SOMOS RACIONALES, NO ANIMALES

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29 de mayo, 2017 - 9:05 am
Gastón Guisandes López / Editor

Resentimiento, alegría por el mal de nuestro amigo de ayer,   convertido en el enemigo acérrimo de hoy y contra quien nos anima el propósito de venganza, retaliación y odio, se anidan en nuestros corazones, previa ofuscación de la conciencia, pérdida de la capacidad de raciocinio e insensata inclinación a causar el mal: ¡Nos hemos convertido en una sociedad de salvajes!

La «RESISTENCIA» y los «COLECTIVOS» se han convertido en los héroes de cada bando, oposición y oficialismo, auspiciados, financiados, armados y protegidos por los promotores de la intimidación del enemigo mediante la capacidad de causar el mayor daño posible al contrario, arguyendo, cada cotarro, todas las causales de justificación para dar apoyo, respaldo, ánimo y fortaleza al heroico protagonista del mal, que entre mayor sea el daño que ocasione, mayores serán los galardones que le reconocerán al «guerrero».

La autoridad constituida tiene que asumir el control pleno de la conducta social, persiguiendo, reprimiendo y castigando, con todo el peso de la ley, que son muchos los mecanismos y recursos que esta le consagra, contra los delincuentes: COLECTIVOS y RESISTENCIA: Acabar con ambos es acabar con la violencia.

Para ello tiene que reconocerse el derecho que tiene el pueblo a manifestar, pública y ostensiblemente, en paz y dentro del marco legal, todo cuanto siente del gobierno o instituciones de la sociedad: Bien que sea en contra, bien que lo sea a favor, pero que los ciudadanos no se sientan amenazados, intimidados, restringidos u hostilizados por ninguna autoridad y, menos, si esta se encuentra armada.

Las autoridades de policía, incluidas las militares que en determinadas circunstancias pueden obrar como agentes del orden público, no pueden actuar al margen de la ley y violentar los derechos de los manifestantes, a cuyo efecto la Fiscalía General de la República debe designar fiscales del Ministerio Público para actuar, -de hecho y de derecho lo son-, como custodios de los derechos del pueblo o, si se presentasen alteraciones del orden, actuar como garantes de la debida observancia de la ley.

Igualmente, los manifestantes, no pueden impedir el libre tránsito, obstaculizar por horas las congestionadas arterias viales de la ciudad, impedir que la gente llegue a sus trabajos y los estudiantes a sus escuelas, liceos o lugares de aprendizaje, los enfermos a los hospitales y los alimentos a sus centros de distribución.

Las guarimbas no pueden permitirse y la autoridad tiene la obligación de combatirlas: Frente a este mandato no hay argumento alguno que oponer. Se trata de proteger el orden, el bien público y social, la seguridad física y la vida de los ciudadanos y los bienes personales o colectivos de la población. Quienes protegen, aúpan o vitorean los guarimberos, como si fueran héroes, deben ser enjuiciados como cómplices y castigados por la ley.

Los hoy llamados, eufemísticamente, LA RESISTENCIA, tienen que entender que las barricadas, con o sin fuego, así como todo intento de alterar del orden o afectar el bien público y social, tiene que acabarse, por vía de los hechos o por la fuerza y quiera Dios lo sea por renuncia voluntaria al uso de la violencia y la alteración del orden; Todos los ciudadanos tenemos derecho a vivir en paz y a SENTIRNOS SEGUROS.

LOS COLECTIVOS, que existen y están activos, por mucho que autoridades civiles, policiales, militares y políticas pretendan negarlas y no pocos hasta ampararlas; Tienen que acabarse y acabarse porque sí. Repugna a la razón su existencia y peor: armadas.

No somos irracionales, ni pertenecemos a tribus salvajes. Tenemos millones de niños, adolescentes y jóvenes, que integran la base de nuestra población. ¿Qué ejemplo les estamos dando, mamá, papá, los abuelos, tíos, maestros, magistrados, dirigentes políticos, pastores y demás integrantes de la población adulta?

¿Qué les enseñamos en las conversaciones familiares? ¿Qué les respondemos a las preguntas que nos hacen ante el odio que mostramos contra el adversario político? ¿Cómo absuelve el sacerdote al penitente que no siente propósito de enmienda, ni dolor de corazón, por el pecado del odio y deseo de venganza que muchos de ellos estimulan desde el púlpito?

Todavía estamos a tiempo de evitar una guerra civil, pero están dadas las condiciones para que estalle, implacable y atroz, en cualquier momento, porque existe de hecho, aunque de baja intensidad: Las pasiones, los intereses y los sentimientos malignos, entre ellos la inquina, la maldad, la perversidad y por encima de todo, el odio, se encuentran anidados en nosotros.

Hagamos un alto en el camino y actuemos como seres racionales y no, como animales.


 

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