Lamentable ejemplo: niña murió al caer de una batea

Descuidos cobran la vida de inocentes (II)

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2 de marzo, 2017 - 8:54 am
Mayerlin Barboza / [email protected]

Casos en donde pequeñas vidas perecieron ahogadas y arrolladas, son los que se mencionan en esta segunda entrega. La orientadora Marta Emérita Dávila brinda algunos consejos para evitar accidentes y desenlaces fatales

Fotos: Archivo

Maracaibo — En la entrega anterior se nombraron los casos más emblemáticos de muertes de infantes en nuestra región por ataques de armas de fuego e incendios, en la mayoría de estas realidades están como factor común: situaciones de poco cuido hacia los menores. En esta segunda parte continuaremos relatando situaciones que han quedado en la memoria del colectivo como dolorosas y que invitan a los padres a aumentar las medidas de seguridad que tienen para sus pequeños de manera que se pueda disminuir la tasa de mortalidad por sucesos trágicos en la entidad.

El 2017 inició con la muerte de una bebé, de 11 meses, quien con apenas comenzar a vivir falleció por la fractura craneal que le produjo la caída de una mesa, en donde su imprudente abuela la sentó para cumplir con sus obligaciones domésticas. El accidente que acabó con la vida de la pequeña ocurrió el pasado 21 de febrero. Ingresó a la emergencia del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM), pero pereció dos días después. Por este hecho aún permanecen detenidos los padres de la víctima ya que, además de la fractura craneal, la autopsia que se le practicó a la bebé reveló que también presentó politraumatismos en varias partes de su cuerpecito por lo que se mantiene a los progenitores bajo investigación judicial.

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Motores asesinos

El doceavo mes del año pasado sirvió de escenario para que candentes y furiosos motores automovilísticos se dieran a la tarea de arrasar con varios infantes. Tal es el caso de Jorge Luis Boscán Morales, de 4 años, quien el pasado 24 de diciembre de 2016 fue arrollado por el conductor de un vehículo que viajaba a exceso de velocidad, en el barrio La Polar III, del municipio San Francisco. El inocente no tuvo tiempo de disfrutar el juguete que acaba de recibir de manos de su madre, la misma que sin analizar las consecuencias dio permiso para que «Jorgito» se alejara de su casa en compañía de otras dos niñas menores, sin pleno sentido de lo que es la responsabilidad.

Otro hecho sangriento más, fue la muerte de una pequeña, de 7 años, quien fue arrollada por el conductor de un vehículo que sin pudor alguno se dio a la fuga. Los padres, que la acompañaban en el momento, no tomaron la previsión de tomarla de la mano y la menor, entre la común hiperactividad de un niño y el apuro por llegar a casa, corrió al medio de la carretera.

Diego Ernesto Portillo, de 8 años, corrió con la misma mala suerte, el 13 de agosto fue arrollado en el barrio Calendario luego de que intentara treparse a una camioneta, tipo vans, que estaba en movimiento y falló en el intento. El chofer del vehículo no se percató de la caída del niño y sin conocimiento alguno lo atropelló dejándolo muerto en el sitio. ¿Qué hacía un niño de tan corta edad solo en la calle?

La ilusión, la inocencia y la ansiedad, por un «durofrío», se unieron para convertirse en un factor letal contra la vida de Emmanuel David Rivero Quintero, quien con tan solo 3 años de edad, murió tras ser arrollado el pasado 21 de febrero, en el barrio Limpia Norte, municipio San Francisco. El pequeño aprovechó el descuido de su madre, quien lo perdió para acostar en la cuna a su hija recién nacida. Emmanuel corrió a la avenida para comprar el dulce que quería y un vehículo desconocido impactó contra él y lo dejó sin vida sobre el pavimento y con el dinero del «durofrío» en la mano.

BANDEJA

Sonrisas caídas, ilusiones ahogadas

Otro de los escenarios más recurrentes fue el de los infantes que murieron ahogados. El agua también fue un elemento inflexible a la hora de matar. Ejemplo de tal acción es el fallecimiento de Janderson Urdaneta, de 2 años, quien mientras su abuelo se dedicaba a cortar la maleza de su casa se acercó al tanque de cemento, ubicado en el patio de la vivienda, y se sumergió en él. Evidentemente por su corta edad el pequeño no supo cómo salir del agua. El hallazgo salió a la luz cuando notaron su ausencia y al buscar en el área consiguieron lo inesperado: el niño flotaba boca abajo. Este hecho se suscitó en el sector Los Haticos del municipio Rosario de Perijá.

Treparse en los árboles también fue nocivo para las pequeñas vidas. Una frase muy repetida entre padres y madres es: «Dejémoslos experimentar, serán golpes de aprendizaje». Sin embargo, aunque en ocasiones la acción no trae consecuencias, en otras, la muerte logra inmiscuirse y cumple su cometido.

César David Omaña Morantes, de 9 años, se trepó en uno de los árboles de su casa en el sector Los Cortijos, del municipio sureño, con el fin de pasar el rato y divertirse un poco, acto seguido un resbalón lo arrojó cuesta abajo y al caer lo esperaba una filosa cabilla, la cual se introdujo en su abdomen y le perforó varios órganos.

Como si la corta edad fuera un requisito para morir, también de 9 años, Silvio Enrique González se encontraba arreando ganado por orden de sus padres, quienes no tuvieron cautela para tenerle el ojo puesto y controlar sus impulsos aventureros de niño. El arreo se daba en el sector El Rayito, del municipio Mara, y en el camino un árbol con jugosos mangos le saltó a la vista, él sin temor alguno, se encaramó en la mata y antes de que pudiera siquiera saborear el fruto, cayó. El impacto causado le generó severos politraumatismos y murió.

Pese a que el trabajo es una responsabilidad que no se puede dejar atrás, cuidar de un bebé de tan solo 8 meses de nacido tampoco. Esta aclaratoria hace referencia a la acción irresponsable de una madre, que para salir a arrear ganado, dejó a su bebé solo en casa y éste al despertarse en medio de su instinto de exploración gateó hasta un caño circundante de la vivienda y se ahogó, hecho ocurrido el 1 de febrero en el sector San Benito, municipio Sucre.

El 28 de febrero, un menor, de tan solo 5 años, murió ahogado en una piscina del club Jaret, en la Costa Oriental del Lago. En medio de un descuido de sus padres, el inocente se sumergió en la alberca y cuando intentaron socorrerlo ya era demasiado tarde: murió por inmersión.

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Desde la sapiencia psicológica

La orientadora y terapista familiar Marta Emérita Dávila, egresada de la Universidad del Zulia (LUZ), asegura que la recomendación más relevante para padres y representantes a fin de evitar que el hecho de perder a un hijo suceda, es «la paciencia».

De acuerdo a Dávila cuando el niño recibe paciencia y entendimiento de parte de los adultos que lo orientan, consulta todas sus acciones antes de ejecutarlas, por ende tras la pregunta del infante, el padre o la madre podrían evitar un acto que acarree la desgracia.

Del mismo modo, la terapista aconseja que es necesario enseñarle a los hijos, de la manera más sencilla posible, que el peligro siempre «les pondrá la mano en el hombro». Ejemplifica algunos casos, tales como decirle que si se acerca al lindero de un balcón podría caerse y morir y que si se sube al copo de un árbol la rama podría partirse o sus pies podrían resbalar y morir.

En cuanto a los padres, además de la paciencia, sugiere la incesante supervisión y el incansable interés por mantenerlo siempre a la vista. Manifiesta que es necesario, que «en primera instancia, siempre se tenga a los niños, segundo a los niños y terceros a los niños», ya que son ellos la mayor fuente de hiperactividad y el más grande interés por experimentar y aventurar.

En este sentido supervisar y atender las inquietudes de los pequeños de la casa, es una acción ineludible para los padres, o bien sea para quienes en un momento dado están a cargo de un niño.

Resulta mucho más sencillo dejar toda acción que se esté efectuando, cuando de agudizar la lupa a los hijos se trata, que cargarlos dentro de un féretro sobre hombros propios y adentrarlos en un hoyo, despidiéndose físicamente de ellos para siempre.

Lamentable: Niña murió al caer de una batea

BREVE 1

Mara — El descuido cobró la vida de una criatura. Una pequeña, de tan solo 3 años de edad, murió la tarde del martes luego de sufrir un fuerte golpe en la cabeza que le truncó la vida en solo minutos.

Según funcionarios ligados a la investigación, la pequeña se subió, en un descuido de sus familiares, a una batea que se encuentra en el patio de su casa, ubicada en el sector Los Lirios, parroquia La Sierrita del municipio Mara.

La criatura perdió el equilibrio y pegó su cabeza en el piso. Los parientes al escuchar el golpe salieron a la enramada y consiguieron a la pequeña boca arriba brotando sangre por la cabeza. De inmediato fue trasladada al Hospital Dr. Adolfo Pons, donde ingresó sin vida. El cuerpo fue ingresado a la morgue de LUZ.

 

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