Francis Juzga

29 de abril, 2016 - 5:26 pm
Redacción Diario Qué Pasa

*** El Instituto Municipal de la Gaita Ricardo Aguirre González pactó con la Universidad  José Gregorio Hernández e instaló en la misma la Escuela José «Bolita» Ríos. La noticia me alegró. Primero porque el Imgrag dio señales de vida y luego porque se honra la memoria de «Bolita». Buena esa por Argenis Sánchez.

*** Llamadas recibidas desde Miami, ambas de lo más interesantes. La primera de Vicente Ramírez, el hijo putativo, quien decidió abrirse camino y lo está consiguiendo recibiendo de su familia, el más firme apoyo sobre todo de su hija Paola. Vicente fue convincente al contarnos todo lo que ha hecho con el solo propósito de avanzar, y de cómo se encuentra en ruta al logro de sus más caros deseos, echar pa´lante, avanzar en pocas palabras. Me alegró mucho saber todo eso.

La segunda fue el pasado domingo y tocó a Leandro Soto Urdaneta «El Galán», hombre de radio desde hace tiempo y a quien me unen lazos de amistad de lo más arraigadas. Él es hermano de Ramón, también hombre de radio y hermano amigo. Leandro está bien por Allende. Me complací mucho con las llamadas, me causó alegría poder enterarme de como mis amigos la pasan lejos de su terruño.

*** Tengo una familia amiga en la Urbanización Pomona que atraviesa momentos realmente duros. La progenitora de los amigos está bastante mal y los médicos decidieron enviarla a su hogar. Pero resulta que el racionamiento del fluido eléctrico, se ha convertido en algo tan cruel como la enfermedad misma y merma todo intento por aliviar sus dolencias. No debe ser fácil pasar por momentos como este, y espero que aquellos a quienes la situación no les preocupa, oren para que en su familia no ocurra algo igual.

*** Va esta hermosa reflexión: Los Hermanos y El Arroyo.

Esta es una historia de dos hermanos que vivían uno al lado del otro en sus propias granjas durante muchos años, hasta que un día, un estúpido argumento originó un distanciamiento entre ellos. Este fue el primer desacuerdo serio que los hermanos tenían en 50 años.

Hasta ese día siempre habían trabajado sus campos juntos, compartiendo sus conocimientos y ayudándose uno al otro cuando era necesario. La lucha comenzó por un pequeño malentendido, pero la disputa se prolongó y se convirtió en un airado intercambio de palabras. Después de la disputa vinieron semanas de silencio.

Cierto día un hombre toca la puerta del hermano mayor. Cuando la abrió, encontró a un viejo carpintero con barba sosteniendo una caja de herramientas. «Creo que podría hacer algún trabajo para usted», dijo el extraño», «¿Necesita algún tipo de reparación en su granja?» «Sí», respondió el hermano, «Tengo un trabajo para ti. Al otro lado del arroyo, hay una granja que pertenece a mi hermano menor.Hasta hace poco tiempo, toda la zona entre nuestros hogares era verde, pero luego él cambió la trayectoria del arroyo, convirtiéndolo en una frontera entre nosotros. Estoy seguro de que lo hizo por despecho, pero le mostraré un par de cosas», dijo el hermano mayor. «¿Ves esos árboles? Quiero que los conviertas en una cerca de 10 pies de altura. No quiero volver a ver su cara de nuevo».

El carpintero pensó en voz baja para sí mismo durante unos minutos y, finalmente, dijo: «Entiendo».

El agricultor ayudó al carpintero a llevar sus herramientas y luego se marchó a la ciudad a hacer unos recados. Cuando regresó por la tarde, el viejo carpintero había terminado. Al llegar al arroyo, el hermano mayor se quedó de piedra. Sus ojos estaban desorbitados y no podía pronunciar una sola palabra.

En el lugar donde debería haber construido una cerca, se encontraba ahora un puente. Un puente pintoresco y especial, una verdadera obra de arte, con una barandilla de madera tallada. El hermano menor acudió al mismo lugar. Se precipitó por el puente y abrazó a su hermano mayor, y le dijo: «Eres especial… haz construido un puente, después de todo lo que he dicho y hecho». Mientras que los dos hermanos estaban abrazados, el viejo carpintero recogió sus herramientas y se alejó. Los hermanos se volvieron hacia él y le dijeron: «Por favor, quédate por unos días más —tenemos más cosas que necesitan ser arregladas—».

«Me encantaría quedarme, señores,» dijo el carpintero, «pero tengo muchos puentes por construir y cosas que arreglar en otros lugares.
La moraleja de esta historia es simple: A menudo dejamos que la ira nos empuje lejos de nuestros seres queridos, y permitimos que el orgullo se apodere de nuestro amor. Nunca dejes que esto te ocurra, aprende a perdonar y apreciar lo que tienes.

Recuerda: El pasado no se puede cambiar, pero el futuro sí. Ninguna pelea puede echar a perder una verdadera conexión. Construye tus puentes cuando sea necesario y crúzalos siempre con una sonrisa.

¡Quedó escrito. Epa, ya está. Nos vamos!

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