El día que un avión hundió en el silencio a Maracaibo

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16 de marzo, 2015 - 12:26 pm
Redacción Diario Qué Pasa

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Un antes y un después de Grano de Oro. La vista aérea muestra las pistas del aeropuerto

Fotos: Agencias

Más de 150 personas fallecieron esa aciaga tarde, entre pasajeros y tripulación del vuelo 742 de Viasa, y habitantes del barrio Ziruma y la urbanización La Trinidad. La capital zuliana fue triste escenario de una de las peores desventuras de la aeronáutica nacional

Fue un caluroso domingo de marzo. Pasados pocos minutos después de las 12:00 del mediodía, el avión DC9 del vuelo 742 de Venezuela Airlines S.A. (Viasa) enfilaba rumbo en la pista esperando autorización para su despegue del Aeropuerto Internacional Grano de Oro. Recibida la autorización por parte de la torre de control, el pájaro de metal inició su último vuelo.

Era el 16 de marzo de 1969, y según reportes periodísticos de la fecha, el DC9 se estrelló a las 12:20 de la tarde sobre la urbanización La Trinidad y el barrio Ziruma: no duró más de 5 minutos en el aire y no llegó a trazar una distancia superior al kilómetro, desde que sus ruedas dejaron de tocar tierra.

Viasa tenía apenas 10 días de haber comprado la unidad, y el itinerario era arrendado y operado por la aerolínea Avensa; el «742» venía de Maiquetía, con una breve escala en Maracaibo,  y con un rumbo final hacia la ciudad de Miami, en Estados Unidos. Partió con 83 almas a bordo, entre usuarios y tripulación.

Testigos, quienes esperaban en las instalaciones del aeropuerto recibiendo y despidiendo pasajeros, reseñaron que el vuelo ya estaba predestinado al desastre: muchos vieron cómo la aeronave rozaba las ramas de varias matas que estaban sembradas a un lado de la pista, justo cuando el avión tocaba tierra marabina. Sin embargo, este incidente no causó daño alguno a la aeronave, tal como se comprobó tras su aterrizaje.

El piloto asignado a este vuelo era el capitán Emiliano Savelli Maldonado, quien era jefe de operaciones de Avensa para ese entonces. Tras una breve comunicación con la torre de control; luego de recargar 24 mil litros de combustible, y después de realizar todos los controles pertinentes, Savelli enfiló rumbo por la pista 22R.

Indicios

Aquellos que continuaban en la instalaciones de Grano de Oro observando el despegue, recordaron que la aeronave se sintió muy pesada, incluso notaron cómo se inclinaba hacia el lado izquierdo al alzar vuelo. Fueron ellos los que describieron que precisamente de ese lado, emergió una lengua de fuego desde la turbina del ala izquierda. Escasos minutos después, el avión se precipitó a tierra.

Muchas son las versiones: que si la pista era muy corta, que si el avión iba con sobrepeso, que si el piloto se había empeñado en sacar adelante el vuelo y que —de paso— había ingerido licor… Lo cierto fue que el avión no logró alcanzar la altura suficiente para garantizar un vuelo tranquilo. Al pasar sobre una cancha deportiva chocó con la punta de un poste de alumbrado y eso fue el factor que desencadenó la caída. El tanque de combustible se perforó y el avión se vino a tierra.

Algunos relatos de ese día dan cuenta de cómo las víctimas en tierra murieron quemadas debido al combustible —un líquido gelatinoso— que caía sobre sus cuerpos. Muchas personas fallecieron debido al impacto del avión sobre sus casas. Otras, tras las llamas. El comentario general entre los que asistieron a prestar ayuda es el penetrante olor a carne quemada que inundaba el lugar durante las labores de rescate.

Entre los fallecidos estaban la esposa, dos hijos y el suegro del deportista Lino Connel, quien narró varios años después que tras regresar del supermercado con sus hijos Lino y Larry, salió de la casa ubicada en La Trinidad para irse hasta el Luis Aparicio. «Cuando iba por ‹Maicaíto› escuché en la radio que un avión de Viasa se había caído en esa urbanización»; Connel se devolvió a su casa y al llegar se encontró con lo peor. Un vecino había logrado rescatar a su hija Lisette, de apenas tres meses de nacida. La niña estaba en una habitación lejos de donde cayó la turbina que mató al resto de su familia.

Entre los rumores que también circularon para la época resalta aquel que menciona cómo algunos curiosos se «hicieron ricos» al apoderarse del contenido de las maletas que venían en el avión; la indolencia también recorrió el lugar en el momento.

Relatos en primera persona

Francis Blackman, jefe de Deportes, de QUÉ PASA, recuerda que ese fatal domingo, se encontraba junto con los integrantes del equipo Cardenales de Lara que viajaría a Estados Unidos.

«Fue impresionante. En la mañana estábamos en el estadio Luis Aparicio y acabábamos de despedir a Isaías «Látigo» Chávez, Don Antonio Herrera, Gonzálo Santeliz y al «Premier» Arturo Celestino Álvarez en el aeropuerto. Un par de horas después fue que observamos la humareda. Yo corrí hasta mi carro y encendí la radio para saber qué pasaba; fue en ese momento que nos enteramos que se había estrellado el avión», destaca el periodista. El «Premier» no abordó el avión.

Blackman describió lo que pudo observar como «terrible». Relata que de inmediato trataron de acercarse hasta la zona del desastre pero todo era un caos.

«Ese domingo un profundo silencio se apoderó de Maracaibo; nunca antes había visto o sentido la ciudad así, y nunca lo he vuelto a ver», menciona. Para el periodista esta fecha es inolvidable; recuerda que un par de días después del accidente, mientras se encontraba en el extinto automercado Todo, en la avenida 4 Bella Vista con calle 79 (Dr. Portillo), escuchó a unos pilotos conversando (en inglés) sobre la tragedia, y estos destacaban que el vuelo llevaba sobrepeso; incluso, el avión salió con retraso pues debieron esperar a que Savelli llegara de Caracas, ya que el piloto original se negó a despegar con esa condición. Esto nunca se pudo comprobar oficialmente en las investigaciones.

«Si me pongo a narrar todas las anécdotas de ese día llenamos el periódico; solo puedo describir que fue un muy terrible accidente. Recuerdo que los techos de las casitas que quedaban cerca del aeropuerto temblaban cada vez que llegaba o salía el «coloso» de Viasa de Grano de Oro, es de imaginarse cómo fue que una aeronave cayera sobre esas viviendas», apunta.
Cuarenta y seis años han transcurrido, y todavía se recuerda este desastre aéreo que enlutó al Zulia y a la aeronáutica nacional.

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Aeropuerto histórico

Las instalaciones de Grano de Oro son casi centenarias: el aeropuerto fue inaugurado en diciembre de 1929 —hace casi 86 años—, durante el mandato de Juan Vicente Gómez. Entonces, era gobernador del Zulia, Vicencio Pérez Soto. Para la época, la infraestructura fue diseñada y coordinada su construcción por los arquitectos Luis Eduardo y Alejandro Chataing, Carlos Raúl Villanueva y Luis Malaussena. Todos destacados componentes del diseño civil venezolano del siglo XX. Grano de Oro constaba de cuatro pistas, de las cuales tan solo quedan restos de la principal. La estructura es ahora, sede de la Facultad de Ciencias de la Universidad del Zulia. Tras la tragedia de Grano de Oro, se apresuraron los trabajos —ya adelantados— de la entonces terminal aérea de Caujarito, y en noviembre de ese mismo año fue inaugurado formalmente con el actual nombre de Aeropuerto Internacional La Chinita.

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El caos se apoderó de todo: muerte y destrucción asoló el lugar

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