Hegemonía imperial y defensa

18 de mayo, 2015 - 6:25 pm
Redacción Diario Qué Pasa

La década de 1980 tuvo una significación especial dentro de la historia mundial. En 1989 se derrumbó la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, para poner punto final a lo que se conoció a nivel internacional como la política de la guerra fría, expresión de la coexistencia pacífica y las áreas de influencia expresadas en la bipolaridad hegemónica ejercida a nivel global por los Estados Unidos (USA) y la Unión Soviética (URSS).

A partir de ese momento el mapa político-económico mundial comenzó a sufrir grandes y profundos cambios que fueron diseñando la figura del gendarme único y policía universal para respaldar las políticas de agresión que empezaría a reimpulsar Estados Unidos como «supuesto» guardián del orden y la libertad del universo.

La política de dominación única generó en muchos países del mundo, de manera especial en Latinoamérica, esfuerzos unitarios para desenmarcar en el siglo XXI las verdaderas intenciones de los Estados Unidos, reivindicándose la integración y las alianzas estratégicas en defensa de la soberanía, la libertad y la democracia amenazadas de ser asesinadas.

Así surgió la alianza Brics y organismos como Unasur, Celac, Petrocaribe, Alba, impulsadas por los gobiernos de Venezuela, Argentina, Ecuador, Uruguay y Brasil; apoyadas por Rusia y China.

La generación de incertidumbre por las políticas violentas (Primavera Árabe: Egipto, Túnez, Libia, etc.) neocoloniales liderizadas e impulsadas por Estados Unidos y la Comunidad Europea, hizo necesario recurrir a la exigencia de un diálogo respetuoso, firme y sincero para el mantenimiento de un equilibrio mundial eficiente, destinado a reducir la incertidumbre, contando con la mediación de organismos políticos internacionales que hagan posible el mantenimiento de la paz y el orden mundial, implementándose para el logro de tales objetivos, una estrategia de carácter ético como expresión y fundamento de la acción colectiva que frene los proyectos y planes de destrucción, destinados y orientados a establecer y mantener una hegemonía mundial que no es justa, ni buena para los intereses de la gran mayoría de los países del mundo.

Todos los movimientos ejecutados por Estados Unidos y sus aliados después de la caída de la URSS contra países soberanos son expresión de la política del garrote y negación del derecho de gobierno propio y soberano contra las repúblicas independientes que tienen riqueza petrolera, orientadas a controlar todas sus reservas.

El principio del Monroísmo es sinónimo de regulación política y el mismo jamás debe ser aceptado por ningún país por constituir una injerencia que limita la soberanía no aceptable bajo ningún tipo de razón o argumento. Ante la amenaza de un estado agresor violento y poderoso se impone un nuevo orden internacional que exprese la resistencia pacífica como estrategia abierta necesaria para la solución de los conflictos que puedan surgir, plantearse y ocurrir entre estados.

El asesinato de la democracia en la patria grande latinoamericana liquidaría las esperanzas de un mundo de paz mundial duradera y daría paso a una nueva era de tensiones, luchas fratricidas por el dominio del universo, algo que es necesario evitar en nombre de toda la humanidad  y salvación de la Madre Tierra.

Se impone una política de respeto mutuo en función del ejercicio pleno de la libertad y fortalecimiento de la democracia impidiendo que la justicia sea sustituida por los intereses políticos imperiales.

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