Santa Rita de Casia, patrona de los imposibles

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22 de mayo, 2015 - 7:56 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Santa Rita lo experimentó todo y en su corazón siempre reinó Jesucristo

Fotos: Agencias

Los últimos años de su vida fueron de compensación. Rita estuvo inmóvil durante cuatro años mientras observaba cómo su cuerpo se consumía con paz y confianza en Dios

Maracaibo
— La santa de lo imposible. Fue una hija obediente, esposa fiel, esposa maltratada, madre, viuda, religiosa, estigmatizada y santa incorrupta. Santa Rita lo experimentó todo, pero llegó a la santidad porque en su corazón reinaba Jesucristo.

Rita nació el 22 de mayo del año 1381 en Roccaporena, un pueblecito situado en el municipio de Casia, provincia de Perugia, (Italia). Sus padres, Antonio Lotti y Amata Ferri, eran muy creyentes con una situación económica no muy buena, pero decorosa y tranquila. La historia de Santa Rita estuvo llena de acontecimientos extraordinarios que la hicieron ser una fiel creyente de la bondad de nuestro señor Jesucristo.

Desde sus primeros años, la santa demostró constantemente su piedad y su deseo de consagrarse a la vida religiosa; su mayor gusto era dedicarse a la oración y a la caridad fraterna con el prójimo. Sin embargo, por decisión y obediencia a sus padres, Santa Rita contrajo matrimonio.

Aceptó ser esposa

Rita habría deseado hacerse monja, sin embargo, aún joven (cerca de los 13 años) sus progenitores, ya ancianos, la prometieron como esposa a Paolo Ferdinando Mancini, un hombre conocido por su carácter agresivo y brutal. La joven acostumbrada al deber, no opuso resistencia y se casó con el joven oficial que comandaba la guarnición de Collegiacone, presumiblemente a los 17 o 18 años, es decir, alrededor de los años 1387-1388.

Del matrimonio entre Rita y Pablo nacieron dos hijos gemelos varones; Giangiacomo Antonio y Pablo María, que tuvieron todo el amor, la ternura y los cuidados de la mamá. Rita consiguió, con su tierno amor y gran paciencia transformar el carácter del marido y hacerlo más dócil.

La vida conyugal de Santa Rita, después de 18 años, fue trágicamente rota con el asesinato del marido, cerca de la Torre de Collegiacone a algunos kilómetros de Roccaporena mientras volvía a Casia.

Rita estuvo muy afligida por la atrocidad del acontecimiento, buscó refugio y consuelo en la oración, y con frecuencia invocaba en sus oraciones el perdón de Dios para los asesinos de su marido.

Cuando Santa Rita quedó viuda, tenía unos 30 años y fue cuando sintió que podía renacer y madurar en su corazón el deseo de seguir aquella vocación que desde joven había deseado realizar.

Entra en la vida religiosa

Santa Rita pidió entrar como monja en el monasterio de Santa María Magdalena, porque sentía la necesidad de lograr su vocación, pero por tres veces no fue admitida, por ser viuda de un hombre asesinado. En ese tiempo ella aprovechó para espiritualizarse más y dedicarse con mayor esmero a socorrer a los necesitados.

Cuenta la leyenda que Santa Rita logró superar todas las barreras y las puertas cerradas gracias a la intercesión de los santos: San Juan Batista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino que la ayudaron a emprender el vuelo del Escollo hasta el Convento de Casia. Las monjas, ante este milagro, la acogieron entre ellas y allí Rita permaneció 40 años sumergida en la oración. En el convento ella era la encargada de atender a las hermanas enfermas y rezar por la conversión de los pecadores.

El milagro de la espina

Durante la Cuaresma del año 1443 fue a Casia un predicador llamado Santiago de Monte Brandone, quien dio un sermón sobre la Pasión de Nuestro Señor, sus palabras tocaron tanto a Rita que a su retorno al monasterio le pidió con mucho fervor al Señor ser partícipe de sus sufrimientos en la cruz. Y fue entonces que esta santa recibió los estigmas y las marcas de la corona de espinas en su cabeza. A la mayoría de los santos que han recibido este don, brota de su cuerpo una fragancia celestial, pero en su caso tenían un olor fétido, por lo que se alejó de la gente.

Vida de sufrimiento

Por 15 años vivió sola, lejos de sus hermanas monjas. El Señor le dio una tregua cuando quiso ir a Roma para el primer Año Santo. Jesús removió la estigma de su cabeza durante el tiempo que duró la peregrinación, pero cuando regresó de nuevo a casa la estigma volvió a aparecer y tuvo que aislarse nuevamente.

Muerte de la santa

Los últimos años de su vida fueron de compensación. Una enfermedad grave y dolorosa la tuvo inmóvil sobre su humilde cama de paja durante cuatro años, pero ella observó cómo su cuerpo se consumía con paz y confianza en Dios.

Su muerte, acaecida en 1457, fue su triunfo. La herida del estigma desapareció y en lugar apareció una mancha roja como un rubí, la cual tenía una deliciosa fragancia. Debía haber sido velada en el convento, pero por la muchedumbre tan grande se necesitó la iglesia. Permaneció allí y la fragancia nunca desapareció. Por eso, nunca la enterraron. El ataúd de madera que tenía originalmente fue reemplazado por uno de cristal y ha estado expuesta para veneración de los fieles desde entonces.

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Este ataúd de cristal sigue intacto y expuesto para la veneración de los fieles devotos

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La santa le pidió al Señor ser partícipe de su sufrimiento y Él le concedió la marca de la corona de espinas en su cabeza

La  primera mujer canonizada

Rita de Casia fue la primera mujer canonizada durante el gran jubileo de comienzos del siglo XX, el 24 de mayo de 1900. Al decretar su santidad, el papa León XIII observó que había agradado tanto a Cristo, que él quiso recompensarla con el signo de su caridad y de su pasión. Le fue otorgado este privilegio por su humildad singular, por su desapego interior de los deseos terrenos y por su admirable espíritu penitencial, que acompañaron cada momento de su vida.

La humildad y la obediencia fueron el camino que Rita recorrió hacia una asimilación cada vez más perfecta con Cristo crucificado. El estigma que brilla en su frente es la autenticación de su madurez cristiana. En la cruz con Jesús culminó el amor que ya había conocido y expresado de modo heroico en su hogar y mediante la participación en las vicisitudes de su ciudad.

Siguiendo la espiritualidad de San Agustín, se hizo discípula del crucificado y «experta en sufrimiento», aprendió a comprender las penas del corazón humano. De este modo, Rita se convirtió en abogada de los pobres y los desesperados, obteniendo innumerables gracias de consuelo y fortaleza a quien la ha invocado en las más diversas situaciones.

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