Por Luis Fuenmayor Toro
Seguir hablando, en forma oral o escrita, sobre si se vota o no en las elecciones venideras, luego del supuesto fraude ocurrido el 28 de julio, parece un despropósito y una pérdida de tiempo. La gente ya decidió y de nada valen los argumentos que se utilicen para convencer a ninguno.
Fíjense que dije «supuesto» fraude, por lo que podríamos también añadir ese tema a la conversación, sabiendo que también es absurdo seguir discutiendo sobre ello.
Dije supuesto, no porque piense que no lo hubo, ni mucho menos afirme que no ocurrieron ilegalidades y violaciones constitucionales gravísimas, pues éstas claro que ocurrieron, todos las vimos y reclamamos y enfrentamos y no pudimos hacer que se corrigieran. Quienes dicen que no sucedieron, simplemente mienten, o se burlan de los demás o caen en la categoría de «creyentes» (creyentes de lo que diga el gobierno), para no utilizar calificativos que puedan desmerecer sus capacidades intelectuales.
Dije supuesto, como lo hago cuando me hablan de un delincuente todavía no condenado por ningún tribunal, a quien tengo que darle el beneficio de la duda, pues eso fue lo que me enseñaron durante toda mi vida y no voy ahora, ya viejo, a abjurar de esos postulados.
Dije supuesto, porque lamentablemente para quienes en forma honesta creen que hubo un fraude, los dirigentes de los partidos y otras organizaciones extremistas y anti nacionales de décadas, que asumieron esa bandera como fundamento de su política, no me merecen ningún respeto ni consideración como políticos, y varios de ellos tampoco como personas, pues los considero mucho peores que el gobierno de Maduro, que ya es decir bastante, y sin la credibilidad suficiente para convencerme. Nada más con ver lo que han hecho, en el caso de los venezolanos deportados a El Salvador, sería más que suficiente para rechazar sus opiniones y sus acciones.
Sin duda ninguna, los afectos, los odios, los prejuicios, se han entronizado en la conciencia de los venezolanos durante todos estos años, lo que ha relegado enormemente la capacidad de la gente de observar las cosas como realmente ocurren. Fíjense que no he dicho de analizar las cosas, capacidad que también está muy quebrantada. He dicho que ni siquiera hay capacidad para ver lo que ocurre, mucho menos posibilidad de análisis ninguna, ni de arribar a conclusiones que guíen nuestras actividades.
A esta grave situación, le tenemos que añadir que el gobierno ejerce una sostenida represión de las movilizaciones populares y de cualquier atisbo de resistencia, pues ha decidido mantenerse en el poder como primera opción de conducta. Rechaza y enfrenta violentamente cualquier asomo colectivo de crítica seria de su gestión o de denuncia grave de su comportamiento. Y esta represión es claramente paralizante.
Las diversas oposiciones que existen, por su parte, están totalmente divididas, sin un programa de acción común, enfrentadas a muerte, sobre todo por la conducta del extremismo opositor violento y antinacional, que se cree el único capaz de enfrentar al gobierno y descalifica a todos los demás, cuando lleva dos décadas demostrando que el líder sí, pero de los más estrepitosos fracasos.
Pero es que tampoco la oposición que hace vida en la Asamblea Nacional, dentro de la cual hay gente muy seria y luchadora, y dejo claramente fuera a los partidos recientes creados por el gobierno a su imagen y semejanza, tampoco ha sido capaz de ponerse de acuerdo en algunos objetivos mínimos, acordes con la difícil realidad que se vive, para poder ir construyendo en los años venideros un frente de resistencia a las prácticas dictatoriales gubernamentales, cada vez más numerosas, y de rescate de la democracia del voto directo, universal y secreto.
Las próximas elecciones las ganará ampliamente el gobierno, sin tener que recurrir a medidas extraordinarias ningunas, para llamarlas forma cortés. Todo lo que el extremismo opositor haga no servirá sino para agravar las ya pésimas condiciones de vida del venezolano y para hacer más fácil y seguro el triunfo gubernamental. No existe ninguna estrategia más allá de eso. No importa cuán serios quieran aparentar ser, los pseudo analistas pagados por ese liderazgo opositor fracasado, cuya permanencia en el escenario político venezolano será siempre una garantía de triunfo para el gobierno.
Yo voy a votar. No me empeñaré en convencer a nadie. Siempre he dicho que la mejor defensa de los derechos es el ejercicio vehemente de los mismos. No se la voy a poner fácil al gobierno, como han hecho los abstencionistas desde hace dos décadas y como quieren seguir haciendo. No en vano los dejan actuar impunemente.
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