Nuestra pianista conquistó el mundo con su talento desde niña

Google celebra hoy el cumpleaños de la gran artista venezolana Teresa Carreño

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22 de diciembre, 2018 - 10:49 am
Agencia

La multinacional Google se une a las celebraciones por el 165 aniversario del nacimiento de Teresa Carreño, nuestra pianista venezolana que conquistó el mundo con su talento desde niña y este sábado inspira su más reciente doodle.

 

La destacada intérprete nació en Caracas e inició su camino en la música a temprana edad, guiada por su padre, Manuel Carreño, quien fue un reconocido compositor al igual que su progenitor.

 

Trabajadora infatigable, tanto que tuvieron que prescribirle descanso absoluto en sus últimos meses de vida por los graves problemas de salud derivados de su agotamiento, y viajera incansable, primero emigrante por la situación económica de su país, pero más tarde como divulgadora y estrella musical por cuatro continentes, Teresa Carreño se dedicó en cuerpo y alma a la música hasta ser considerada la pianista más grande de los últimos dos siglos.

 

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Cuando tenía tan solo 5 años Teresa Carreño ya practicaba con más de 500 ejercicios musicales compuestos por su padre que contenían dificultades técnicas y de ritmo.

 

En Estados Unidos, con solo nueve años cumplidos pero con una fama de niña prodigio bien ganada, deleitó al presidente, Abraham Lincoln y sus familiares en la Casa Blanca.

 

Durante aquella presentación, a modo de anécdota, percibió que el piano de cola del famoso recinto estaba desafinado y se negó a seguir tocando, sin embargo, el exmandatario la convenció de continuar el concierto privado; describió años más tarde.

 

Luego continuó su aprendizaje en París de la mano de maestros distinguidos como Georges Mathias y Anton Rubenstein.

 

Residenciada en París, inició su carrera de concertista que la llevó a visitar todos los países de Europa, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur, ejecutando importantes piezas clásicas y románticas, acompañada de las más importantes orquestas dirigidas por eminentes maestros.

 

A los 19 años, en 1873, contrajo matrimonio con Emile Sauret, un violinista con quien tuvo al año siguiente a su primera hija, Emilia Sauret Carreño. Sin embargo, la dedicación de Teresa a la música la obligaban a dejarla al cuidado de una amiga alemana. Teresa perdió a su segundo hijo y experimentó sus primeros fracasos en una gira musical organizada por ella.

 

El matrimonio acabó separándose y, ante las dificultades económicas, la pianista aceptó la terrible propuesta de su amiga alemana de adoptar a su hija con la condición de que no la viese nunca más.

 

En 1876 Teresa se casó con el barítono norteamericano, Giovanni Tagliapietra, integrante de la compañía con la que estaba de gira y fundaron una empresa de conciertos, la Carreño-Donaldi Operatic Gem Company. Teresa tuvo tres hijos: Lulú (1878), Teresita (1882) y Giovanni (1885), a los que se dedicó en cuerpo y alma tratando de compaginar su actividad empresarial y musical y para no cometer el mismo error que con su primera hija dada en adopción.

 

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En febrero de 1887 regresó a su Venezuela natal invitada por presidente Guzmán Blanco, pero sufrió su segundo fracaso profesional. La escasa calidad de su compañía de ópera, unida al rechazo del público por relacionarla con la propaganda política gubernamental y además el hecho de que fuera divorciada, algo impensable en aquel momento, convirtieron aquella estancia en un martirio. Tanto fue así que incluso la noche de la primera función el director no se presentó y fue cuando Teresa, obligada por las circunstancias, debutó como directora de orquesta para no suspenderla.

 

 

Además, el Tribunal de Comercio del Distrito Federal obligó a que Teresa permaneciera en el país por una demanda de deudas de uno de los miembros de la compañía, si bien, al final, con ayuda del presidente Guzmán Blanco pudo regresar a Estados Unidos seis meses después. A pesar de que solo en dos ocasiones estuvo en Venezuela, y por 10 años en total, conservó siempre su nacionalidad de nacimiento.

 

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De regreso a Europa luego de cumplirse la sentencia popular que reza que “nadie es profeta en su tierra”, Teresa Carreño se desempeñó como solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

 

En esta ciudad, donde había fijado su residencia, ya divorciada de su segundo marido, conoce al pianista Eugêne D’Albert con quien se casó se casó el 27 de julio de 1892, divorciándose luego por tercera vez en 1895. Finalmente, en 1901, se casaría por cuarta y última vez con su cuñado, Arturo Tagliapetra.

 

Al estallar la Primera Guerra Mundial, inició una gira por España, Cuba y Estados Unidos donde falleció, víctima de un agotamiento general debido a los largos años de excesivo trabajo.

 

 

 

Foto: Agencia

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