El ingente deber de los musulmanes

Kaled Yorde
15 de agosto, 2016 - 2:14 pm
Kaled Yorde

La religión musulmana o Islam enseña a sus seguidores el deber de cultivar la paz y el entendimiento, y en el Libro Sagrado Corán, en ninguna parte, se lee que el profeta Mahoma haya exhortado a nadie que sean violentos, ni mucho menos la práctica del terrorismo.

En entregas pasadas habíamos señalado que la torcedura del término Yihad, se debía a una extrema interpretación del sagrado deber de lucha de todo musulmán para la defensa de su religión y el nombre del Profeta Mahoma contra las descalificaciones e insultos. Gracias a ese abuso, se ven hoy en día tantos atentados criminales y la destrucción masiva de vidas inocentes y de propiedades.

Los más perjudicados por tales irracionales actos de los fanáticos fundamentalistas, han resultado ser los mismos musulmanes, a quienes con toda la mala intención del mundo o por ignorancia, se les asocia indisolublemente con los terroristas. Esto no es ni verdad ni justo, pues la inmensa mayoría de los que profesan la religión islámica son gente buena y enemiga del terrorismo como método de hacer política.

En ese orden de ideas ¿Qué deberían hacer los musulmanes para ponerle coto a la amenaza del terrorismo? La respuesta es sencilla, aunque muy laboriosa: Desde los púlpitos de las mezquitas, en las Asambleas de ciudadanos, escuelas o «madrasas», seminarios y afín, los muftis e imames, a los cuatro vientos deben proceder en sus homilías a desenmascarar la ideología radical fundamentalista de los falsos yijadistas que asumieron in-extenso la interpretación del sagrado deber de Yihad para la defensa del Islám, convirtiéndolo en una acción militar de retaliación, venganzas y desquite por las tantas injusticias, abusos y atropellos sufridos a lo largo de los últimos siglos de parte de los imperios del mundo occidental.

De igual modo —y es el punto central en todo esto—, aclarar que no es cierto ni se corresponde con la verdad el que el Corán le tiene prometido a los suicidas terroristas un premio por sus acciones criminales en un cielo lleno de vírgenes huríes y de delicias si se martirizan. Todo lo contrario, el Corán es muy explícito al exhortar a los fieles en varias de las «suras», que un atentado de tal naturaleza es un hecho altamente condenable y merecedor de gravísimas penas eternas en el infierno, sobretodo, cuando se mate a ancianos, niños y mujeres.

Más claro no canta un gallo, como se dice en criollo, de modo que se torna muy necesario desenmascarar el engaño y la manipulación de aquellos que pretenden imponer sus falsos dogmas religiosos con el fin de alcanzar el poder y de mantenerlo, cometiendo crímenes y abusos supuestamente en nombre de un Dios que es amoroso, bondadoso y justo, que condena el asesinato de inocentes.

La tarea es larga y harto difícil, pero los responsables del Islam tienen el deber ineludible de asumirla intensamente y de manera firme desde ya, cueste lo que cueste!

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