Límites de la libertad

1 de febrero, 2015 - 3:38 pm
Redacción Diario Qué Pasa

El segundo valor más importante, después de la vida, es la libertad. Los pueblos e individuos libres son los más prósperos del planeta, mientras que aquellos juzgados por dictaduras autoritaristas y totalitarias, son los más infelices y pobres. Pero la libertad tal como todas las otras cosas, debe tener límites, de lo contrario caeríamos en el abuso: Abuso de poder, de mando, de imposiciones arbitrarias, tiranías y esclavitudes.

Los límites de la libertad son el respeto hacia los demás, de su manera de pensar y actuar, de expresarse y decidir el destino de sus vidas y la de sus familias; en otras palabras, ser tolerantes.

Al hablar de tolerancia estamos refiriéndonos al respeto por las ideas y la fe del prójimo, respeto ese muy sagrado que tiene que ser observado a cabalidad, puesto que a nadie le gustaría que los demás despreciaran o se burlaran de sus propias ideas, creencias y modos de vida. Cultivar la tolerancia nos conduce indefectiblemente a la ecuanimidad, acercando a los hombres y derribando diferenciaciones y barreras, sin que ello signifique o implique que la persona tenga que ceder en sus propios puntos de vista.

A raíz del terrible atentado contra los periodistas del semanario humorístico Charlie Hebdo, en París, Francia, con el asesinato de nueve personas perpetrado por una célula terrorista islámica, cobra vigor y gran actualidad el deber que todos tenemos de ser respetuosos con el credo, la fe y el pensamiento de los demás, aunque estén equivocados o no compartamos sus ideologías y religión.

Si bien es cierto que el crimen contra los periodistas franceses fue un hecho abominable, absolutamente injustificado, no deja de ser cierto que también los caricaturistas no tenían derecho alguno de burlarse ni ridiculizar al profeta Mahoma, fundador del Islam —una religión monoteísta—. Los musulmanes son extremadamente celosos con la figura de Mahoma y no permiten colocar en sus santuarios, tal como los judíos, dibujos, imágenes, figuras, estatuas ni perfiles del profeta. Era obvio esperar una reacción tan salvaje y violenta de parte de un grupo de fanáticos ante semejante blasfemia cometida contra el fundador del Islam. Todos los fundadores de religiones del mundo occidental (judaísmo, cristianismo e Islam) han sido objeto de ofensas, descrédito, burlas y ridiculizaciones. Sigue hoy en día ocurriendo lo mismo, cada vez que surge en la humanidad un enviado con nuevos mensajes de amor para la evolución espiritual del género humano. El caso de Sathia Sai Baba en India, fallecido hace poco, es una referencia por la desproporcionada campaña desmoralizadora desatada en contra suya.

Pareciera que ahora le llegó el turno a Muhammad y los intolerantes y faltos de respeto se aprovechan no deteniéndose ante nada. ¿Burlarse y ridiculizar al fundador del Islam trae algo positivo? ¿Puede ser considerado como un acto de buena fe o más bien de absoluta perversidad y gran falta de respeto?

Es tiempo de reflexionar seriamente sobre esto con el fin de evitar una descomunal confrontación entre el Islam mundial y occidente.

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