Foto: Agencias
Argentina contempla algunas medidas plenamente congruentes con las políticas que han tomado gobiernos peronistas.
Algunos observadores bien informados creen posible que Buenos Aires esté contemplando implantar medidas de «guerra económica» para enfrentar la guerra financiera que EE UU ha lanzado contra ese país, encabezada con el ataque de los fondos buitre con el respaldo de su Corte Suprema.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en repetidas ocasiones enfatizó que lo que motiva a los fondos buitre no es la avaricia o codicia, sino una política estratégica de los centros financieros mundiales dirigida a obligar a Argentina a endeudarse con el propósito de tomar el control de sus cuantiosos recursos naturales, como los enormes depósitos de petróleo esquisto de Vaca Muerta.
Las medidas que contempla Argentina
– Nacionalizar todos o parte de los bancos privados, en especial los bancos cuyo control está en manos extranjeras, y que participan en la guerra financiera contra Argentina.
– Hacer una renacionalización total de la compañía petrolera YPF, que fue parcialmente privatizada por los anteriores gobiernos neoliberales. Un paso hacia retomar el control nacional se logró a principios de 2014 cuando se obligó a la compañía española Repsol a vender al país sus participación en la YPF.
– Nacionalizar o regular radicalmente el comercio externo, en especial en lo que respecta a las exportaciones de alimentos, tanto para garantizar suministros a nuevos clientes como Rusia, como para tener mayor control del flujo de entrada y salida de divisas.
– Fortalecer el control de cambios existente para evitar la salida de capital y otras formas de guerra financiera.
Todas estas medidas, y otras, son plenamente congruentes con las políticas que han tomado los gobiernos peronistas en la historia Argentina; el actual es un gobierno peronista. Esas pautas son además el reflejo patriota hacia el que tenderá el gobierno de CFK, fortalecido por la dinámica del Brics, en especial dado que Rusia, por su lado, se dirige con vigor hacia la perspectiva de una «economía de guerra», que compete directamente a Argentina en lo que respecta al suministro de alimentos.
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