Francis Juzga

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8 de julio, 2016 - 9:11 am
Francis Blackman / [email protected]

Yo no inventé nada de lo que me explicó mi aún desconocido sacerdote. El vio en mí a quien pudiera hacer algo y eso intenté

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*** Creí haber aportado en la búsqueda de una solución al caso Andrés Vargas. Lamentablemente como que fallé. Un hijo del compositor y solista me solicita una entrevista para aclarar «conceptos mal infundados y tendenciosos» en torno a la situación que atraviesa el gaitero. Tengo mucho tiempo sin contactarlo y en esta columna siempre he indagado para conocer algo de su vida. Al padre Serrano, no lo conozco en persona, se dignó a informarme, aduciendo que conocía mi interés por el estado de Andrés y quería platearme la realidad de las cosas.

Yo no inventé nada de lo que me explicó mi aún desconocido sacerdote. El vio en mí a quien pudiera hacer algo y eso intenté. Todo indicaba que las cosas andaban mal. Confieso que la primera vez que supe de su estado, el de Andrés Vargas, me apersoné a su residencia. Con lo que me encontré fue duro. Lo que me contó jamás lo he utilizado, pero quedó grabado en mi memoria para siempre.

Veo sinceridad en las palabras de quien me escribe, lo veo como un libro abierto y no voy hacer público nada de lo que me ha confesado. Me complace saber que Andrés le ha ratificado que soy su amigo y eso vale mucho, significa entre otras cosas, que no hay tal infundio, ni he sido tendencioso. Mi respeto por Andrés sigue vigente. Si Andrés está bien, si superó todos sus problemas, alabado sea Dios. El padre Serrano y todos los amigos de Andrés celebramos saber esto. Viva Dios.

***No hay nada más fácil que el olvido. La semana pasada esperaba mucho en referencia al aniversario de la muerte de Felipe Pirela «El Bolerista de América». Las estaciones de radio —es imposible escucharlas a todas— estuvieron a muy bajo nivel y para colmo hubo una concierto en memoria de Michael Jackson en el TV y este se llevó por delante la memoria de Felipe. Todo esto a pesar que en el ambiente está su película que al parecer no logró motivar a que se le recordara con mayor profundidad. No hay dudas. Felipe sigue siendo «El Malquerido».

Hay algo que decir puesto que no se puede pretender tapar al Sol con un dedo. La masa joven del país no vivió la época, de manera que están con lo que escuchan. Felipe no les importa en absoluto y en consecuencia, siguen con la música extranjera en su agenda de preferencia. Todo esto luce triste, patético. Es la deplorable conducta de una sociedad que olvida con una facilidad asombrosa.

*** Considero que el juicio sobre el programa Gaita en dos Generaciones (Sabor 106) dio resultado y ahora los viernes, cuando colocan temas del Guaco gaitero, la cosa suena diferente. Sostengo el criterio de que Gustavo Aguado no es segundo de nadie como intérprete de nuestro ritmo. A eso me refería al plasmar la diferencia entre un Guaco y el otro. El conjunto gaitero es una jaiba y la súper banda es otra. Gracias RSU.

*** La totalidad de la familia Silva Narváez fue eliminada como miembros de la Fundación de la Gaita. No se salvaron, ni Carmencita ni Lula, mucho menos Nano. La sorpresa que recibimos es que en Cabimas la Fundación le hizo una serie de homenajes a Lula. Seré franco ¿Dónde está el auto estima? Cada vez que se me presenta una situación como esta, recuerdo al libro Estudio del Comportamiento Humano y trato de encontrarle una explicación a lo que sucede en ese momento.

En los años 50, la gaita estaba aún por difundirse. Había pocas gaitas grabadas y por ello se tienen escasos detalles de la participación de la mujer dentro de ella. Además hubo un cierto machismo en esa actitud, época en que a la mujer se les restringían muchas cosas. Que recuerde, la mujer no fue solista en las parrandas gaiteras, participaba en el estribillo, pero a la hora de cantar por la mano, su participación era sumamente escasa. Es pocas palabras, la gaita era cuestión de hombres.

Comenzó la década de los 60 y allí se produjo el ingreso activo de la mujer en la gaita y aparecieron en escena una serie de solistas que impactaron. A mí particularmente lo hizo Elsa Socorro. Nadie sabe qué tan lejos hubiera llegado si su estancia hubiera sido más prolongada. A partir de allí, la mujer se desinhibió y el volumen de mujeres de solistas se multiplicó.

Pero no le fue fácil. Las trasnochadas, estar en la calle hasta el amanecer, la ingesta de alcohol, sobre todo para las casadas, comprometidas y hasta empatadas y no todas por supuesto, dio paso a situaciones bastante escabrosas, que las hubo. Se conoce la historia de solistas masculinos por su adicción a las bebidas empíricas, al fin y al cabo la gaita era para parranderos y no se veía del mismo modo a la mujer en ese estado, pero las hubo y punto.

¡Quedó escrito. Epa, ya está. Nos vamos!

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