La vereda del lago refulge entre las muy pocas plazas y sitios públicos

El agua en Maracaibo

vereda
4 de junio, 2020 - 1:42 pm
Argelis Ortiz

Argelis Ortiz (†)

Opinión: Dejándome guiar por el almanaque Belloso Rossel, quien pronostica para esta noche de viernes una magnífica luna llena y un clima despejado y frío, me propuse sacando del armario mis dotes de casanova, invitar una novia a pasear por la ciudad.

De principio pensé en llevarla a algún café o sitio nocturno, pero además de parecerme más que trillado, me propuse hacerla pasar una noche diferente y sobre todo barata, dada mi lamentable condición monetaria.
Hubiese sido una noche especial para caminar por la ciudad, y para que los novios nos dedicásemos a prodigarnos arrumacos, de no ser por el miedo que me impuso pensar en el hampa que se enseñorea por Maracaibo. Cualquiera sea el rincón de la ciudad en el que pensamos, casi seguro imaginamos conseguir algún mal vividor, esperándonos para arrebatarnos nuestras escasas pertenencias, cuando no, la vida.

Así que luego de pensarlo mucho y viendo que aún no eran las 6,30 de la tarde nos decidimos por visitar “La vereda del Lago”.

Debo decir que fue todo un acierto. La vereda del lago, refulge entre las muy pocas plazas y sitios públicos en donde podemos dedicarnos al esparcimiento, al ejercicio, a la lectura, al tierno romance, sin mucho manoseo, o simplemente a pasar un magnífico rato de completo ocio, solamente contemplando la naturaleza, el grandioso lago ytodo sin el fastidioso miedo a que nos atraquen. El parque fue  creado, según leí, en alguna parte un 25 de septiembre de 2001, en un espacio de 68 hectáreas.

Si bien para mi gusto, existen demasiados elementos ajenos al espíritu de relajación y descanso propios del par- que, y que me perdone el mucho concreto, la ruidosa pista de Karting, el mayamero trampolín, las casi obligadas minitecas unas a más decibeles que la otra y el espacio universitario como tapón de fondo. Sin embargo, el parque se mantiene dentro del espíritu que debe nutrir estos espacios públicos.

Hermosos y duraderos cujíes, se enseñorean entre palmas y una que otra uva de playa. La línea que bordea el lago ha sido respetada como sitio de respiración y de silencio.

Esta caminera al lado del lago de más de un kilómetro, lo sé porque conté el número de postes y los multipliqué por 3 metros que hay ente uno y otro… vainas de ociosidad. Bueno estos 1.200 metros te permiten una saludable y reconfortante hora de conversación y de paz, sin ruidos, sin apresuramientos, sin miedos.

Maracaibo, pese a seguir siendo una ciudad de agua, nacida a la orilla de uno de los lagos más grandes del mundo, lago del que hace menos de ochenta años se sacaba agua para lavar, bañarse, regar las plantas y demás quehaceres del hogar. Ha crecido de espaldas a este hermoso lago, podríamos decir que escondiéndose de él. Afortunadamente nos queda, entre otros, ese escaso kilómetro y medio donde los Marabinos podemos contemplar el lago y acordarnos de los versos de Abdénago Borgas:

Señora llegó el agüero Compre que se va a acabar Es del dulce manantial Del lago maracaibero.

Mientras caminaba al lado, casi rozando mi novia, le conté asumiendo aires de erudito, que el primer acueducto de Maracaibo, se fundó en 1894 y estaba situado allí mismo, en La Calzada, además que el agua la llevaba hasta Bella Vista a la altura de la calle Falcón.

Intentaba seguir con mi discurso, cuando la dama de mis fantasías, con cierta cara de fastidio me interrumpió, al tiempo de decirme:
…“Ay mi amor ahora que hablas de agua, mejor me llevas a mi casa. Es que hoy nos toca agua según Hidrolago y tengo que ayudar a mamá a llenar la pipa”
Del agua e la playa
Del agua e la playa Gritan los burreros vendiendo como en quincalla Dulce manantial del cielo que en sus botijuelas cargan

Foto: Agencia 

 

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