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El nuevo CNE y los escenarios electorales en Venezuela

Juan Romero 1
26 de junio, 2020 - 2:11 pm
Dr. Juan E. Romero

Dr. Juan E. Romero

La decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), ante solicitud de un conjunto de actores políticos, entre los que cabe señalar a tres excandidatos presidenciales (Henry Falcón, Javier Bertucci y Claudio Fermín), de nombrar a los Rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), abre los escenarios políticos para desbloquear las posibilidades de respuestas violentas hacia lo interno del sistema político venezolano.

Desde el fallecimiento de Hugo Chávez, en marzo de 2013, el país entró en una dinámica que podemos categorizar como agenda trasgresora, entendida como la maximización del enfrentamiento político producto de agendas culturales políticas totalmente divergentes.

Los actores políticos agrupados en torno a la disuelta Mesa de Unidad Democrática (MUD), optaron por mantener una dinámica doble: por un lado, de movilización de sus propuestas como opuestas al proyecto esbozado por Chávez desde 1998 y por otro lado, la acción conspirativa-violenta.

Esa doble vertiente, fue escalando progresivamente hasta complementarse en un accionar político radicalizado, que en el lapso 2013-2014 adquirió rasgos muy violentos. La agenda trasgresora fue encarnada por el partido Voluntad Popular (VP), encabezado por Leopoldo López y con amplia influencia de la nueva derecha Latinoamericana y Mundial.

El radicalismo político, con acciones que rayaban en la violencia extrema se constituyó en la principal forma de expresión política, a través de una gradual influencia de los sectores más conservadores del escenario mundial, que en una línea de interpretación geopolítica colocaron a Venezuela, como la «nueva amenaza izquierdista» en la región. Los llamados desde 2014 para incrementar la presión internacional sobre el Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, pasaron a ser un punto en común, entre los diversos factores que se agruparon en torno a los actores políticos que se incorporaron a la agenda trasgresora.

El período entre 2014-2015, puede ser caracterizado como el de la formulación de uno de los elementos característicos de la oposición venezolana: su dependencia de las líneas de dirección emanadas desde EE.UU. con la concreción del Decreto de Barak Obama, declarándonos una «amenaza extraordinaria e inusual para la seguridad de los EE.UU.», se avanzó en la construcción de un encuadre que identificaba al sistema político venezolano, hegemonizado por las fuerzas agrupadas en torno al Chavismo, como un «sistema dictatorial».

Es asombroso, como esa caracterización tan fútil, ha sido útil para asfixiar económicamente a la sociedad toda venezolana. Es paradójico que quienes señalan al Gobierno de Nicolás Maduro como violento, autoritario y dictatorial, puedan desplazarse a lo interno y externo del país, con total desparpajo.

Sin embargo, detrás de esta estrategia debe verse la aplicación contra Venezuela de todos los manuales de Guerra Irregular generados a través de los centros de influencia norteamericano, bien mediante Fundaciones como la del International Republican Institute (IRI), fachada oficial de los sectores mas neoconservadores del Partido Republicano en EE.UU. o utilizando organismos pensados para «financiar» opciones políticas coherentes a los intereses estratégicos del coloso del norte, como la USAID o la NED (National Endowment for Democracy), que han destinado en el último lustro más de 500 millones de dólares para apoyar «programas» de fortalecimiento «democrático», que no son más que fachadas de desestabilización del orden interno en Venezuela.

Las acciones de esta agenda trasgresora, han tenido consecuencias enormes. Más de 136.000 millones de dólares en pérdidas económicas derivados de bloqueos ilegales, acciones de boicot económico y asfixia financiera contra instituciones claves de la economía venezolana. Mas de 40000 víctimas productos de la incapacidad inducida, a las instituciones de salud del Estado venezolano para atender a pacientes con problemas de diábetes, enfermedades cardíacas u oncológicas, pero sobre todo, la imposibilidad de mantener la producción de la principal fuente de financiamiento del Estado venezolano: el petróleo.

La agenda trasgresora, ha afectado por igual a todos los venezolanos y asentado sobre lo que denominó la «trinidad prometida e incumplida» (cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres), por el diputado de Voluntad Popular, Juan Guaidó, ha venido generando un desencanto y decepción, que no sólo no ha servido para lograr el objetivo que se propusieron (sacar al chavismo del poder), sino que ha generado una razón común para fortalecer al Gobierno de Nicolás Maduro: enfrentarse a un bloqueo criminal que no diferencia de militantes, simpatizantes o no del chavismo.

Con esta acción, una jugada de realismo político del presidente Nicolás Maduro, estableciendo diálogos con sectores menos radicalizados de la oposición venezolana (Claudio Fermín, Javier Bertucci y Henry Falcón), para hacer posible un nuevo CNE y destrancar el juego político democrático, se abren escenarios interesantes.

Uno de ellos, tiene que ver con el G4 ( partidos Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo), que hegemoniza las fuerzas opositoras, que deberá analizar si entra en la competición electoral u opta por la abstención, con lo cuál corre el riesgo de desaparecer totalmente del escenario político. Dos, de decidir participar el G4, habrá que ver su estrategia electoral, pues quedarían entrampados en una doble vertiente; al reconocer la legitimidad tanto del Gobierno de Nicolás Maduro como del sistema electoral y por otra parte, correr el riesgo de recibir una especie de «voto castigo», ante su equivocada estrategia de desgaste que afectó por igual a todos los venezolanos.

Un tercer escenario, es el derivado de una hegemonía compartida entre el chavismo, cuyos candidatos a la elección de la Asamblea Nacional (AN), que seguro se realizará en el último bimestre del año 2020, pueden obtener una primera mayoría, compartiendo con los actores agrupados en las organizaciones políticas de la oposición no radicalizada.

Estaríamos asistiendo a una nueva etapa en el sistema político venezolano, recomponiendo sus relaciones y tensiones, contribuyendo a construir lo que en ciencias políticas denominamos una «paz inestable», eso es una relación política no coincidente, pero no violenta, entre actores políticos divergentes.
Como sea, estos meses desde el presente hasta la elección de la AN, serán de reacomodos importantes, tanto en el discurso político como en la praxis política democrática de los actores en el sistema electoral venezolano. Habrá que observar con atención este accionar en los próximos meses.

Foto: Cortesía

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