«Los jefes del Cicpc-Zulia me extorsionaron y me exigían cinco millones de bolívares»

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2 de diciembre, 2013 - 1:02 pm
Redacción Diario Qué Pasa

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Foto: Jeniffer Marrugo

El viernes por la noche más de cincuenta policías regionales, por «un dato» del Cicpc, se abalanzaron sobre él para descubrir si en su camioneta había armas largas, de guerra y granadas: «Nos engañaron» dijeron los del Cpbez después de pedirle disculpas.

El empresario Carlos Negrón recibía amenazas de muerte si no entregaba los cinco millones de bolívares que le habían exigido, en extorsión pura y simple, los jefes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) del estado Zulia, y así lo confirmó a que QUÉ PASA, después que este diario publicara las declaraciones de sus abogados, haciendo las primeras denuncias por esas actividades criminales. Él, según relata, se encontraba «en un aplique» por parte de esos jefes policiales.

Carlos Negrón, propietario, entre otros negocios, de dos hoteles en Maracaibo, ha decidido dar un paso adelante en su vida personal. Con el rostro descubierto y con su nombre y apellido por delante, ha señalado a los máximos responsables de ese organismo del estado Zulia de que lo han extorsionado: el jefe de la delegación del estado Zulia del Cicpc, el comisario Heberto José Olano; el jefe de la subdelegación de ese cuerpo en  Maracaibo, el comisario Gustavo Hernández; el inspector-jefe de homicidios, Orlando Herrera y el agente Jesús Puerta.

Es más, hace apenas 48 horas, se pusieron en contacto con su hermano Henry, también víctima de una extorsión de 400 mil bolívares, para llegar «a un acuerdo mutuo». Una rebaja de los 5,2 millones de bolívares que le exigía inicialmente para llegar a «los cinco millones que me pedía, Orlando Herrera».

Desde finales de septiembre pasado, cuando se clausuró la cárcel de Sabaneta, los funcionarios denunciados del Cicpc comenzaron a formar parte de la vida del empresario zuliano. Primero sufrió las extorsiones de los pranes, quienes recibían incluso cajas de whisky. Les entregaba lo que querían, y pago de dinero en efectivo que, generalmente, no superaba los cinco mil bolívares.

Sin embargo, la mezquindad y la codicia se instalaron, según cuenta, en los despachos de los máximos jefes del Cicpc de la región zuliana. Ya no se trataba de un trago, sino de algo más importante. «Necesitaban dinero, mucho dinero».

Cierre de Sabaneta, inicio de la extorsión

Tras el cierre de la cárcel, los funcionarios del Cicpc comenzaron la extorsión más pura y dura, y también se iniciaron las llamadas telefónicas, los controles domiciliares y profesionales no solo de Carlos Negrón, sino hasta de su propia madre.

«Orlando Herrera era el que me pedía la plata —cinco millones de bolívares—. En la delegación del Cicpc me advirtieron que me estaba metiendo con el Gobierno, con el poder del estado y que tenía que entregarles el dinero. La primera vez que ocurrió fue en la oficina del jefe de homicidios».

Vincularlo con el pran «Barney»

Luego, afirma, mantuvo una conversación con el jefe de la delegación del estado Zulia del Cicpc, el comisario Heberto José Olano. Nada había cambiado, no imputarlo en la muerte del pran de la cárcel de Sabaneta, Juan Carlos Auverth Belzare, conocido como «Barney» y vinculado al «Mocho Edwin» en el hotel Inter Inn, era el precio de su libertad. Es decir, el pago de cinco millones de bolívares.

Ese hotel no es de su propiedad. Él posee los hoteles Granada, en Maracaibo, y otro denominado Vello Lago, en Santa Cruz de Mara. Estos dos últimos han sido «controlados» permanentemente por funcionarios del Cicpc que «actúan» bajo, las órdenes de los jefes de ese organismo policial en la región zuliana.

Según subraya, el inspector-jefe de homicidios del Cicpc, Orlando Herrera, «llegó a mostrarme un mensaje telefónico en el que Heberto José Olano, le recuerda que debe pagar los cinco millones de bolívares. Le dije que no quiero problemas y que me dejen trabajar».

Buscaron hasta un intermediario

El empresario es tajante: los efectivos policiales buscaron a Gunder Bravo, con quien mantenía relaciones comerciales y amistosas, para que hiciera de intermediario para recibir los cinco millones de bolívares.

Gunder Bravo y él, desde entonces, ni se hablan. Pero es más Gunder Bravo, según destaca, tiene un hermano que «es compadre de Orlando Herrera. Por ahí pudo salir toda la información sobre si tenía dinero o no. Sobre mis movimientos, dónde me encontraba. Todo, eso creo».

Sin embargo, esa apreciación no sirvió absolutamente para nada. En sus declaraciones Carlos Negrón, destaca que, a partir de entonces, quien recibía las llamadas telefónicas en las que se le amenazaba era su madre, con la que convive. «Le controlaban el horario de trabajo, tomaron fotos de la casa, fueron descubiertos por dos vecinos y se montaron en una camioneta que solo utiliza el Cicpc».

Antonio, el misterioso amigo de Herrera

En el escenario apareció, de la nada, de pronto, un joven vinculado al inspector-jefe de homicidios, Orlando Herrera, quien apenas 2 días después  de que QUÉ PASA publica las denuncias contra los máximos responsables del Cicpc del estado Zulia, denunció a Carlos Negrón por apropiación indebida.

Según este joven, de nombre Antonio, Negrón le vendió un automóvil hace un año, pero sin documentación. Y aseguró que el abogado Carlos Vásquez, uno de los iniciadores de estos procesos judiciales, se encargaría de solventar «ese problema».

El denunciante, no pudo precisar dónde fue vendido el coche, ni describir físicamente a Carlos Negrón ni a Carlos Vásquez, entre otros aspectos.

Asegura que su madre, está ciertamente «asustada y preocupada» por su vida. «Me dice que teme recibir una llamada telefónica en la que le digan que me han matado. Mi hermano ni quiere sacar a sus hijas a la calle por ese mismo temor».

Carlos Negrón está hoy en Caracas. Va a presentar formalmente la denuncia por estos hechos ante la Fiscalía General de la República.

El Cicpc se burla de la policía regional

Viernes, 29 de noviembre. Han pasado unos minutos de las siete de la noche. Restaurante Picanha Grill. El local, al completo. Carlos Negrón y dos amigos cenan. El empresario recibe una llamada telefónica de su hermano Henry. Le dice que salga del comedor que tiene que hablar urgentemente con él. Carlos accede. Abandona el restaurante y se monta en la camioneta de Henry. Allí le escucha. Henry había estado en la delegación del Cicpc del estado Zulia. Los jefes de este organismo le dijeron, según narra, que «hay que llegar a un mutuo acuerdo con Carlos y dejar las cosas en paz». Atónito, pero firme. Los dos hermanos mantienen una discusión difícil.

Carlos le dice que no hay acuerdo que valga. «Yo voy con la ley y con la verdad por delante. No me creo la palabra de esos funcionarios. No voy a darles la plata», le recalca. Carlos Negrón regresa al restaurante. Se dispone a saldar la cuenta de la cena. Se dirige hacia la mesa donde estaban sus amigos.

De repente, «más de cincuenta funcionarios de la policía regional» se abalanzaron sobre él. Le exigieron su cédula de identidad y le dijeron que se trataba «de un procedimiento» habitual. Solo él fue identificado. Solo a él le pidieron la documentación. Las cámaras de vigilancia del local así lo atestiguan. En esa comisión había varios agentes del Cicpc que, por arte de magia, desaparecieron de la escena. Carlos Negrón es trasladado al comando de la policía regional. Revisan sus antecedentes y no tiene.

El Cicpc se burló a la policía regional. Les informó que en la camioneta del empresario zuliano «había armas de guerra, armas largas, granadas y que íbamos armados». Ni armas de guerra, ni largas, ni granadas. La única pistola era la suya, como también era suyo el porte legal para cargar esa arma. «Carlos estás limpio». El jefe de la comisión de la policía del estado no puede ser más claro: «Esto es un aplique. Coño, los del Cicpc nos han engañado».

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