Por Dirwings Arrieta
La toma de posesión de Donald Trump, marcada por la presencia de líderes como el presidente de Argentina, simboliza una peligrosa convergencia entre el neoliberalismo y una derecha extremista que amenaza con redefinir el panorama político global.
Esta reunión no es solo un evento protocolar; es un claro indicativo de la tendencia que están tomando muchos gobiernos en el mundo, donde la política se subordina a los intereses del capital. La elección de estos invitados no es casualidad, sino una estrategia deliberada para consolidar un bloque de poder que prioriza las ganancias económicas sobre el bienestar social.
El neoliberalismo, con su premisa de desregulación y privatización, ha demostrado ser un modelo fallido que perpetúa la desigualdad y margina a los sectores más vulnerables de la sociedad. La combinación de este enfoque con líderes que operan desde una lógica oligárquica plantea un riesgo inminente para las democracias. La política, en lugar de ser un instrumento para la justicia social y el desarrollo equitativo, se convierte en un mero apéndice del capital, donde las decisiones se toman en función de los intereses de unos pocos en detrimento de las mayorías.
En este contexto, la llegada de un gobierno oligárquico en Estados Unidos no es una mera especulación, sino una posibilidad tangible que debería preocupar a todos los ciudadanos. La historia nos ha enseñado que cuando el poder se concentra en manos de unos pocos, la democracia se ve erosionada y los derechos de la ciudadanía son vulnerados. La retórica de Trump y sus aliados, que promueven una agenda de austeridad y recortes sociales, es un claro ejemplo de cómo se busca desmantelar los logros alcanzados en términos de derechos laborales, salud y educación.
Es fundamental que desde una perspectiva de izquierda se alce la voz contra esta tendencia. La lucha por un modelo económico que priorice las necesidades humanas por encima de las ganancias debe ser un imperativo. La resistencia a la normalización de un gobierno que actúa en beneficio de una élite debe ser constante y contundente. La ciudadanía debe unirse para exigir un cambio que reoriente las políticas hacia la justicia social, la equidad y el respeto por los derechos humanos.
Las consecuencias de permitir que el neoliberalismo y la derecha extremista tomen el control pueden ser devastadoras. No solo se corre el riesgo de profundizar la desigualdad, sino que también se pone en peligro la estabilidad social y política. Es momento de reflexionar sobre el futuro que queremos construir y de actuar en consecuencia, defendiendo una visión de sociedad donde la política esté al servicio de la ciudadanía y no del capital. La lucha por un mundo más justo y equitativo es una responsabilidad compartida que no podemos eludir.
Los pueblo que compartimos una visión distinta al neoliberalismo y la derecha exstremista, debemos unirnos , para enfrentar esta gran amenaza que enfrenta hoy la humanidad .
Solo juntos, podemos.
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