¡Aprieten! Pero no ahoguen

Gaston Guisandes
13 de marzo, 2017 - 7:08 pm
Gastón Guisandes López

¿Cuánto más cree el Gobierno que aguantan las empresas privadas, a las cuales se impone, a púa y rolo, aumentos salariales, que a su vez conllevan incrementos desmesurados de las prestaciones sociales y por si fuera poco, que les arreen la caña con el incremento desmesurado del bono de alimentación y demás beneficios laborales, como el Seguro Social, las vacaciones, el costo de los beneficios pre y postparto, horas extras y, en una palabra, toda erogación que se impone al empleador para remunerar a sus trabajadores?

Junto con los gastos crecientes en el ámbito salarial, los empresarios tienen que asumir, como si fueran culpables de la crisis económica, que no lo son, pues esta responde a la gravísima contracción en las ventas de todo tipo de productos ya que los industriales, cada día, producen menos —y la producción seguirá cayendo—, así como los importadores importan menos por el incremento desmesurado de los costos, el control de precios, la carencia de materias primas, el alto costo que conlleva el financiamiento de los inventarios —los bancos no hayan de donde sacarle dinero a sus clientes para compensar las pérdidas de capital causadas por la inflación y, para obtener préstamos bancarios, en condiciones razonables, hay que hablar con Dios—.

Si a semejante cuadro desolador, sumamos la carencia de dólares controlados, que no hay en buena parte producto de la corrupción; el impacto del dólar miseria, usado como marcador a la hora de fijar los precios de venta al consumidor y, especialmente, para comprar los bienes y pagar los servicios que se importan y que cada día son menos e impagables, el cuadro es como para sentarse a llorar lágrimas de sangre.

Otro elemento que no puede desconocer, ni demeritar el Gobierno, a la hora de aumentar salarios y demás beneficios salariales —advierto al Presidente que los empresarios y sus trabajadores están aterrados por la proximidad del 1ro. de Mayo—, es que los reales de las empresas no salen del Presupuesto Nacional de Ingresos y Gastos Públicos, como sí es el caso de todas las empresas e instituciones públicas.

Los empresarios, para subsistir —no hablo de beneficios, sino de subsistencia o sobrevivencia—, dependen del resultado de las ventas que, en las épocas de crisis, como la muy ruinosa y severísima que azota al país, bajan con la velocidad de un piano de cola al caer de un décimo piso, todo lo cual, entre otras nefastas consecuencias, conduce a la reducción de personal o a no reemplazar a quien se vaya, amén de ofrecer la célebre «cajita feliz» para que el trabajador renuncie; los salarios y gastos de personal, hoy día, son impagables.

En prueba de lo afirmado tenemos la ola de protestas de los trabajadores al servicio del sector público —ministerios, institutos autónomos y empresas del Estado, gobernaciones, alcaldías, etc.— que a pesar de tener a su orden y disposición, los dineros públicos, el sector oficial no puede pagar las obligaciones laborales y eso que, como dijimos antes, llueva, truene o relampaguee, el dinero sale del Tesoro Nacional.

El Gobierno ha sido incapaz de controlar la ruinosa ola inflacionaria que recorre el país, de norte a sur y de este a oeste, así como no ha podido quebrarle la columna vertebral a los especuladores del dólar miseria o dólar paralelo, ni ha podido impedir la especulación que devora los salarios e impide a los consumidores comprar alimentos, medicinas y pagar los gastos mínimos de vida, provocando, como resultado de todo este desastre económico y financiero, que las empresas y sus trabajadores, antes avenidos y enfrascados en la tarea de producir, hoy se ven en conflicto porque el patrono no cuenta con los ingresos suficientes para pagarles, al menos, lo mínimo que los trabajadores necesitan para subsistir.

Que quede claro: En Venezuela todos los empresarios quieren seguir al frente de sus empresas y trabajar para que estas cumplan su cometido: Producir bienes y prestar servicios, siendo como lo son, fuentes de empleo confiable para sus trabajadores, pero no pueden hacer milagros para repetir «La multiplicación de los panes y los peces».

Gastón Guisandes López

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