Según sus biógrafos, ante el aumento de casos de VIH en muchos de su círculo cercano, Freddie se empezó a realizar exámenes habitualmente. Es por eso que no se sabe con certeza si él se enteró de su enfermedad en 1986 o en 1987 .
El 24 de noviembre de 1991, un día después de dar a conocer su enfermedad al mundo, de reconocer los rumores que circulaban hacía años, Freddie Mercury murió en su cama. Tenía, apenas, 45 años.
La BBC puso al aire un documental llamado Freddie Mercury: The Final Act en el que a través de testimonios de amigos y allegados recrea cómo el cantante pasó los momentos finales de su enfermedad. Se centra en sus últimos cinco años de vida y llega hasta el concierto tributo que grandes estrellas y el resto de los miembros de su banda brindaron en 1992. El otro gran tema del documental es el Sida y cómo el tema era tratado por la sociedad. Ese aspecto es fundamental para entender las actitudes públicas de Freddie en esos años.
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La primera vez que los medios sensacionalistas ingleses hablaron sobre la posibilidad (en realidad lo gritaban desde la primera plana con títulos catástrofe) de que Freddie tuviera Sida fue en 1986. Pero es imposible saber si se filtró alguna información o si tan solo fue una especulación de los periodistas. Al fin y al cabo, en esos años, se publicó el mismo rumor de cada celebridad de la que se sospechaba que era homosexual. Ante la escalada de casos de Sida, Freddie le contó a un amigo, a mediados de la década del ochenta: «No lo puedo creer. Me convertí en una monja. Ya no salgo y dejé la vida salvaje atrás».
Según sus biógrafos, ante el aumento de casos -muchos de su círculo cercano, Freddie se empezó a realizar exámenes habitualmente. Es por eso que no se sabe con certeza si él se enteró en 1986 o en 1987.
En esa época una lesión en el hombro lo comenzó a molestar. El dolor era persistente y la herida había tomado formas y colores poco habituales. Una biopsia determinó que se trataba de un Sarcoma de Kaposi, una complicación del Sida.
La primera en enterarse fue su ex novia Mary Austin. Como Freddie estaba de viaje, había dejado el teléfono de ella de contacto. Ante la insistente búsqueda por parte de la clínica de Freddie y su falta de respuesta, acudieron a Austin. Cuando recibió la llamada urgida, pese a la confidencialidad, ella imaginó que el resultado era positivo.
Freddie supo a partir del diagnóstico que el tiempo corría para él más de prisa que para el resto. Sólo tenía 41 años y se apuró a grabar todo lo que pudo.
Freddie no hablaba de su sexualidad en público y la prensa, por lo general, tampoco lo hacía. Cuando le preguntaban él solía salir con respuestas ingeniosas y lo suficientemente ambiguas. Hasta que un escándalo se esparció a una velocidad pasmosa beneficiándose de la sed de sensacionalismo del público y en la homofobia reinante.
El 20 de noviembre, cuatro días antes de su muerte, pidió salir de la cama. Quiso que lo ayudaran a llegar hasta la planta baja de su casa. Al llegar se sentó en un gran salón y admiró una por una las obras de arte que lo rodeaban. En especial la frondosa colección de estampas japonesas a las que se había aficionado un tiempo antes. Se había convertido en un gran coleccionista de arte, en especial del proveniente de Japón. Compraba casi compulsivamente. Y contagió esa afición a Elton John que también adquiría obras en las subastas internacionales. En esos días finales Freddie quiso rodearse de belleza y de las cosas que le gustaban. Por eso quiso recorrer su colección una vez más.
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