Yo soy aquel cantor

28 de junio, 2015 - 2:07 pm
Redacción Diario Qué Pasa

Eran casi las 5:00 de la mañana aquel miércoles 28 de junio de 1989, cuando el cantor románico Rudy Márquez entró a la habitación donde suspiró por última vez el hijo de Luisa Amelia; Alfredo Manuel Sánchez Luna. Rudy presenció el momento cuando cambió de pentagrama ese gran hombre de apenas 59 años de edad y nunca se imaginó que cerraría los ojos de quien paseara la bandera musical de Venezuela con su canto por los escenarios más importantes del mundo.

Remontándonos al año 1930, una tarde de carnaval del 22 de febrero, en la parroquia San Juan de Caracas, subió el telónuna vida que conocería los más grandes sacrificios, alegrías y sinsabores por buscar y alcanzar con pasión el éxito en una de las carreras artísticas más difíciles y competidas para la época: ser cantante de pasodobles y boleros pues existía un mercado con voces realmente extraordinarias como Pedro Vargas, Juan Arvizu, Toña la Negra, José Mojica y Lucho Gatica.

Diamante gran torero / Diamante gloria pura… uno de los pasodobles que lo comenzara dar a conocer de la mano con la bellísima Desesperanza de la pianista María Luisa Escobar… Nunca me iré de tu vida / ni tú de mi corazón / aunque por otros caminos      / nos lleve el destino… fueron poemas en la melodiosa voz de tenor lírico de aquel joven de unos 20 años que despertaba frenéticamente la admiración de todo el que escuchaba ese torrente de fuerza, armonía, dulzura vocal y gran sentimiento interpretativo que imprimía a cada una de sus canciones.

Entre 1948 y 1962 desarrolló una meteórica carrera que lo llevó a grabar cualquier cantidad de exitosos discos, incluso a ser actor de películas con producción mexicana al lado de Miguel Aceves Mejías y Javier Solís. Pero como siempre inconforme, se propuso transitar el camino del Bel Canto buscando los horizontes europeos donde cultivó su voz y sus estudios de música para también lograr con dignidad el mayor de los éxitos como tenor principal en óperas como Tosca, Carmen y La Boheme.

Ahora bien no podemos dejar de recordar que el primer disco prensado en Venezuela lo grabó nuestro «Tenor Favorito» en abril de 1955, el cual incluía temas como Frenesí, Damisela Encantadora, Mi Canción y Vereda Tropical.

Dicho por el mismo, «entre 1960 y 1988 prácticamente mi voz no dejaba de sonar en presentaciones en vivo, en televisión y en escenarios de altísima factura en Estados Unidos, Italia, Francia España, Italia, México, Argentina, Cuba, Colombia (donde lo despedían sus fanáticos arrojándole flores), Alemania, Belgrado, Suiza y la Unión Soviética convirtiéndose en el primer cantante lírico venezolano en actuar en Siberia y otras catorce naciones». El Hombre de Hierro y Yo soy Aquel Cantor compuestas por Alfredo Sadel, son un autorretrato de lo que fue una vida para cantar.

La memoria musical del venezolano y más aún, los nuevos valores del canto deben tener como ejemplo la extraordinaria  disciplina, estudio y carrera artística que desarrolló este caraqueño quien entregó con amor y dignidad todo por ser la gran estrella que fue y permanecerá siéndolo en la mente y el corazón de sus miles de seguidores.

Hasta el próximo domingo con el favor de Dios.

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