¿Y el Vaticano que dice?

Más de 300 sacerdotes serán acusados por pederastia en Pensilvania, EEUU (Actualizado con descripción de casos)

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15 de agosto, 2018 - 4:46 pm
Agencia

Los menores fueron manipulados con alcohol o pornografía a algunos les hicieron masturbar a sus agresores o fueron manoseados por ellos

Foto: Cortesia

Internacionales– La Corte Suprema de Pensilvania publicó este martes un informe en el que un gran jurado señala que unos 300 sacerdotes católicos son responsables del abuso sexual de más de 1.000 menores en seis diócesis de ese estado de EE.UU.

El fiscal general del estado, Josh Shapiro, destacó que el reporte detalla «un encubrimiento sistemático por altos cargos de la Iglesia en Pensilvania y en el Vaticano» durante las casi 70 años de presuntos abusos que cubre la investigación. «Los sacerdotes estaban violando niños y niñas y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada; lo escondieron todo, por décadas», afirmó.

El reporte indica que algunos de los menores fueron «manipulados con alcohol o pornografía» y que «a algunos les hicieron masturbar a sus agresores o fueron manoseados por ellos».

Sacerdotes

El informe acusa al cardenal Donald Wuerl, exobispo de Pittsburgh que ahora lidera la archidiócesis de Washington, de ocultar los casos. Sin embargo, este ha respondido con una nota en la que explica que siempre ha “actuado con diligencia, preocupado por las víctimas y para prevenir futuros actos de abuso”De 1981 a 1985, fue rector del Seminario de San Pablo en Pittsburgh. El 30 de noviembre de 1985 fue nombrado Obispo titular de Rosemarkie y Auxiliar de Seattle. El papa Juan Pablo II lo ordenó obispo el 6 de enero de 1986. El 12 de febrero de 1988 se incorporó como Obispo de Pittsburgh. El 16 de mayo de 2006 fue nombrado Arzobispo de Washington. Es miembro de varios comités de la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos (USCCB). Posee títulos honoríficos de once universidades y es Caballero de la Orden de Malta, Caballero del Santo Sepulcro y caballero en cuarto grado de los Caballeros de Colón. Fue creado y proclamado Cardenal por el papa Benedicto XVI en el consistorio del 20 de noviembre de 2010, con el título de San Pedro en Vincoli. Es miembro de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe y para el Clero, y de los Consejos Pontificios para Promover la Unidad Cristiana y de la Cultura.

Entre los señalados de ocultamiento por el informe presentado este jueves está el actual arzobispo de Washington DC, cardenal Donald Wuerl, quien aseguró en un comunicado que «actuó con diligencia,  preocupación por los sobrevivientes» y buscó «evitar futuros actos de abuso».

«El informe será un recordatorio de los graves defectos que la Iglesia debe reconocer y por los que debe buscar el perdón», añadió el arzobispo. Donald Wuerl envió a los sacerdotes de Pensilvania una carta en la que los alertaba sobre el contenido «profundamente perturbador».

«Algunos fueron violados oralmente, algunas vaginalmente, algunos analmente», agrega el informe de más de 1.300 páginas que documenta los presuntos abusos. De acuerdo con el texto, las víctimas fueron mayormente varones, aunque también hubo menores de sexo femenino, adolescentes y preadolescentes.

Como consecuencia del presunto encubrimiento, casi todos los casos son demasiado antiguos como para ser juzgados, ya que la mayoría son anteriores al año 2000.

Por demás, en ese estado existe un «estatuto de limitación» que impide que las víctimas de abusos sexuales en la infancia presenten demandas civiles contra la Iglesia después de cumplir 30 años.

 

Casos horrendos que no tienen perdón de Dios… desgraciados

«Ocurrieron en todas partes», se lee en el demoledor informe tras la investigación que prueba los relatos de violación y abuso por parte de más de 300 sacerdotes a más de 1.000 niños en seis diócesis de la Iglesia Católica en Pensilvania (EEUU) desde 1947.

Publicado por el Tribunal Supremo de Pensilvania, los incidentes descritos incluyen la confesión de un sacerdote que violó a 15 niños. En otro relato se explica que se obligaba a los pequeños a confesarse tras sufrir abusos por el «pecado». También hay una historia en la que se forzó a una niña a abortar y otra en la que un religioso coleccionaba orina, vello púbico y sangre menstrual.

Entre los testimonios del documento de casi 1.400 páginas destaca el caso de violación a una niña de siete años en el hospital. El agresor había ido a visitarla tras una operación de amígdalas. Y está también aquel que aclaró la boca de un niño con agua bendita para purificarle después de obligarle a practicarle sexo oral. «Un sacerdote admitió tocar a chicos, pero negó hacer nada a dos niñas», se escribe. «No tienen pene», explicó el religioso. Otro decidió abandonar el sacerdocio, pero pidió una carta de recomendación para trabajar en Disneylandia. Se la dieron.

En el mismo documento, realizado a consecuencia de denuncias de abuso sexual, se identifica a los líderes de la Iglesia Católica de Pensilvania como colaboradores necesarios y protectores. «Los sacerdotes violaban a niños y niñas pequeños, los hombres de Dios fueron responsables no sólo de no hacer nada, sino de esconderlo. Durante décadas. Monseñores, ayudantes de obispos, obispos, arzobispos, cardenales fueron protegidos. Algunos ascendidos», se critica.

A continuación, se cita un ejemplo sobre el caso de un religioso que violó a una niña, a la que dejó embarazada, como se ha mencionado anteriormente. Después de acordar su aborto, el arzobispo envió una carta de apoyo, pero no a la pequeña, sino al religioso. «Debe de ser un momento difícil en la vida», se cita en el informe que se escribió en la misiva al violador.

También se detalla que había en la diócesis de Pittsburgh una «red de pornografía», en la que los sacerdotes «actuaban en grupo» con «fustas, violencia y sadismo».

Otra víctima fue obligada a posar desnuda como Jesucristo en la Cruz mientras los sacerdotes le hacían fotografías con una cámara Polaroid. Después le dieron a él y otros niños colgantes con cruces de oro para marcarles. Así sabían que ya habían sido violados.

Aún así, el fiscal general del estado de Pensilvania, Josh Shapiro, reconoció que la mayoría de los agresores no serán sometidos a juicio. Más de cien han fallecido, y las leyes en este estado son muy laxas en los casos de violación y abuso sexual. Las víctimas menores de edad sólo tienen hasta los 30 para presentar demandas civiles y hasta los 50 para presentar cargos criminales. En la mayoría de los casos, casi todo ha prescrito.

Estos estremecedores relatos llevan a preguntarse qué tipo de tácticas llevaron a cabo los líderes de la Iglesia Católica en Pensilvania para ocultar los horrores de sus sacerdotes a los niños durante 70 años. Y todas las miradas se posan sobre el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Pittsburgh (Pensilvania) durante 18 años, ahora en el arzobispado de Washington.

Es más, su predecesor en la capital, Theodore McCarrick, acaba de convertirse en el primer cardenal estadounidense en dimitir tras ser acusado de abuso sexual. De momento, Wuerl defiende su conducta en Pensilvania, y asegura que el terrible informe le exonera de cualquier culpa.

Cómo se ocultó

Sin embargo, según se puede leer en el documento, las tácticas para ocultar los hechos parecían sacadas de un manual para ocultar la verdad. Sus máximas: evitar los escándalos, utilizar eufemismos, guardar las quejas en un «archivo secreto» y nunca avisar a la Policía.

En las páginas se detallan los métodos: nunca decían «violación», sino «contacto inapropiado»; no llevaban investigaciones genuinas con personal preparado; para dar la sensación de integridad, enviaban a los religiosos a centros de tratamiento psiquiátrico de la Iglesia; las evaluaciones se hacían con informes del propio sacerdote; y cuando se expulsaba a alguien, no se decía por qué.

A pesar de toda esta impunidad, esta investigación sí ha ayudado a devolver a la mesa del debate no sólo las violaciones y abusos sexuales de la Iglesia Católica en Estados Unidos, sino que también ha arrojado preguntas sobre la responsabilidad de los líderes de la institución, que no sólo conocían estos abusos, como se ha apuntado con anterioridad, sino que encubrieron los crímenes.

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