El juicio continúa su curso

Yoliber: ¿cómplice? Gustavo: ¿asesino?

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19 de octubre, 2017 - 10:26 am
Madelein Faría/[email protected]

Pesan sobre ellos dos delitos: feminicidio agravado y comisión por omisión, se espera sentencia finalFoto: Cortesía

Maracaibo — ¡Fuiste vos, con el apoyo de tu madre!, palabras con las que Yoliber del Carmen Montiel Montiel (23), acusa certeramente a su pareja Gustavo Adolfo Ferrer (25), por la muerte de su hija la pequeña Johana Montiel (3) «Johanita», como cariñosamente la «bautizó» el gentilicio zuliano tras conocer la manera tan cruel y despiadada en que le arrebataron la vida, durante una entrevista a ambos.

Estando uno frente al otro solo se culpaban entre sí, hacían señalamientos como: «ella la golpeaba porque como está embarazada ya la carajita le estorbaba», decía Ferrer, mientras que Yoliber gritaba: «eras vos quien le pegaba cuando llegabas drogado, me decías que le subiera volumen al radio pa´ que nadie oyera las peleas de nosotros, y tu madre sabía lo que pasaba».

Ahora ella, con casi cuatro meses de gestación sacó a relucir, con gestos tranquilos y hasta de indiferencia, que él está enfermo de salud; declaración que fue asentida por el señalado, quien aseguró que efectivamente ha estado expulsando un fluido extraño en sus genitales desde hace varios meses atrás que, según su descripción, pudiera ser una grave enfermedad de transmisión sexual, lo que lleva a pensar que de ser certificada tal «infección» por algún experto médico, lamentablemente hasta a eso fue sometida y expuesta la criatura asesinada, en un hecho de presunción.

Cuando a la sindicada se le preguntó por qué no hizo nada para salvar a su hija, aseguró que su pareja la amenazaba constantemente con un cuchillo y no le permitía intervenir cuando la torturaba.

La niña: la dejaron calva, según la desalmada madre porque «tenía dos llagas en la cabeza», con un  pronunciado hematoma en su ojo izquierdo, aruños y moretones en todo su cuerpecito, quemaduras con coletillas de cigarrillo y unas marcas de dientes que muestran la saña con que fue mordida en sus manos.

«Él siempre fumaba marihuana y no sé si otra cosa y cuando llegaba a la casa se volvía loco y me coñ… a mí, después la agarraba a ella».

La incongruencia en sus declaraciones resultaba evidente y, aunque en los ojos de la mujer intentaban brotar algunas lágrimas, a simple vista dejó en evidencia que aparentemente conocía de las atrocidades a las que era sometida la menor y si bien por «temor» o por no perder a su «macho», presuntamente calló lo sucedido, lo realmente incompresible para muchos es ¿cómo pudo ocultar tal crueldad o peor aún, como no delató al hombre aun pareciendo saber el sadismo con el que fue ultrajada la infante, y en cuanto a él, de ser declarado culpable, ¿por qué hacerle eso a un «ángel»?

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