luchas y matices, sigue siendo una fuerza necesaria y viva para consolidar la sociedad de la igualdad y el humanismo. No otra que el socialismo, que se vislumbra como la única salida otras filosofías depredadoras, explotadoras, antihumanas, y esencialmente antifeministas.

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