Por Dirwings Arrieta
La reciente salida de Edmundo González como asilado político en España no solo refleja la fragilidad de la oposición, sino que también representa un reconocimiento implícito al poder constituido en Venezuela.
La solicitud de salvoconducto presentada por González Urrutia para abandonar el país es, en esencia, un acto que valida la autoridad del gobierno legítimo del Presidente Nicolás Maduro.
Al buscar la protección de otro Estado, se evidencia la incapacidad de la oposición para sostener una narrativa de resistencia que se traduzca en acciones efectivas dentro del territorio nacional. Este movimiento se asemeja a las salidas de figuras como Juan Guaidó y Leopoldo López, quienes, en su afán de desestabilizar al gobierno, terminaron por desilusionar a un sector importante de la población venezolana que había depositado esperanzas en sus promesas de cambio.
González, al igual que sus predecesores, se convierte en un símbolo de la desesperación de una oposición que, a través de métodos poco ortodoxos, intenta apropiarse del poder a cualquier precio. Su salida no es más que una manifestación del fracaso de una estrategia que ha sido incapaz de conectar con las necesidades y aspiraciones del pueblo venezolano. En lugar de buscar soluciones dentro del país, optan por el exilio, dejando atrás a aquellos que realmente padecen las consecuencias de la crisis.
Este episodio también pone de manifiesto la falta de unidad y dirección en las filas opositoras. La repetición de figuras que buscan asilo en el extranjero es un claro indicio de que la narrativa de cambio promovida por la oposición se ha vuelto insostenible. La lucha por el poder, en lugar de ser un esfuerzo colectivo por el bienestar del pueblo, se ha convertido en un juego de intereses personales y ambiciones desmedidas.
La salida de Edmundo González, lejos de debilitar al gobierno, refuerza la idea de que la oposición carece de un verdadero proyecto político que respete la voluntad del pueblo. En este sentido, su partida es un revés para aquellos que intentan deslegitimar a un gobierno que, a pesar de las adversidades, sigue siendo reconocido por una parte significativa de la población.
La huida de Edmundo González , es un recordatorio de que la lucha política en Venezuela no puede basarse en la deslealtad y el exilio. La historia nos ha enseñado que los intentos de desestabilización a través de figuras como Guaidó y López han fracasado, y la salida de González solo añade un capítulo más a esta narrativa de engaño y desilusión.
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