Fordow fue diseñada para enriquecer uranio al 20%, pero inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) detectaron en 2023 rastros de uranio enriquecido al 83,7%, peligrosamente cerca del 90% necesario para un arma nuclear. Aunque alberga menos centrifugadoras que Natanz, su blindaje natural la convertía en un blanco difícil.
Expertos sostienen que solo las bombas de penetración profunda GBU-57 A/B Massive Ordnance Penetrator, capaces de perforar bunkers, podían destruir Fordow. Israel no dispone de ese armamento. Estados Unidos sí.
La instalación de Natanz, al sudeste de Teherán, es el principal centro de enriquecimiento de uranio del país. Parte de sus estructuras están bajo tierra, pero otra parte permanece en superficie, lo que la hace más vulnerable que Fordow.
Desde 2021, Irán reconoció que en Natanz se enriquece uranio hasta el 60% de pureza. Allí se concentran la mayor parte de las centrifugadoras avanzadas, responsables de producir material cercano al grado armamentístico. La planta ya ha sido blanco de ataques previos: sabotajes cibernéticos como el de Stuxnet en 2010, y explosiones en 2020 y 2021, todas atribuidas a Israel.
Según el OIEA, un reciente bombardeo israelí dañó gravemente el área subterránea de Natanz. Su director, Rafael Grossi, señaló que las centrifugadoras fueron “gravemente dañadas, si no destruidas por completo.»
La ciudad de Isfahan alberga el Centro de Conversión de Uranio, donde se transforma el uranio natural en gas hexafluoruro de uranio (UF6). Este gas es esencial para alimentar las centrifugadoras de Fordow y Natanz. Cuatro edificios del complejo, incluida la planta de conversión, fueron alcanzados por un ataque israelí la semana pasada, según confirmó Grossi.
Isfahan cumple un rol fundamental: sin su capacidad de conversión, el uranio natural no puede procesarse para su enriquecimiento. Es un eslabón químico en la cadena nuclear.
La decisión de Donald Trump de involucrar directamente a Estados Unidos en los ataques contra el programa nuclear iraní representa un giro drástico en su política exterior.
Tras meses de intentos diplomáticos fallidos con Teherán y de presionar a Israel para aplazar una ofensiva militar, el presidente optó finalmente por una acción unilateral que lo alinea con el esfuerzo israelí para desmantelar las capacidades nucleares de Irán.
La operación, sin embargo, plantea riesgos significativos. Irán ha prometido represalias ante cualquier intervención estadounidense, y los rebeldes hutíes en Yemen advirtieron que reanudarán los ataques contra buques estadounidenses en el Mar Rojo. A nivel doméstico, Trump enfrenta críticas de sectores de su propia base política, que lo acusan de traicionar su promesa de evitar guerras prolongadas en Medio Oriente. Mientras tanto, la posibilidad de un conflicto regional a gran escala se acrecienta, con Estados Unidos movilizando recursos militares en la zona y una creciente presión internacional para contener una escalada que amenaza con desestabilizar aún más la región.
Comente