Celibato y castidad no son lo mismo

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1 de junio, 2014 - 12:11 pm
Redacción Diario Qué Pasa

 

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Foto: Agencias

La castidad y el celibato no son los mismos conceptos, pero ciertamente para la Iglesia católica, quien es célibe está invitado a la castidad.

A principios de esta semana, el papa Francisco sorprendió al mundo católico con las declaraciones que dio acerca de la condición del celibato que tienen los presbíteros y obispos de la Iglesia romana.

«La  puerta está abierta para discutir temas álgidos como el celibato sacerdotal o la posibilidad de que los clérigos se casen», indicó Francisco en la rueda de prensa que dio en el vuelo de regreso de Tel Aviv, Israel, a Roma. Está declaración no es tan nueva en la historia del catolicismo, por lo menos San Juan Pablo II y Benedicto XVI lo mencionaron en declaraciones públicas durante sus pontificados, lo que hace pensar que cada vez está más cerca que se pueda discutir y, por qué no, cambiar esta realidad tan controvertida dentro de la Iglesia católica.

Ha esto se le une que en el mundo católico hay iglesias que permiten a sus presbíteros casarse. La Iglesia ortodoxa ordena sacerdotes «válidamente» según el juicio de la Iglesia católica, a hombres casados. Es más, la Iglesia católica en los países donde predomina el rito Bizantino —por ejemplo en Ucrania— ordena sacerdotes a hombres casados, quienes continúan viviendo vida matrimonial después de la ordenación al igual que en la Iglesia oriental, así como los sacerdotes ortodoxos, anglicanos y protestantes pero en ninguno de estos casos el celibato se abandona por completo y sigue siendo una opción.

Además de esto, en las raíces del catolicismo el celibato no era obligado, pues los apóstoles, exceptuando a Pablo y a Bernabé, fueron todos casados e iban acompañados de sus esposas en sus viajes misioneros, por lo que Jesús no dijo nada sobre el celibato de los curas. No fue sino hasta el año 1123, con el primer concilio Laterano, donde se reglamentó que el candidato a las órdenes debe abstenerse de mujer, y que el matrimonio de una persona ordenada era inválido, de modo que todo trato con mujer una vez recibida la ordenación pasaba a ser simple concubinato. En este espíritu reglamentarían todos los concilios posteriores. Es claro que no inmediatamente la ley se puso en práctica en todos lados, pero poco a poco fue cobrando fuerza de costumbre en todas las iglesias de occidente.

¿Dogma o no?

Jesús Hernández, experto en Derecho Canónico y docente de la Universidad Católica Cecilio Acosta indicó que ciertamente no es un dogma, sino más bien una norma eclesial que debe cumplirse, misma que cumplen solo dos de los tres grados dentro del orden clerical: el presbítero y el obispo, no así los diáconos.

Hernández resaltó que no se debe confundir «celibato» con «castidad», pues ciertamente al ser casto se es célibe, pero no siempre cuando se es célibe se es casto. «La Iglesia entiende que la naturaleza entre los seres humanos es la atracción física hacia el sexo opuesto, e inclusive en algunos casos con el mismo sexo, por lo que podemos entender entonces el celibato como algo «antinatural», pero no imposible de lograr», por lo que agregó el experto que la Iglesia tiene el sacramento de la reconciliación para los que en algunas oportunidades caen ante su impulso sexual y se arrepienten de corazón.

Para el padre Javier Rodríguez, vicario de la Arquidiócesis de Maracaibo y doctor en Derecho Canónico, la castidad es un don divino al que todos los cristianos están llamados, sean sacerdotes o no, y que solo se debe romper ese estado de castidad cuando cumplen con el sacramento del matrimonio.

Rodríguez agregó que la discusión no sería tan necesaria, cuando dentro del clero de la Iglesia católica romana ya existe la figura del matrimonio para los que no son sacerdotes propiamente, pero están dentro del orden jerárquico. «Los diáconos permanentes son aquellas personas que administran la mayoría de los sacramentos, exceptuando el de la reconciliación y la comunión. Ellos son los que dentro de la Iglesia no tienen el don de la castidad, y por lo tanto, sirven a la Iglesia como ayudantes de los obispos», explicó.

La discusión

Ahora bien, ¿qué tan real sería la posibilidad de modificar esta norma de la Iglesia? para Jesús Hernández, por una cuestión práctica el celibato se puede discutir, pero no cree que prospere el cambio pues crearía otros conflictos administrativo que no se sabría cómo afrontar en la inmediatez.

«Imaginemos que un sacerdote se casa y tiene hijos, ¿dónde viviría ese núcleo familiar, de qué se mantendría y cómo se haría con las decisiones obispales de cambio de parroquia»?, se preguntó Hernández.

Recordemos que los sacerdotes católicos viven, en la mayoría de los casos, en las casas parroquiales que no son de su propiedad, sino más bien propiedad de la Iglesia, con lo que se le estaría violando un derecho de los hijos de los sacerdotes, el de tener una vivienda digna, por ejemplo, afirmó el docente.

El experto agregó que, además de moverse el sacerdote de parroquia, lo cual es potestad del obispo, le causaría un problema al núcleo familiar por la educación y los trabajos de ambos padres, pues el sacerdote tendría, por responsabilidad, que ejercer una profesión adicional a la del sacerdocio, que le devengara un salario fijo.

«Vámonos más allá. En el caso de que el sacerdote se divorcie legalmente, con qué moral le podrá hablar a alguien de la familia, si no pudo mantener la suya», agregó Hernández.

Por su parte, el padre Javier Rodríguez indico, desde su condición de presbítero, que la crisis que pudiera tener o no la Iglesia tiene que ver más que con lo del celibato, con otras razones, pues otras iglesias cristianas tienen los mismos problemas y sí le permiten casarse a su clero.

«Todos los que sentimos el llamado a este servicio estamos conscientes de con qué esto viene acompañado. Somos célibes y debemos ser castos, para esto tenemos la gracia divina que nos ayuda y que indudablemente viene dada a nosotros en nuestra ordenación», sentenció.

El pueblo

Alián Mercado, servidora de la iglesia El Buen Pastor

No estoy de acuerdo —con el matrimonio de los sacerdotes— pues el compromiso matrimonial es otro don al que está llamado el cristiano, que viene con sus propias complicaciones y eso le quitaría tiempo al sacerdote, tiempo para dedicarse a su servicio, estaría entre dos mundos: el de la comunidad y el de su matrimonio. Las mujeres solemos ser posesivas y no soportamos un esposo compartido con un servicio tan fuerte.
Ana Ortiz, lectora de QUÉ PASA

Me manifiesto sorprendida por las declaraciones. Para mí los sacerdotes deben permanecer célibes para poder dedicarse plenamente a su llamado, sin desviarse por preocupaciones propias de un matrimonio.

Otras formas de celibato

En la Iglesia católica existe la figura de consagrados, que se aplica a laicos que están agregados a órdenes religiosas, colegios seculares u órdenes abiertas que consagran su vida al servicio de la Iglesia y eligen no casarse, tomando lo que se llama como «votos de castidad», que en algunos casos son renovados anualmente y en otros son permanentes.

Concilio Laterano

En este concilio se reguló el principio que la autoridad eclesiástica, se abolieron los reclamos exorbitantes de los emperadores para interferir en las elecciones papales, se prohibió casarse o tener concubinas a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos y monjes. También les prohíbe que en sus casas permanezca cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Se anularon los matrimonios de los clérigos con pleno derecho y aquellos quienes los han contraído son sujetos a castigos y se prohibió a los abades y religiosos de alojar a pecadores penitentes, de visitar los enfermos, de administrar la extremaunción, de cantar misas solemnes y públicas.

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