Las cartas de Cleo

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27 de agosto, 2017 - 11:17 am
Alejandro J. Díaz Valero

Autor: Alejandro J. Díaz Valero

En una hermosa ciudad, donde convivían edificios y árboles, vivía una niña llamada Cleotilde, aunque todos la llamaban Cleo. Ella a sus 11 años había descubierto un extraño placer en escribir cartas y no esperar respuesta a ninguna de ellas.

Todo comenzó una tarde cuando Cleotilde estaba muy triste y quiso escribir una carta a un amigo.

«Hola Javier ¿cómo estás? Hoy me siento triste, ¿sabes? Mi perrita Coqui murió ayer tarde y de pronto me acordé de ti, cuando aquella tarde en el parque estabas triste por la muerte de tu perrito, el cual no me acuerdo cómo se llamaba, pero eso no es importante ahora lo que importa es que tú mostraste ese pesar por aquel amigo que se fue, y yo comencé a reírme porque no entendía eso. Hoy lo entendí amigo Javier, perdóname y gracias por tu amistad. Un abrazo. Tu amiga Cleo».

Esa carta no tuvo respuesta.

Otra tarde Cleotilde estaba muy emocionada y quiso escribir una carta a una amiga.

«Hola Luci, sabes estoy muy feliz, esta mañana en la escuela me sentí muy importante, déjame contarte.

Cuando la maestra hablaba en la clase de historia dijo una palabra que inmediatamente me hizo acordar de ti, fue una palabra que una vez dijiste cuando fuimos a la fiesta de Lucila ¿Te acuerdas? Esa palabra fue ‹efímero› y tú me explicaste lo que eso significaba y aún hoy lo recuerdo. Hubieras visto la cara de asombro de la maestra cuando preguntó quién sabía su significado y al ser la única que levantó la mano, me correspondió explicarlo en clase.

Gracias amiga, aquella explicación tuya me hizo sentir importante hoy. Besos, Cleo».

Esa carta tampoco tuvo respuesta.

Cleotilde había estado desde hace meses pidiendo a su papá un par de patines para patinar los sábados en la tarde en el pequeño parque que estaba cerca de su casa, y estaba muy feliz porque los había recibido esa tarde, así que escribió una carta a una amiga.

«Hola Melania qué gusto saludarte ¿Sabes? Hoy mi papá por fin me compró unos patines, eso significa que ahora sí podemos patinar juntas. Te cuento que a veces no quería ir al parque contigo porque tú tenías patines y yo no, y como comprenderás era muy incómodo para mí verte patinar, mientras yo me conformaba con mirar las flores y olfatear sus aromas. Claro que tú de vez en cuando me los prestabas, y eso me apenaba, porque dejabas de divertirte para que yo patinara también. Por eso siempre te consideré una gran amiga. Ahora ya no tendremos ese problema, tú llevas tus patines y yo los míos y juntas pasaremos tardes divertidas.

Avísame cuando tengas pensado ir a patinar al parque para estar lista y nos veamos allá. Cuídate. Tu amiga Cleo».

Esta carta tampoco tuvo respuesta.

Y así cada semana, cada mes y cada año Cleotilde siempre tenía algún motivo para escribir cartas a sus amigos y ellos, al parecer, también tenían motivos para no responderle.montaje especial cuento

Tantas cartas escribió Cleotilde y jamás recibió ni una sola respuesta y eso la entristecía mucho, hasta que una tarde el cartero llegó a su casa y le dejó una carta muy conmovedora.

«Hola Cleo, sé que te llamas Cleotilde, pero tus amigos te dicen Cleo, y el hecho de retirar tantas cartas de tu buzón ya me hace sentir tu amigo.

Te cuento que todas tus cartas las he llevado muy diligente hasta la casa de sus destinatarios, y cada tarde paso de vuelta por sus casas a ver si hay alguna carta en sus respectivos buzones con destino a tu casa. Pero no, no he visto todavía la primera. Por eso me tomé la atribución de escribirte esta carta para que no te desanimes.

¿Sabes? Antes de ser cartero yo escribía cartas como tú y tampoco recibía respuestas, parece que a la gente no le gusta escribir cartas y mucho menos responderlas, a veces hasta creo que ni las leen. Por eso te digo que eso es ya normal en nuestro mundo, así que no te aflijas, tú cumples con escribirlas y ya.

Pienso que mi oficio de cartero es una forma de ver la vida de otra manera, llevando cartas a las personas sin esperar que me respondan, jajaja ¿entiendes? Así que no te preocupes porque no recibas respuestas, ni dudes que soy yo ya quien no las hace llegar a su destino.

Un fuerte abrazo y gracias por escribir tantas cartas que de alguna manera justifican mi trabajo.

Atentamente:

Luis De las Alas Blancas (el cartero).

Esa carta tampoco tuvo respuesta.

Y Cleotilde continuó feliz escribiendo y dejando cartas en el buzón de su casa con destino a la casa de sus amigos, que aunque no le respondieran ella se sentía bien por el solo hecho de haberlas escrito.

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