Vivencias de mi tac o chip de gasolina

24 de mayo, 2015 - 2:31 pm
Redacción Diario Qué Pasa

El problema de la comercialización del suministro de gasolina en nuestras ciudades se ha ido distorsionando a niveles que ya escapan de las manos de los organismos responsables de garantizarles a los usuarios el combustible requerido para sus actividades rutinarias. El problema nace y se ha ido agudizando, producto del abismo que existe entre el precio interno y el internacional, es decir en las fronteras. Lo más lamentable es que todos conocemos que estamos consumiendo un recurso no renovable a un precio por litro que no cubre por lo menos los costos de producción. Es decir la más cara es de 0,097 Bs./l, cuyos costos de producción y distribución están en el orden de 4 Bs./l.

Todos estos elementos han contribuido para que se genere una red de contrabando de extracción, con un negocio muy lucrativo y atractivo, con diversas modalidades que van desde los pimpineros, flotas de camiones y vehículos, hasta los búnker, ubicados en el lago de Maracaibo que cargan o trasiegan combustibles a los diferentes buques que transitan por vía lacustre con destinos internacionales. Es tal la magnificación del problema que podemos hablar de una clase trabajadora bachaquera, que incluye a pobres y ricos, de los sectores públicos y privados.

A pesar que desde septiembre 2014, se comenzó a hablar de la Tarjeta de Automatización de Combustible TAC o mejor conocido como «Chip de la gasolina», como una solución para controlar este flagelo social, por problemas de cultura venezolana, la mayoría de nuestros coterráneos no han colocado el respectivo chip en su vehículo.

En virtud de que en forma progresiva se han ido automatizado las estaciones en Maracaibo y casi tenemos un cerco personal, se me salió el espíritu aventurero y decidí ir a colocarlo, obviamente equipado para un picnic, ya que la prensa anunciaba, que debía de disponerse de 6 horas mínima para colocar tan preciado dispositivo. Por tal razón fui el día sábado 16 al estacionamiento del Muelle de Pequiven Ana María Campos, que era la primera actividad sabatina. Por recomendaciones de amigos llegué a las 6:00 de la mañana en un ambiente muy organizado de cuatro colas, tocándome el puesto 95. A las 8:00 de la mañana comenzaron a pasar los vehículos al área de trabajo, permitiendo el ingreso a 60 vehículos y el resto pasamos a otro estacionamiento contiguo, donde a las 10:00 de la mañana una joven del CICPC, de forma muy amable realizó la revisión de los documentos, colocó un número de llegada y entregó una hoja de ruta. Como actividad final para esta etapa a las 11:30 de la mañana llegó otro funcionario de la «PTJ», revisó los seriales del vehículo y firmó la hoja de ruta. Prácticamente estábamos listos, ya que según la planilla solo faltaba la firma del INTT.

A las 12:20 del mediodía nos autorizaron a pasar al área de colocación del chip, en un estacionamiento debidamente señalizado y donde debíamos esperar ser llamado por el número asignado a entrar a unas oficinas-tráiler donde culminaría el proceso. En esta fase de espera se presentaron varios problemas. En primer término no hay toldos y sillas para esperar, solo algunos árboles con silla esparcidas. Un filtro con agua para usuarios y funcionarios, obviamente cuando calentó el sol maracucho se agotó el agua y salió a relucir lo buena gente del maracucho, ya que compraron bolsas de hielo y hasta refrescos. Otra situación grave que se presentó es que además de la clasificación de los usuarios normales y tercera edad, estaba la de los colados sin numeración, que eran atendidos en su condición de vehículos preferenciales, bajo los gritos y protestas de los ciudadanos. Finalmente a las 2:10 de la tarde entré al tráiler, donde fui atendido con mucho respeto y consideración, quedando registrado el vehículo y escaneados todos los documentos, para que un instalador colocara tan innovador chip, culminando mi faena a las 3:11 de la tarde.

De verdad fueron nueve horas para lograr el objetivo, que me llevó a reflexionar sobre las oportunidades que perdí de colocarlo antes y de las realidades de la sociedad zuliana. Sobre su jocosidad, luchas contra la corrupción, tráfico de influencia y sobre todo la solidaridad maracucha. Además de pensar en la pregunta de las mil lochas: ¿De verdad el chip acabará con el bachaqueo de gasolina?

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